«La mutilación genital femenina no es cultural ni es religión, es violencia»
Desde Save a Girl Save a Generation, Asha Ismail y Hayat Traspas trabajan para prevenir estas prácticas que sufren 230 millones de mujeres
Asha Ismail es keniana, pero hace años que vive en Madrid. Este fin de semana está en Gipuzkoa, concretamente en Irun, junto a su ... hija, Hayat Traspas, con diversas acciones de formación y sensibilización sobre la mutilación genital femenina, una realidad que, se estima, afecta a unos 230 millones de mujeres y niñas.
Ismail sufrió infibulación (una operación para estrechar la abertura vaginal) a los cinco años en un poblado de su Kenia natal. Es una de las prácticas de mutilación genital femenina más extremas. «Yo no lo recuerdo, pero mi madre me contó que aquel día, del dolor que sufrí, le dije que no entendía por qué me había hecho eso y que yo no se lo haría a mi hija».
Era una promesa infantil, ridícula. En Kenia hay 47 comunidades diferentes y en 21 se practica. «Yo soy somalí y en la comunidad somalí la prevalencia de la mutilación genital femenina es del 98%». Es algo que se hace. «Es así. Todo el mundo sabe que va a pasar y pasa. Las que ya lo han sufrido no te avisan de que ocurrirá y después de que pase, tampoco se habla de ello. No se cuestiona. Es parte de la vida, del crecimiento. Es parte de... la condición de mujer. Esto es así ahora, imagínate hace 50 años».
Sin embargo, el rechazo que siempre provocó en Asha Ismail esa realidad se volvió mucho más sólido cuando nació su hija. «Un matrimonio forzado, un embarazo que no quería y un parto que, por culpa de la infibulación, casi nos cuesta la vida a las dos. Pero cuando la tuve en brazos... Era lo más maravilloso del mundo y tuve claro que en mi familia esto había terminado, que eso no le pasaría a Hayat».
Hayat es hoy en día la principal colaboradora de Asha en Save a Girl Save a Generation, «una niña salvada», dice con orgullo su madre. «Después de tenerla empecé a hablar con otras madres del barrio, a decirles que no lo iba a hacer. Iban pasando los años y no lo hacía. Y no lo hice». Es una de las claves de esta violencia: «Nadie te obliga a punta de pistola. Las familias, las madres, lo hacen porque es lo que se hace, lo que hay que hacer», advierte Hayat Traspas. «En cada comunidad, en cada país, en cada continente donde esto ocurre, hay diferencias en las formas y los motivos, pero siempre insistimos: esto no se hace porque lo dicte una religión, esto no es cultural ni tradición. Esto es violencia contra las mujeres», asegura. «Violencia tras violencia», añade su madre, porque «no es sólo el dolor que produce, las secuelas físicas y mentales para el resto de la vida de esa mujer. Va implícito que es la manera de preservar su virginidad hasta que se case, normalmente en un matrimonio forzado»; es la manera de privarla de su sexualidad, de la toma de decisiones; es la manera de someterla y hacerla objeto de propiedad de un hombre.
En España y Kenia
Desde su ONG y mediante ambiciosos programas, estas mujeres impactan en su país de origen, Kenia. «Tenemos una casa de acogida para mujeres víctimas de violencia, especialmente para quienes quieren romper con esto y no cortar a sus hijas. Estamos creando comunidad y, lo más importante, logrando implicación. Un grupo de mujeres que asistieron a una formación nuestra ha empezado a lanzar sus propias iniciativas de formación a otras mujeres. Viniendo de escenarios sociales en los que de esto ni se hablaba, es un cambio enorme», valora Hayat.
Hay un gran objetivo, centrado en la prevención, y otro que es asistencial, dirigido a las personas que ya han sufrido la mutilación y que es sobre el que más se trabaja en España. La sesión que protagonizan hoy por la mañana en Irun tendrá «un carácter íntimo y está dirigida a mujeres migrantes» como un espacio para dialogar y compartir. Mañana, sin embargo, el encuentro será formativo, con personal sanitario, administrativo o educativo, por citar algunos de los perfiles más evidentes «que pueden estar encontrándose con mujeres y niñas mutiladas. Es importante contarles que ésta es una realidad que está aquí y cómo actuar ante ella porque no tienen por qué saberlo».
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