1961 | En el corazón de Amara
Allá cuando se vivían los llamados felices años veinte, mi aitona llegó a San Sebastián procedente de Mañeru (Navarra) y encontró trabajo, como camarero, en ... el afamado Café Iribas de la calle Garibay, hasta que, cerrado el establecimiento, mantuvo su actividad en el Bar Guria (el de los Ubierna) de la plaza Easo.
Apenas a doscientos metros de distancia, en el paso a nivel de los Ferrocarriles Vascongados situado al comienzo del paseo de Errondo, comenzó su vida laboral mi amoña que, venida de Ormaiztegi, fue contratada como guardagujas. Como su propio nombre indicaba, era la encargada del manejo de las agujas que dirigían el camino del tren y del 'topo'.
Conociéndose los dos, cuando se vendían terrenos a 70 pesetas el metro cuadrado, alquilaron piso en la calle Urbieta donde nacimos varias generaciones de 'Sadas'.
1961
El lavadero público era la 'universidad' donde se enseñaba a hacer la colada y se comentaban las cosas de la vida. El vecindario y las sociedades populares apoyaron construir en él una iglesia bajo la advocación de Santiago Apóstol
Cuéntolo todo para recordar que mi infancia pasó en el curioso mostrador de aquel bar que, aunque cerrado desde hace años, todavía se conserva. Además de ser la sede de la Sociedad Donosti Berri, en él paraban los feriantes que se instalaban en la Avenida de Sancho el Sabio y Plaza de Pío XII, motivo por el que siempre tuve libre acceso a las casetas y tiovivos.
A modo de resumen, tres son los episodios de aquella época que vienen a mi memoria: las cucañas de las fiestas de San Juan; las carrozas fúnebres de Goenaga, tiradas por dos, cuatro o seis caballos que lucían vistosos penachos negros y los rebaños de ovejas que cruzaban la calle Amara.
No consciente del tráfico final que esperaba a aquellos animales, me gustaba seguirlos hasta el que, siendo ya mayor, me enteré era un 'Matadero de corderos y cabritos', al principio también de aves, construido por Lorenzo Arteaga, el año 1898, con un presupuesto de 17.733 pesetas, en terrenos de Arroca comprados por el Ayuntamiento a Santiago Erro.
El año 1904 se suprimió la parte del matadero dedicado a las aves, ya que existía otro en la plaza de la Trinidad, hoy Sociedad Gastronómica, y se utilizó el espacio que quedaba vacío para mejorar el primitivo lavadero, añadiéndole terrenos comprados a José María Aguinaga. Se adjudicó el trabajo a José Ceberio por 1.660 pesetas y la popular 'universidad', que era la dedicada a enseñar «cómo hacer la colada», en la que se aprendían «las cosas de la vida y sus circunstancias», tuvo plena vigencia hasta que las lavadoras y otros modernos utensilios caseros invadieron los hogares. La ausencia de 'clientela' originó que el lavadero quedara en «perfecto estado de ruina», motivo por el que no faltó vecindario dispuesto a reivindicar que fuera utilizado para una iglesia.
Se movilizaron las sociedades Vasconia, Donosti Berri y Goi alde apoyando el proyecto del constructor Dionisio Barandiarán, dispuesto a convertir en iglesia «aquellas destartaladas y arruinadas piedras».
Muchos años atrás el barrio se había enterado de que Pablito, aquel muchacho que se encargaba del reparto en la panadería de la calle Moraza, «se había ido cura» y, otros muchos años más tarde, resultó que aquel joven, ahora Don Pablo, era designado para ser el párroco de la nueva iglesia de Amara que, bajo la advocación de Santiago Apóstol, fue bendecida el 25 de julio de 1961, coincidiendo con la celebración del Concilio Vaticano II, motivo por el que, siguiendo las directrices del mismo, a través de la Asociación 'Mundo Nuevo' se dedicó preferente a la feligresía más joven.
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