Juan Carlos Alonso: «Si volver a la vida cotidiana agobia, mejor ir de forma gradual, sin forzar»
Estar encerrados en casa no fue fácil, pero para muchos tampoco lo está siendo volver a pisar la calle. Lo llaman 'síndrome de la cabaña'Juan Carlos Alonso Psicólogo
Es el síndrome de moda. En tiempos en los que lo que no se etiqueta no existe, 'síndrome de la cabaña' es la expresión ... que ha prendido en los titulares para referirse a la sensación de incomodidad o agobio, auténtica angustia en los casos más severos, que provoca volver a la calle, a los espacios compartidos, después de semanas de confinamiento total o parcial.
– ¿El 'síndrome de la cabaña' existe, está validado por la Psicología, o es una expresión que se ha rescatado en el momento adecuado y ha hecho fortuna?
– Como concepto existe. Se deriva de la psicología cognitivo-conductual y surgió a principios del siglo pasado para referirse a un conjunto de síntomas que generaban en algunas personas largos períodos de aislamiento en hospitales, en cárceles, en comunidades sin contacto con el exterior... No tiene categoría de enfermedad mental ni de patología, carece de validación oficial, pero con el confinamiento decretado a causa de la pandemia se han descrito algunos casos de personas que, ante la persistencia de un peligro externo, tienen miedo a salir de casa y prefieren seguir en la seguridad que les proporciona su 'cabaña'. Eso ha hecho que se rescate el concepto con mucho éxito, pero habría que estudiarlo un poco más, y esperar a que se haya generado literatura científica al respecto.
– Mientras tanto, ¿cómo podemos saber si padecemos el síndrome o si, simplemente, nos da pereza salir a la calle a calcular distancias, ponernos y quitarnos la mascarilla y hacer colas?
– No soy partidario de hablar con ligereza de síndromes y síntomas, soy contrario a psicologizar la vida cotidiana y de poner etiquetas como, por citar otro ejemplo, el síndrome postvacacional. Puede existir en casos muy contados, pero es normal que después de unas vacaciones te dé pereza volver a trabajar. En este caso puede suceder algo similar, agravado por el temor y la preocupación por un peligro que es muy real. Estar preocupado y tomar precauciones es una cuestión de sentido común, de prudencia, pero en principio no habría que buscarle otros significados a ese temor razonable. Puede ser cuestión de tiempo, de acostumbrarse a la nueva situación... Eso puede suponer que nos cueste un poco reanudar la actividad normal, y que evitemos situaciones en las que no nos sintamos seguros o cómodos. Que te suceda eso no quiere decir que tengas el síndrome de la cabaña.
– ¿Cuándo deberíamos empezar a preocuparnos?
– Cuando transcurrido un tiempo prudencial los síntomas sean excesivos. Cuando el nivel de ansiedad y nerviosismo te impida realmente salir a la calle. Si se empiezan a tener pensamientos catastrofistas con respecto a lo que te puede pasar si sales o si tocas algo, si eso lleva a conductas evitativas, y si los miedos se van al extremo de tener sensaciones de angustia y síntomas depresivos, es probable que nos venga bien contar con ayuda profesional. Pero tengo la impresión de que no van a ser muchos casos.
– ¿Hay perfiles especialmente predispuestos a experimentar esas dificultades a la hora de salir del aislamiento?
– Si en tu estructura psicológica has tenido una base de ansiedad habría que tener un poco de cuidado. No está constatado, pero es bastante normal que en las personas que tienden a tener pensamientos irracionales o negativistas se generen este tipo de situaciones. Y sí se ha constatado que las personas aprensivas o hipocondríacas cuentan con más papeletas para tener dificultades a la hora de reanudar una vida normal, así como las que son muy obsesivas, por ejemplo, con la limpieza. Cuando existen esas bases, circunstancias como las actuales pueden desencadenar otros trastornos, pero no tiene por qué ser así. Tampoco se pueden ignorar los factores externos. La hipersaturación de información también está generando ese tipo de efectos, así como el hecho de que el 'enemigo' sea invisible, lo que agrava la sensación de peligro.
– Se ha hablado de una mayor tendencia a refugiarse en la 'cabaña' entre las personas mayores o las que viven solas.
– No estoy muy de acuerdo con establecer ese tipo de categorías, Hay personas mayores y personas que viven en soledad que tienen estructuras psicológicas muy positivas que les permiten hacer frente a estas situaciones sin especiales problemas.
«No tiene categoría de patología, pero durante la pandemia se han descrito algunos casos que encajan con ese concepto»
«Si los miedos llegan al extremo de tener sensaciones de angustia, es probable que nos venga bien un poco de ayuda»
«Si sus adultos están tranquilos y seguros, ellos también lo están. Si estamos ansiosos, eso es lo que les trasladamos»
– Una pregunta práctica: si empezamos a agobiarnos cada vez que tenemos que salir, y ni nos planteamos sentarnos en una terraza, ¿por dónde empezamos?
–Por aceptar que tenemos miedo, por poner nombre a las cosas. Si ese miedo realmente nos impide reanudar nuestra vida y no logramos estar en la calle a gusto podría estar indicado pedir ayuda profesional pero si no, a un nivel normalizador, sugeriría ir poco a poco, adaptándonos gradualmente a la situación, empezando por espacios físicos y temporales en los que nos sintamos más seguros en lugar de salir de sopetón a una calle llena de gente. No es necesario forzarnos ni obligarnos en exceso, tenemos que ser comprensivos con nosotros mismos y con los demás. Si fuerzas a una persona se puede generar más rechazo, y ese rechazo acabar generando fobias. Es mejor ir de manera gradual, sin forzar.
– ¿También entre los niños se detecta miedo a salir a la calle? ¿En ese caso, cuál sería la actitud más indicada?
– Por una parte, tengo la sensación de nos falta información acerca de cómo están viviendo los niños esta situación, pero lo que sí sabemos es que los niños, fundamentalmente, están al loro de lo que hacemos y decimos los adultos. Somos nosotros los que les aportamos seguridad o inseguridad, tanto con lo que les decimos como con el modo en que nos comportamos. Si ven que ante una situación difícil –y la gravedad de las situaciones la entienden perfectamente si se lo contamos con claridad– sus adultos están tranquilos y seguros, ellos también lo estarán. Por lo tanto, hay que transmitirles tranquilidad y, por supuesto, explicarles de forma sencilla los límites y las normas. Entienden las cosas mejor y tienen una resiliencia mayor de lo que pensamos... Si, por el contrario, estamos ansiosos, hipercontroladores, chillándoles cada vez que se acercan a algo o a alguien, eso es lo que les trasladamos. En este momento uno de los peligros que hay es la hiperalerta.
– Y la hipervigilancia de todo lo que se mueve. ¿Eso es bueno?
– Tomarse las normas que están regulando la convivencia desde un punto de vista hipervigilante, obsesivo y controlador genera ansiedad y un desgaste innecesario de energía. Tenemos que estar atentos, claro, pero relajémonos un poco y disfrutemos de las experiencias agradables que nos proporciona salir por fin de casa, y centrémonos en ellas.
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