«La pasarela supone un alivio, pero no soluciona todos los peligros»
Vecinos que hacen uso de esta medida de seguridad al peatón en Gaintxurizketa advierten que «muchas personas no pueden subir las escaleras para cruzar. No se puede quedar así»
Berta, Joana, María, José e Iñaki son solo algunas de las personas que han perdido la vida en la carretera GI-636, a la altura de Gaintxurizketa, considerado el mayor punto negro de la red viara guipuzcoana, donde se han registrado once víctimas mortales en los últimos años. Es el trágico balance que deja la carretera GI-636 en un tramo de apenas 5 kilómetros entre Lezo y Errenteria. Los vecinos de los alrededores llevan décadas suplicando ser escuchados, indignados ante un goteo continuo de muertes. Tras el último atropello mortal, el pasado 5 de agosto, 140 vecinos se unieron para crear la asociación Gaintxurizketa Auzo Elkartea, con el objetivo de exigir a las instituciones «soluciones y medidas urgentes». Asensio Viaña, portavoz del colectivo, destaca como un primer paso las actuaciones llevadas a cabo para reducir la inseguridad peatonal, como es la pasarela provisional instalada frente a la estación de Euskotren sobre la que camina, habilitada hace unas semanas. «Por lo menos se nos ha escuchado. Esta medida ha supuesto un alivio, pero no queremos que esta pasarela se quede así para siempre», afirma contundente.
Viaña confiesa que, «desde que tengo uso de razón este tramo ha sido crítico». Presenció su primer atropello con 12 años y añade que «con el paso del tiempo el tráfico ha aumentado; ahora circulan muchos más coches por esta carretera» y, como consecuencia, el peligro también ha crecido. Son muchos los vecinos que, cada día, se jugaban la vida para cruzar de un lado de la vía a otro. Una carrera de vida o muerte, literalmente, que incluía obstáculos como la decena de coches circulando en ambos sentidos a más de 90 kilómetros por hora. En horas puntas, el tráfico es aún mayor. Y es que quien quisiera llegar a algunas de las estaciones de transporte público, como Renfe o Euskotren, caminar de un barrio a otro, ir a trabajar o hacer la compra, debía afrontar este 'sprint' de unos 30 metros. «La pasarela supone un alivio», coinciden Pili Legorburu y Marijose Moncó, también vecinas de la zona. «Pero todavía hay personas que se siguen jugando la vida», subrayan.
Aunque los de la asociación calculan que «el riesgo de atropello se ha reducido un 60 o un 70%» desde la puesta en marcha de estas nuevas actuaciones, para acceder a este paso elevado -de 14 metros de longitud y 5,5 metros de altura- hay que subir 32 escalones, por lo que «hay muchas personas mayores, o con movilidad reducida, madres con carritos de bebé... que todavía no pueden hacer uso de esta medida porque no está diseñada para ellos. Siguen jugándose la vida», lamentan ambas.
Además de la pasarela, otra de las soluciones que agradecen es la del paso de peatones protegido instalado entre el hotel Errekalde y la zona conocida como 'La Seta', en el lado derecho -en dirección Irun- de la vía. También con la intención de garantizar un acceso más seguro al transporte público a sus usuarios, se han instalado dos nuevas paradas de autobús; una frente a Muebles Rey, en dirección a Hondarribia, y otra a escasos metros del apeadero de Euskotren, en dirección a Donostia.
«Ojala hubiera llegado antes»
Aun y todo, Viaña afirma que «tenemos que estar vigilantes de que verdaderamente la obra concluya como se ha hablado y como deseamos todos los vecinos y vecinas». Algo que echan en falta es un camino seguro que cruce, además de la propia GI-636, «las vías de Euskaltren y Renfe, con una rampa para aquellos con minusvalías, las personas mayores y aquellos con carros para niños». No solo eso. Hay puntos de la carretera que siguen sin estar cubiertos, por ejemplo, «la zona de Goiko Bailara o la que viene del colegio Erain».
Tanto Viaña como Legorburu y Moncó son conscientes de que «las medidas implementadas han sido de urgencia. Nosotros lo pedimos así, algo urgente, porque no podíamos admitir ni una muerte más». Se muestran agradecidos por este primer paso y, después de décadas, se sienten escuchados. «Creo que no entendían el peligro al que los vecinos nos enfrentábamos todos los días. Es fácil decir 'no pases por la carretera'; pero es que, hasta ahora, no había otra manera de cruzar. Muchos todavía no la tienen y siguen jugándose la vida», recuerdan. Con todo, la ayuda ha llegado. Eso sí, no pueden evitar acordarse de todos los fallecidos. «Ojalá se hubiera hecho algo antes. Se habrían evitado muchas muertes».