«Oímos las bombas cada vez más cerca y no podemos escapar de este infierno»
El lasartearra Iñaki Rodríguez, su mujer y sus cinco hijos lanzan un llamamiento de ayuda desesperado para huir del país
«Aquí la comida se está acabando, no hay medicinas y yo soy diabético, la electricidad se va cada vez más veces y la calefacción ... falla mientras hace tres grados bajo cero». Y, de fondo, «el ruido de las bombas, que se escuchan cada vez más cerca. Los cristales vibran». Sin «medios de transporte ni económicos« para escapar de un municipio cada vez más asediado, Iñaki Rodríguez Jáuregui decidió ayer escribir un mail a este periódico para dar a conocer su situación y pedir ayuda «antes de que el pueblo sea devastado».
Iñaki es guipuzcoano. Nació hace 56 años en Lasarte-Oria, donde sus hermanos Karmele, Antonio y Rosa aguardan noticias. «Estamos muy nerviosos, esto es muy angustioso», comentan, mientras comparten los escasos whatsapp que les llegan desde Ucrania, «porque es casi imposible hablar con él».
Es más sencillo por mail, como escribe a DV para relatar «el infierno» en el que viven desde hace unos días. Iñaki conoció a Ana, la mujer ucraniana con la que ha formado una familia, en Navarra, donde nacieron sus hijos Unai y Ander, que en la actualidad tienen 11 y 9 años. Ana tenía otra hija, Diana, de 18 años. En mayo de 2013 decidieron mudarse a Ucrania, primero a Mikolaiv y posteriormente a Nueva Odessa, donde se encuentran a la actualidad. «Está a unos 30 kilómetros al norte de Mikolaiv», explica.
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En Ucrania han ampliado la familia tras el nacimiento de Mireia e Ian, de 7 y 5 años. Los siete viven en lo que denomina una «pequeña ciudad pueblo» de unos 30.000 habitantes. Hasta la invasión rusa, «nuestro trabajo era un negocio familiar de textil, y todos los niños menos el pequeño iban a la escuela».
Embajada cerrada
A Iñaki jamás se le pasó por la cabeza que tendría que pedir ayuda para huir de una guerra, aunque albergaba alguna sospecha de que la situación pudiese empeorar. «No pensábamos que Rusia iba a invadir Ucrania hasta que terminaron sus maniobras militares y no recogieron el material. Entonces empezamos a sospechar que era cierto lo que occidente decía», cuenta.
«La comida se está acabando porque en las tiendas no queda nada, tampoco hay medicinas y yo soy diabético»
El guipuzcoano se siente «abandonado» por la embajada española en Kiev. Según su relato, el martes 22, dos días antes de la invasión, «la embajada me llamó por teléfono para preguntar si teníamos pensado salir del país, a lo que respondí que sí, pero que teníamos serias dudas. Claro, en ese momento nadie pensaba que podría suceder lo que está pasando, no al menos de esta manera». Al día siguiente, siempre según su relato, Iñaki recibió un mail en el que informaban de que si tenía pensado salir del país enviara todos los datos de la familia, «lo cual hice», asegura. «También me decían que un coordinador de región se pondría en contacto con nosotros para acordar un punto de encuentro, pero no recibí tal llamada y después me enteré que la embajada había cerrado», lamenta.
«Nos encontramos atrapados en Nueva Odessa sin medios de transporte ni económicos para salir, para poder sacar a mis hijos de este infierno». Y allí siguen, con una angustia creciente, unas condiciones que empeoran por momentos y la amenaza cada vez más cercana de las bombas.
«Nuestras vidas desde el día 24 son totalmente inseguras, pero nunca como estos dos últimos días», escribe desde Ucrania. «Las detonaciones de las bombas y disparos se oyen muy cerca. Los cristales vibran», cuenta. Iñaki explica que hay vecinos que se han unido a la milicia «y mucha gente está viniendo de las ciudades grandes, huyendo, porque ninguno sabemos dónde meternos».
«La embajada llamó para preguntar si teníamos pensado salir del país; les dije que sí pero entonces teníamos serias dudas»
Escasean los alimentos y las medicinas. «Comida aún tenemos, pero en la tienda no queda prácticamente nada. Las farmacias están cerradas. La luz es cada vez es más intermitente. Hoy se ha ido tres veces, lo que conlleva que nos quedemos sin calefacción. La conexión telefónica es muy mala, va y viene, lo mismo que internet», describe. Una situación que intentan disimular ante los más pequeños de la casa, «tratando de guardar la calma y hablando, bromeando como si nada».
El guipuzcoano afirma que huir de la guerra «conlleva mucho dinero» y que tampoco cuentan con un medio de transporte, ni conocidos «que se arriesguen a llevarnos porque estamos muy lejos de las estaciones de tren». Escapar con cinco hijos «es un riesgo muy grande. No sé por dónde moverme, tendría que decírnoslo la embajada o el Gobierno antes de que el pueblo sea invadido o devastado».
Mikolaiv, la ciudad más próxima a Nueva Odessa, lugar de residencia del lasartearra, es uno de los objetivos prioritarios del ejército ruso, que continuó ayer su acoso mediante la artillería a enclaves estratégicos del sur de Ucrania con el propósito de debilitar las defensas para hacerse con Odessa. Mientras, delegaciones de Moscú y Kiev consiguieron «pequeños avances» para habilitar corredores humanitarios y Bruselas inició los trámites para estudiar el ingreso de Ucrania en la Unión Europea.
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