'Aita Mari', una sociedad solidaria
IÑIGO MIJANGOS CHURRUCA
Sábado, 30 de noviembre 2019, 08:29
El 21 noviembre el 'Aita Mari' se hizo mayor de edad. Dos años ha tardado en 'convertirse' en un barco de rescate. Muchas personas han ... trabajado y colaborado en el proyecto, y creo que se puede decir que es un proyecto del conjunto de la sociedad vasca. Ha sido una apuesta común, cada una desde su trabajo, su tiempo libre, comercio, despacho, taller.... cientos de personas han aportado algo. Las muestras de apoyo individuales o colectivas han sido constantes en estos dos años, incluso en los momentos en los que las cosas parecían imposibles. Las instituciones lo han sabido reconocer y tanto desde los ayuntamientos como diputaciones o Gobierno vasco lo han apoyado con declaraciones institucionales o con concesiones de subvenciones.
Con esta respuesta, nuestra sociedad ha demostrado ser madura, inclusiva y responsable. La responsabilidad de aglutinar esta corriente solidaria es grande y en Salvamento Marítimo Humanitario intentamos cumplir con nuestro trabajo con el máximo respeto a todas las personas, empresas, e instituciones que depositan su confianza en nosotras. Y así hoy el 'Aita Mari' navega en el Mediterráneo central con certificados internacionales para poder hacer salvamento y lucha contra la contaminación sin restricciones.
Lo cierto es que nos jugamos mucho. En nuestra experiencia como ONG desplegada desde 2015 en Grecia, hemos visto cómo miles de personas ven sus derechos atropellados por un mecanismo de acogida fallido. La normativa que se aplica por los acuerdos de Dublín para acoger refugiados se ha revelado ineficaz para afrontar los flujos de personas que desean entrar en Europa. Provoca bolsas de pobreza e injusticia tanto en las fronteras como en países de tránsito y destino, que solo brindan oportunidades a los más desaprensivos, que se sirven de la situación de 'irregularidad' para aprovecharse de personas desprovistas de derechos por las instituciones.
Nos jugamos mucho, nos jugamos Europa. Para sus instituciones, desde que una persona pone un pie en una gomona para entrar en el espacio europeo por una ruta marítima es considerada un «migrante ilegal». Esto, en la ruta marítima del Mediterráneo central significa que puedes ser devuelto a un país en guerra en las cientos de millas cuadradas ribereñas con Libia, mucho más allá de sus aguas jurisdiccionales. Europa, de facto, ha creado un gran espacio de no derecho en sus fronteras. Y ahí, en esas fronteras, también termina Europa, se difumina y se esfuma.
No recuerdo en qué época de mi vida yo me 'hice mayor' como ciudadano y tuve conciencia de ser un sujeto de derecho, pero diría que el principio de justicia es innato en los seres humanos, como lo ha sido en la gestación, nacimiento y madurez del Aita Mari. Las personas y entidades que lo apoyan lo hacen por un sentimiento de justicia y humanidad. Valores que aprendemos de niños, que deberíamos mantener de mayores, y que nos gusta creer que son los pilares de la sociedad.
Esos pilares se tambalean, se están promoviendo esos espacios de no derecho para las personas no europeas. Ésta es una realidad sangrante. Significa la renuncia a los valores fundamentales que supuestamente caracterizan a Europa. En verdad, el peligro de Europa no está fuera, no necesitamos defendernos de una invasión. Las personas que desean entrar son gente de paz con deseos de prosperar. El peligro está dentro, con todas las renuncias que se están haciendo a los principios éticos más elementales, nos encontraremos al final que no tenemos nada que defender porque el espacio de no derecho será tan grande que nos atrapará a todos dentro. 'Aita Mari' ya no es un viejo atunero vasco, es un barco de rescate, la respuesta de un pueblo a la injusticia, es la memoria de un pueblo que sufrió el exilio, es prueba de que lo que entendemos como los valores de Europa están fuertemente enraizados en nuestra sociedad, es el testimonio de las personas que sufren, la respuesta de una sociedad madura y responsable.
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