«Veo a mi hijo motivado y con ganas de aprender»
El programa 'Aukerak suspertzen' ayuda a 1.200 menores de familias vulnerables a superar las desventajas sufridas en las clases online
Todos los viernes por la tarde Jon Gorostizaga conecta su ordenador para dar clases particulares a una pequeña alumna de origen marroquí que hace ... 2º de Primaria. Él estudia 2º de Bachiller y le ayuda a hacer sus deberes, juntos repasan matemáticas, inglés y algo de euskera. Cuando en marzo de 2020 surgió el confinamiento y las clases se hacían online Jon no se planteó que hubiera estudiantes sin acceso a internet porque «en casa tengo todo y en mi entorno también». Pero «me he dado cuenta de que hay otra realidad, hay hogares que no cuentan con ordenadores para todos o conexión a internet», afirma.
Los martes son los días que Miguel de 11 años mantiene un encuentro virtual con su 'profe' extra Félix, «un chico majísimo», dice Susana Muñoz, su ama. Llevan todo el curso juntos y entre ellos hay química. «Veo a mi hijo muy motivado, es un empujoncito que le viene muy bien para solventar dudas, y para ponerle al día con su educación», asegura Susana. Depende del día repasan unas materias u otras pero «matemáticas, euskera e inglés son con las que más tiempo emplean», cuenta.
Las dos experiencias forman parte de la red de colaboración 'Aukerak Suspertzen'. La pandemia dejó en evidencia que la brecha digital en los escolares era una realidad. Este programa, que llega a 1.200 familias en Euskadi, surgió «para dar respuesta a la desventaja de alumnos por su situación de vulnerabilidad», explica Yolanda Martín, responsable de la asociación Agintzari que ha coordinado el proyecto. En esta ayuda se tuvo también en cuenta a los padres. «La atención a los escolares está dirigida a competencias digitales, lingüísticas, académicas o de hábitos de estudio, al mismo tiempo que se trabaja con sus mayores para que luego sean ellos quienes puedan seguir el trabajo», indica.
«La situación de dificultad de muchos menores para poder conectarse con su centro en la pandemia hizo que nos movilizásemos»
Yolanda Martín | Responsable de Agintzari
El primer escollo a salvar fue tecnológico, hacían falta ordenadores y dotar de conectividad a hogares sin internet. La ayuda llegó de manera presencial pero sobre todo online. «Diseñar un modelo para este sistema ha sido un reto», reconoce Martín. Con todo listo se tejió la red de ayuda con instituciones, entidades de referencia y asociaciones.
Jon llegó al programa de voluntariado a través de su colegio. «El primer día que di clase estábamos los dos muy ilusionados, me he tenido que ir inventando cómo mantener su atención, estamos una hora y media y es muy pequeña. A través de juegos hacemos los deberes y repasamos materias», relata. Este futuro fisioterapeuta está convencido de que su voluntariado en esta iniciativa le aporta más a él que a su alumna. «Me ha hecho tener más confianza en mí mismo, me ha dado madurez porque no deja de ser una responsabilidad, estoy muy agradecido», manifiesta. «Además, ver cómo ha evolucionado es una alegría», concluye.
«Me ha enseñado que no estamos todos en la misma realidad digital. Los viernes nos juntamospara hacer sus deberes»
Jon Gorostizaga | Estudiante voluntario
Susana está agradecida a las 'educadoras de calle' de Urnieta que le sugirieron participar. «Es un refuerzo gratuito que veo que a mi hijo le está dando resultado», afirma. El curso pasado lo recuerda como «una locura». En el centro de Miguel no habían empezado con los ordenadores en clase y «de pronto todo debía ser online. Nos agobiamos mucho», rememora. «Estoy sorprendida del nivel de compromiso de los voluntarios, son muy jóvenes, son estudiantes, y que se impliquen así es admirable», dice.
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