1975 | Las playas «salvaron» la Semana Grande de San Sebastián
La Aste Nagusia buscaba su identidad, mientras el calor llenaba las arenas. «Las playas han sido el principal espectáculo, tanto a las horas solares como durante los fuegos artificiales. Las playas justifican a la ciudad»
La Semana Grande de 1975 no fue especialmente memorable. La fiesta seguía en busca de su definición tras la pérdida de la plaza de toros del Chofre y aún no contaba con un Ayuntamiento democrático que impulsase nuevas iniciativas.
Como escribirían el 17-VIII-1975 a modo de balance: «Clausuramos hoy la Semana Grande Donostiarra, que ha transcurrido sin ¡olés! en el Chofre por tercer año, y en términos generales sin pena ni gloria. Ha sido una Semana Grande en el hipódromo de Lasarte y los fuegos artificiales como números fuertes del programa, como justamente les corresponde el citado calificativo».
La cosa estaba tan extraña que destacaban el tiempo caluroso vivido en la Semana Grande como un factor muy positivo...
«El tiempo ha venido a resolver un importante problema, por lo que las playas han constituido el principal espectáculo, tanto a las horas solares como durante los fuegos artificiales. Las playas cumplen y justifican a la ciudad de San Sebastián, y en esta campaña estival, caracterizada por el calor, su misión sigue teniendo extraordinaria acogida por millares y millares de bañistas y de simples inquilinos del toldo».
No obstante, la falta de lluvia también tuvo su cara negativa. Los niveles del embalse de Artikutza estaban tan bajos que nada más terminar la Aste Nagusia, el 18 de agosto, empezarían las restricciones en el suministro de agua, con cortes de 6 de la tarde a 7 de la mañana.
Casualidad, el único rato que llovió en toda la soleada Semana Grande del 75 fue al amanecer del 15 de agosto. Así lo contaron en la edición de DV del 16-VII-1975...
«La madrugada del día 15, del Gran Día 15 de Agosto, fue lluviosa, arreciando el agua a primeras horas de la mañana... con gran desilusión del administrador de la finca de Artikutza, Patxi Alberdi. Allí no cayó ni gota».
«Con las lluvias entraron en la ciudad los trenes de cercanías y buen número de autobuses totalmente abarrotados. Suponemos que la entrada no pudo llevar mayor carga de desilusión, para aquellos que venían dispuestos a bañarse en la Concha. El día se enmendó y no acabó mal, bajo techo nuboso y rasgado, por donde se filtraron los rayos de sol. De todas las maneras, el paraguas estuvo preparado».
En el DV del día 16 seguían contando que «la mañana de ayer fue silenciosa y tranquila. Por lo que nos cuentan, la Parte Vieja fue una caja de resonancia hasta que la lluvia rompió filas entre los improvisados orfeonistas, que siguen su fiesta, frente a los que buscan descanso y se entregan al sueño, como todos los días».
«Sin toros es inconcebible»
Sin embargo, otro comentario en DV apuntaba que el Día de la Virgen se había vivido «añorando los toros, pero menos, pues toros hubo en Fuenterrabía, como días antes en Azpeitia, sin llegar a registrarse el lleno».