«Al menos sé que quien mató a mi hijo no volverá a conducir; sus cinco años de cárcel me dan igual»
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La familia del donostiarra Mikel Manzano desea que la condena al conductor que causó la muerte de su hijo y un amigo en 2020 en la N-121-A haga que «se reduzca la gente que coge el coche drogada»«Nadie va a devolvernos a nuestro hijo vivo», recuerda Mikel Manzano, padre de uno de los dos jóvenes fallecidos, el 11 de enero de ... 2020, en el accidente de tráfico registrado en la N-121-A, en el término del municipio navarro de Olague. Partiendo de esta premisa, ningún castigo al conductor drogado que provocó la tragedia al quedarse dormido al volante e invadir el carril contrario y colisionar contra el vehículo en el que viajaban los dos chicos que perdieron la vida, podría resarcir a ninguna de las familias de las dos víctimas. La Audiencia de Navarra ha condenado a cinco años y un día de cárcel al hombre de 36 años que conducía el todoterreno letal, pero «sinceramente –añade el padre del chico donostiarra del mismo nombre–, me daba igual que le hubieran caído cuatro años que dieciocho o los cinco que finalmente han sido. El daño ya está hecho». Es algo que no tiene vuelta atrás, pero el fallo judicial conocido ayer sirve para tratar de «cerrar la puerta» de un proceso que «se ha hecho largo» y deja un único consuelo, si es que se puede hablar de alivio cuando muere «un hijo de 21 años que tenía toda la vida por delante»: «Al menos sé que quien mató a nuestro hijo no volverá a conducir, porque el juez le ha quitado el carné de por vida. No se volverá a cruzar con nadie más en la carretera. Nos ha destrozado la vida, y se ha destrozado la suya al no poder conducir más». Las partes deben valorar si recurren o no el fallo judicial, aunque no está en el ánimo de Manzano.
El siniestro tuvo lugar poco antes de las 20.00 horas de aquel sábado de enero. El acusado reconoció que la noche anterior había consumido anfetaminas, pero aseguró que ese día estuvo pescando en Hondarribia. El tribunal pone en entredicho esta versión, dado que la señal de su teléfono móvil lo sitúa sucesivamente en localidades como Lesaka-Donostia-Lesaka-Ondarroa-Irun y Hondarribia. «Estuvo de fiesta desde Ondarroa por toda la costa hasta Hondarribia, y mi hijo y sus amigos tuvieron la desgracia de cruzarse con él en el camino». Los tres jóvenes circulaban en un BMW 330D conducido por el donostiarra Mikel Manzano, que residía en Lesaka con su pareja, María. El otro fallecido, el igantziarra Xabier Taberna, de 19 años, ocupaba el asiento trasero en el lado del conductor, mientras que el superviviente, J.G.I.O. de 26 años, iba de copiloto.
Circulaban correctamente
Los tres venían de Zaragoza, donde el joven navarro que sobrevivió al siniestro había comprado un BMW que trasladaban en un remolque. Según la sentencia, viajaban correctamente. «Cuando las víctimas de un accidente son jóvenes –apunta el padre–, se tiende a culpabilizarlos, a decir que cómo irían. No fue el caso. La Policía Foral nos dijo que iban perfectamente por su carril y que el conductor era experimentado –Mikel competía en rallies– porque intentó evitar el impacto, según apreciaron por las marcas en la carretera», en el punto kilómetro 20 de la N-121-A. Probablemente el lastre del portacoches tampoco ayudó en la maniobra por esquivar el destino, pero «prefiero no pensar en eso, ni en si se hubieran parado a tomar un café. La única realidad es que ya no están aquí».
«Esta carretera acoge una barbaridad de camiones, pero el problema esta vez fue que un hombre de 34 años conducía drogado»
Tampoco esta vez la responsabilidad del accidente está asociada a la peligrosidad de una vía que cada año se cobra alguna vida y que «alberga 3.000 vehículos pesados al día, lo que es una barbaridad dado que no reúne condiciones» para asumir semejante volumen de tráfico, «aunque en los dos últimos años se han realizado obras de mejora», reconoce Manzano, como por ejemplo el desdoblamiento de carril en varios tramos. «El problema», resume el padre del conductor, es que «una persona de 34 años, que ya no era ningún niño que se hubiera fumado unos porros, cogió un coche estando drogado con anfetaminas», lo que desencadenó una nueva tragedia en esa ruta.
Más sensibilización que castigo
Dos fueron las víctimas mortales, pero «pudieron haber sido 50 si en lugar de chocar contra un coche lo hubiera hecho con un autobús, o con un camión cargado con algún producto tóxico. ¿Pero hacen falta más muertes para que las administraciones tomen medidas?», se pregunta Mikel Manzano.
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Circulaba drogado y se durmió al volante fruto del agotamiento
En su fuero interno, este donostiarra quiere confiar en que la muerte de Mikel y Xabier no caiga en saco roto. «Me gustaría, por un lado, que esa carretera siga siendo mejorada en cuestiones de seguridad, porque alberga muchísimo tráfico internacional que supone un gran peligro para todas las personas que viven en ese corredor. Y por otro lado, aunque sé que seguirá habiendo más accidentes, igual que seguirá habiendo robos o asesinatos, me gustaría que al menos la muerte de mi hijo sirva para sensibilizar, para que alguien que bebe y se droga en una noche de juerga, decida no coger el coche. Porque este problema no se soluciona endureciendo las penas, sino incidiendo con campañas de concienciación del peligro. No es cuestión de poner penas de cárcel de 18 años».
«Lo recordamos cada día»
Casi tres años después, Mikel Manzano y su mujer, Arantza Altuna, que residen en Donostia, recuerdan a Mikel «cada día. La vida te hace seguir adelante, porque no te queda otra. De lo contrario, caes en una depresión». Pero es algo que «siempre» está ahí. «Aunque sabes que no va a ser así, a veces tienes la sensación de que nuestro hijo puede entrar en cualquier momento por la puerta», confiesa Mikel.
«Ojalá la muerte de mi hijo sirva para sensibilizar, para que alguien que bebe y consume en una juerga decida no coger el coche»
El accidente tuvo lugar apenas dos meses antes del confinamiento por la pandemia, durante el que el matrimonio Manzano Altuna convivió con su otra hija, Naiara. «Las semanas que todo el mundo tuvimos que estar recluidos nos ayudaron a aislarnos del exterior y realizar ese duelo que es necesario».
La muerte de un hijo es algo antinatura y, de tanto en tanto, a Mikel Manzano le embarga la sensación de «preferir haberme muerto yo y no él, que con solo 21 años tenía toda la vida por delante». La breve huella vital que fulminó un conductor drogado fue, sin embargo, «intensa. Mikel vivía la vida con intensidad. Diría que había vivido más en 21 años que yo con 45. Era un chico vital, hacía sus juergas pero también era muy responsable». Amante de los rallies, había practicado karate y le gustaba ir a esquiar. Compaginaba su trabajo en la empresa Salto en Oiartzun con sus estudios de Mecatrónica en Don Bosco en Errenteria, con su vida desde 2018 junto a María en Lesaka. Conocía, por tanto, cada bache de la N-121-A, pero aquella tarde de enero de 2020 no puedo evitar aquel tanque cargado de anfetaminas que se encontró de frente.
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