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Tras la tempestad no vino la calma. Por un lado, porque el día después a que la borrasca 'Mónica' provocara el caos en numerosos ... rincones del territorio, con ríos desbordados, torrentes de agua bajando por los montes, carreteras y rotondas cortadas, y cientos de viviendas, garajes y locales anegados, Gipuzkoa se vio este miércoles obligada a arremangarse para limpiar los restos que el agua había dejado tras su marcha casi a la misma velocidad que había llegado, causando un centenar de incidencias y varios más de viviendas, locales y garajes afectados. Y por otro, porque las cascadas de agua caída del cielo la víspera continuaron provocando algunos desprendimientos. Uno de los más graves fue el deslizamiento de un talud en un tramo de la línea férrea entre Elgoibar y Mendaro, que ha obligado a Euskal Trenbide Sarea (ETS) a cortar el servicio ferroviario entre ambas localidades por espacio de unos diez días con el fin de reparar la afección, en una zona castigada por el desbordamiento del Deba. También fue significativo el derrumbe de un puente de uso de servicios sobre el Oria en Andoain.
En cualquier caso, el cielo dio este miércoles una tregua, lo que permitió que la jornada de faena resultara más liviana. En pocos lugares los afectados se vieron realmente sorprendidos por la incidencia de unas riadas que en las zonas inundables resultan relativamente cíclicas. Como todo acaba en el mar, buena parte de los troncos, ramas y plásticos arrastrados eran visibles en varias playas y otras zonas del litoral de Gipuzkoa.
Quien más quien menos había salvado sus pertenencias de más valor –fundamentalmente vehículos– y se resignaba «hasta la siguiente» inundación. No será esta semana, ya que los episodios más fuertes de precipitación han pasado, y los avisos por fenómenos meteorológicos se limitan hoy al color amarillo por riesgo marítimo-costero, y también por nieve sobre los 800 metros esta noche en el interior de Euskadi.
Especialmente en la comarca de Tolosaldea, la más afectada por la crecida del río Oria –que también causó quebraderos de cabeza y problemas en Andoain–, las brigadas de municipios como Tolosa o Amasa-Villabona trabajaron a destajo para retirar el barro con más agua, a manguerazo limpio. En zonas en cotas más bajas, donde el lodo había campado a sus anchas, llegaron a emplearse palas excavadoras. En infinidad de casas, bajeras y trasteros faltaron manos para el 'auzolan' a base de cepillos, fregonas y cubos. «El martes fue un día de estar evacuando agua, y hoy (por este miércoles) ha sido de limpieza y ventilación para evitar las humedades», reconocían varios damnificados por las aguas oriatarras. Más de uno apostillaba con cierta sorna: «También hemos secado las lágrimas por la Real», que el martes fue apeada de la Copa por el Mallorca.
«Eso nos remató el día», confesaba Martxel Pita, vecino de Kale Berri, la calle principal que cruza Villabona casi de norte a sur, paralela al Oria. Lo encontramos en el mismo lugar donde lo habíamos dejado la víspera, prácticamente también con los mismos vecinos arrimando manga con hombro para terminar de sacar el agua de sus garajes subterráneos. Apenas quedaba un fino manto de los 80 centímetros que llegó a alcanzar la inundación, a tenor de la marca que había quedado en la pared. «La de diciembre de 2021 llegó hasta esta otra marca, 60 centímetros», apuntó otro hombre.
La mayoría de los locales estaban ayer vacíos, y solo en un par había unas bicicletas y alguna balda. «Estamos acostumbrados a que nos entre el agua cada vez que sube el río, así que intentamos dejar las cosas en las zonas altas», apunta Pita. Tienen ya tanto callo, que el lunes por la noche todo el vecindario sacó sus vehículos para aparcarlos fuera en una zona que no alcanzara la riada. «Te crees que tienes un garaje, pero en el fondo no te sirve de almacén».
Si la avería no fue mayor fue porque las bombas de achique hicieron su parte. Tienen dos fijas que evitan más de un disgusto, y una tercera a la que recurren en casos extremos, como esta vez. Antes de estar preparados, escarmentaron a golpes. «Cuando compras un piso no piensas que sea una zona inundable, nadie te lo dice. Las dos primeras inundaciones nos pillaron de nuevos, y el agua nos entró hasta el techo», confesaban.
La primera, «hace 22 años», le cogió a Martxel Pita y a su mujer recién mudados. «Teníamos un montón de cajas aún sin abrir en el garaje. Fue una catástrofe. Perdí unos 300 vinilos y miles de diapositivas». En el portal de al lado, dos técnicos supervisaban el ascensor, que seguía inutilizado debido al agua aún acumulada en el hueco del elevador, que baja hasta los trasteros, situados un metro más abajo que la acera. «En octubre terminamos de pintar todo el portal, y ya ves cómo ha quedado», lamentaba una mujer.
En varias conversaciones fueron recurrentes dos temas. Uno, la mejoría experimentada a raíz de la obra de ampliación del cauce del Oria, que justo acaba enfrente de sus casas en Kale Berria. «Aún falta la segunda fase hasta el puente de Aduna, pero parece que va para largo».
El segundo era el comportamiento del río, tanto antes como después de la crecida. «Se desbordó en muy poco tiempo» –sobre las 9.15 horas–, lo que les lleva a conjeturar con una posible apertura de las compuertas del pantano de Ibiur, ya que «cuando las abren, el nivel sube». Desde Gipuzkoako Urak negaron haber realizado algún «desembalse preventivo» en esta presa, aunque sí reconocieron su «desbordamiento», al llegar al 100% de su capacidad. En todo caso, la inundación desapareció relativamente pronto. «Para las cuatro de la tarde no había agua en la calle», confirmaron los vecinos. Este hecho activó a la brigada municipal, que comenzaron a limpiar las calles con mangueras y el 'dunper' en una jornada que acabaron a las 22.00 horas, y reanudaron ayer a las 7.00.
Unos kilómetros más arriba, el Oria también causó algún estrago en la zona de Tolosa. En la recta hacia Anoeta, justo en el cruce de Ernialde, Martin Estarbe limpiaba el acceso a una bajera donde aún no había podido entrar para comprobar el estado de «un tractor y una desbrozadora» que alcanzó el agua. Solo la carretera separa el río de la casa en la que nació, por lo que «te acostumbras a vivir pendiente del río». La anterior inundación, «hace año y medio», fue «de noche. Se fue la luz y no se veía nada». Esta vez fue al amanecer, y no pudo salvar nada de antemano. «La sobrina vive al lado y me llamó a las 7 para avisar de que teníamos el agua dentro». Les entró «bastante, casi un metro», y por momentos le recordó la mayor riada conocida. «Entró la misma agua que en el 83. Yo entonces tenía 29 años y recuerdo que la altura llegó hasta la mitad de la barra de la tasca 'Aldexo' que tenía mi tía aquí».
En la casa de enfrente, que en este caso es Hernialde y no Tolosa, reside desde hace 17 años Tarana Karim, una azerbaiyana que habla un perfecto euskera. Asegura que la zona se inunda «dos o tres veces cada año», ya que el acceso hacia Hernialde por debajo de un pequeño puente crea una especie de pozo que «se llena de agua enseguida». Según dice, lo saben «en el Ayuntamiento, en Diputación y en enero de 2023 entregué el expediente en el Gobierno Vasco. No me dan una solución». En esta ocasión, tras ver las previsiones, pudo aparcar su coche en un punto más alto, pero tras tantos episodios de amor y odio con el río, se comprende que haya «perdido ya dos coches con el agua, y un tercero al final lo pude recuperar».
Cuando compró la casa, nadie le habló de que el Oria se desbordara y mucho menos del embudo de agua que se forma bajo el puente. Se ha habituado a que cada cierto tiempo la entrada a su casa quede anegada y deba acceder a ella «desde un trastero en la parte de atrás». Pero es más difícil habituarse a ver desde la ventana de la cocina cómo la marea de agua y barro va subiendo su nivel. «Se quedó a 20 centímetros de la ventana. Si sacaba la mano, tocaba el agua. Hubo un momento que se juntaron varios patos y veía como los gatos se preparaban como si fueran a cazarlos. Pasé el día preocupada en casa».
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