1950 | «Con dinero ella no se apeaba» del trolebús
El artículo 42.2 del reglamento que aplica actualmente dBus especifica: «La persona viajera procurará abonar el importe exacto del billete ocasional. No obstante, tendrán ... derecho a que se les proporcione cambio de moneda o billetes hasta la cantidad de 20 euros».
O sea, que los conductores deben llevar vueltas para billetes de 20 euros. Lo que ocurre es que durante muchos años no había ninguna norma escrita y cuando el chófer, o el cobrador que había antes, no podía devolver las monedas a alguien que pretendía pagar con un billete grande se montaba el lío. Así ocurrió hace 75 años. Planteó el tema Txibirisko en su columna 'Saski-naski' de DV el 21 de junio de 1950: «¿Tiene que apearse el viajero del trolebús porque el cobrador no tenga cambios?, nos pregunta un lector».
«Y, al parecer, las nuevas o viejas reglas de la Compañía deben rezar así, porque el otro día sucedió el caso siguiente: En un trolebús, para más detalles, de la línea 'Igueldo', subió una señorita entregando al cobrador un billete de cincuenta pesetas que, con bastante mala cara, lo rechazó diciendo que no tenía cambios ni obligación de tenerlos y que, por lo tanto, se tendría que apear».
1950 Hace 75 años
¿Quién está obligado a llevar cambios, el viajero o el cobrador del trolebús? Hace 75 años una señorita quiso pagar con un billete de 50 pesetas y, aunque le dijeron que no tenían vueltas y debía bajar, «dijo que lo sentía, pero que con dinero ella no se apeaba»
La mujer era brava y, ante la falta de una normativa clara, se hizo fuerte en el vehículo: «La señorita dijo que lo sentía, pero que con dinero ella no se apeaba, haciendo su trayecto en medio de los refunfuños del cobrador, que entabló discusión con otro viajero sobre quién tenía la obligación de llevar los cambios. El viajero le dijo que el billete de cincuenta pesetas no era una cantidad tan exorbitante. A pesar de lo cual, el cobrador insistía en hacerla bajar».
No aportaba más información hace 75 años Txibirisko, pero imaginamos que la «señorita» completaría su trayecto pese al revuelo y las recriminaciones del cobrador de la Compañía del Tranvía.
Cánticos y discusiones
Como espacio altavoz para las quejas y debates ciudadanos, en el apartado 'Saski-naski' de la misma edición del 21-VI-1950 se recogía una crítica que Txibirisko calificaba de «muy razonable». La carta que la formulaba decía así: «Resido en esta ciudad, en la calle de San Jerónimo. Todas las noches y llegadas las horas en que todo ciudadano se halla en el descanso natural (...), me veo imposibilitado de dicho descanso y particularmente en estas noches calurosas en las que forzosamente se precisa el abrir las ventanas para recibir el aire fresco (...), como consecuencia de cánticos, discusiones a viva voz y palabras malsonantes que se oyen con frecuencia».
Quienes salían achispados de bares y restaurantes no dejaban dormir a los vecinos de la Parte Vieja. El lector creía que «tal ambiente va en perjuicio del nombre de nuestra querida ciudad y de sus buenas costumbres, a más del descanso que todo trabajador es merecedor después de su jornada de trabajo».
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