Utopías a la carta
Si se da por justo, necesario y terapéutico el escapismo, habría que universalizar el derecho a ejercerlo, por lo menos hasta que se generalice el acceso al metaverso
Existe un colectivo que se defiende fatal en momentos como los actuales: el de los literales, los apegados a lo concreto, los escasamente dotados para ... despegar de la realidad y, como escribía ayer el compañero Alberto Surio, «surfear todos los días sobre las olas de una sociedad más vulnerable de lo que parece» a lomos de fantasías personales o de pasiones colectivas.
Estas semanas he tenido entre manos un par de libros que me han dado alguna idea útil para superar unas carencias que comparto. Uno es 'Berriz zentauro', en el que Katixa Agirre da un salto comedido en el tiempo y lleva al lector a un París futuro que, a nada que se familiarice con las particularidades de la realidad virtual, la aumentada, la extendida y sus derivadas, no le resultará del todo ajeno.
El otro es 'Euskalia', en el que Mikel Alvarez Sarriegi ha viajado hasta el siglo XXIII para crear el gran imperio galáctico dominado por el euskera y los euskaldunes. Largo lo fía, pero aunque empeñarse en vivir en euskera resulte a menudo atípico, muy frecuentemente utópico y en ocasiones distópico y, por lo tanto, tengamos bastante adelantado, no creo que sea razonable pensar que para dominar el universo nos baste con un plazo de tiempo inferior a los dos siglos.
Un número creciente de personas están avanzando mucho en el arte de crear mundos a demanda
Si pudiera realizar un 'crossover' entre ambas novelas, me apropiaria de los recursos de los personajes de 'Berriz zentauro' para saltar de ese mañana relativamente verosímil y refugiarme en el pasado mañana engañosamente inverosímil de 'Euskalia'.
Dadas mis limitaciones, el apoyo literario me ha venido muy bien para configurar una utopía a medida. No obstante, observo que un numero creciente de personas están avanzando mucho en el arte de fabricar mundos bajo demanda. Me parece envidiable, pero sobre todo es comprensible. La realidad nos está golpeando tanto y de tantas maneras –incluso a nosotros, los privilegiados–, que negarla, reinterpretarla o rediseñarla es una opción tan respetable como afrontar a pecho descubierto el ataque combinado de virus, guerras, arrebatos climáticos, escaseces, carestías y otros males por venir.
Puestos a buscar refugio en una burbuja diseñada a la medida de nuestros miedos, qué menos que idear una plácida, luminosa y ordenada en la que, a poder ser, se nos diera siempre la razón. Una mezcla actualizada del mundo perfecto de 'El show de Truman' y el feliz de Aldous Huxley. Creo que a algunos les gustaría que tuviera como extra un toque, o dos, de '1984', la novela que, según Alberto Núñez Feijóo, George Orwell escribió aquel mismo año.
Sugiero que se promueva la figura del utopista, para que nadie se quede sin su utopía a la carta
No obstante, aunque los hechos nos proporcionan todos los días material de primera para ir construyendo nuestro paraíso imaginario –¿no es pura fantasía que te confinen en un parque de atracciones chino vestida de Frozen?–, no todos tenemos la misma facilidad para tejer vidas más vivibles, aunque sean fingidas y duren lo que aguante la impostura.
Por lo tanto, si se da por justo, necesario y terapéutico el escapismo, habría que universalizar el derecho a ejercerlo, independientemente de la capacidad de fabulación de cada sujeto, por lo menos hasta que se generalicen y sean gratuitos los dispositivos de acceso al metaverso.
Mientras dure ese período transitorio, sugiero que se recicle la figura del escribano que llevaba al papel las cartas de los ágrafos, y se promueva la del utopista. No habría humano sin una utopía a la carta en la que guarecerse de la realidad, y sería una salida muy digna para los que, con escasa visión de futuro, fuimos por letras.
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