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Nahia Sololuze ante el vertedero de Zaldibar. F. Morquecho

Nahia Sololuze: «El aita murió en el acto y no sufrió. Ha sido un alivio saberlo»

Nahia Sololuze se reunió la semana pasada con los forenses que analizaron los restos de su padre

Sábado, 6 de febrero 2021, 00:49

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Desde que su padre desapareció bajo el vertedero de Zaldibar el 6 de febrero de 2020, Nahia Sololuze ha estado muy pendiente de lo que ocurría en el lugar. Pidió visitar el vertedero semanalmente, aunque las visitas se redujeron por la pandemia. Quería pisar el mismo suelo bajo el que estaba enterrado su padre. Necesitaba estar cerca de él y saber de qué forma lo estaban buscando. Cada día, un miembro del operativo le llamaba para informarle de los avances.

Después de encontrar el cuerpo de su padre, esa inquietud no desapareció. «Necesitaba saber», explica. «Yo en septiembre enterré y despedí a mi padre, pero yo no había visto su cuerpo». Por ello solicitó reunirse con los forenses y expertos de la Policía Científica de la Ertzaintza que habían trabajado en el análisis de los restos de Alberto. Ese encuentro, al que también acudió su madre, se produjo la semana pasada, tras recibir al fin la autorización de la jueza que instruye el caso.

Uno de los principales intereses de la guipuzcoana era saber cómo murió su padre y si este sufrió. «Era lo que más angustia me daba, pero nos explicaron que murió en el acto. Saber que no sufrió, que no estuvo ahí agonizando bajo la basura, ha sido un alivio para nosotras», asegura. Era su obsesión, que su padre no se quedase enterrado bajo basura. «Uf, ni hablar. Es que no es como el que muere en un monte haciendo lo que más le gusta y se queda ahí. Estaba entre basura», refleja su dolor.

Pero el interés de Nahia no se quedó ahí. Necesitaba ver con sus propios ojos los restos de su padre, aunque sabía perfectamente que lo que iba a ver eran sus huesos. «Me recomendaron que no viera las fotos, pero yo estaba preparada y me quedé mucho mejor. Vi el cráneo y al ver la dentadura dije: 'es aita'. Sin ninguna duda. Se lo dije a mi madre: 'He visto al aita'. Y ella también se quedó más tranquila». También le preocupaba la cantidad de cuerpo que se había recuperado, «porque me habían dicho que era mucha, pero yo necesitaba comprobarlo. Y sí, había un 95% más o menos. Era lo que necesitaba saber».

Nahia se reunió con el forense que realizó la autopsia y con la que estuvo en el momento en el que se hallaron los huesos en el vertedero y se interesó por el proceso para comparar el ADN extraído de los huesos encontrados en Zaldibar con el suyo. Para ello se utilizó una técnica novedosa, ya que en este caso no existía tejido blando, que es el que se suele extraer para obtener muestras de material genético. Los investigadores obtuvieron una parte muy concreta del hueso y lo pulverizaron para obtener polvo.

Cuando tuvieron la cantidad suficiente, ese polvo se remitió a genética forense para su análisis. «Es un método que requiere más minuciosidad y más tiempo», explicó a este periódico en una entrevista Juan Vicente Bilbao, Jefe de la Policía Científica de la Ertzaintza. Este reconoció asimismo que no esperaban que los restos hallados estuviesen tan deteriorados. «Nos ha sorprendido, tanto a los médicos forenses como a nosotros, que no haya tejido blando en los mismos», señaló. El día 16 hallaron una tibia. Al día siguiente encontraron más restos humanos. Y el día 19 Nahia recibió la noticia de que pertenecían a su padre.

Responsabilidades

Recuerda los nervios de esos días de incertidumbre y la alegría que sintió cuando se lo confirmaron. Para ella y su familia empezó desde ese momento otra etapa del duelo, en la que pudieron empezar a cerrar heridas y a mirar hacia adelante. «Fueron siete meses de espera muy duros. Sabíamos que estaba muerto desde el principio, y solo esperábamos que lo encontraran, como espera la familia de Joaquín. Desde entonces empezamos a ver un poco de luz, pudimos descansar», señala.

Por otro lado, aunque siempre ha sido muy reservada sobre a quién atribuir la responsabilidad del derrumbe, tiene claro que se podría haber evitado. Y señala que lo que ocurrió aquel día «no fue algo imprudente. El derrumbe fue el jueves y desde el lunes había por allí ingenieros».

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