Trump contra la soberanía digital europea
En los últimos meses los europeos han hecho gala de un pragmatismo inusitado y se han acomodado a las exigencias de Donald Trump en comercio ... y defensa. Han firmado un acuerdo lesivo que aumenta los aranceles a sus exportaciones y se han comprometido a invertir en seguridad el 5% del PIB, algo que a corto plazo favorece a la industria estadounidense. A cambio, no está nada claro que Trump vaya a conseguir frenar el expansionismo ruso, poner fin a la invasión de Ucrania y mantener la solidaridad transatlántica.
El siguiente capítulo de reclamaciones de Washington tiene que ver con las normas comunitarias sobre tecnología digital. A la Casa Blanca no le gusta en primer lugar el llamado 'efecto Bruselas', la expresión acuñada por la profesora Anu Bradford. Al ser la UE el principal regulador en el mundo libre del sector tecnológico, las grandes empresas y muchos países aceptan sus estándares también fuera del territorio comunitario. La mentalidad prevalente en Estados Unidos a la hora de crear reglas del juego para las grandes compañías de tecnología es libertaria y minimalista. Son ellas las que se autorregulan en su acaso y tienden a formar oligopolios que desvirtúan la libre competencia. Además, cuando operan en Europa, uno de sus grandes mercados, están sujetas a normas que protegen los derechos individuales y buscan civilizar el progreso. No son regulaciones caprichosas ni proteccionistas (se aplican igual a las empresas domésticas), sino que reflejan valores y principios europeos.
Es cierto que los europeos no tienen sitio en la carrera por la hegemonía en la revolución tecnológica en marcha, que cambia la manera de producir, trabajar, investigar y relacionarse entre las personas. Los árbitros no ganan los partidos y sería muy necesario que además de regular se pusiera en pie una estrategia continental para fomentar el desarrollo de empresas en el sector. La creación de un mercado comunitario de capitales es un paso decisivo en esta tarea. Pero Trump no va a cejar en su empeño de desmantelar estas normas europeas garantistas -por no hablar de la fiscalidad- que en su mentalidad simplista 'obstaculizan' la dominación estadounidense del mercado de servicios digitales.
Los europeos no tienen sitio en la carrera por la hegemonía en la revolución tecnológica en marcha, que cambia la manera de producir, trabajar, investigar y relacionarse entre las personas
Se trata de una cuestión de soberanía, un terreno en el que los dos lados del Atlántico hoy en día son disfuncionales. A los europeos les cuesta hablar con una sola voz y afirmar sus intereses y valores. Los estadounidenses se han quedado en menos de un año sin poder blando. Y es sabido que ninguna superpotencia puede sobrevivir si no suscita admiración y atracción hacia sus políticas, valores y cultura.
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