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En el presente, las campañas electorales se disputan en la televisión y las redes sociales de internet, pero recuerden que cuando volvió la democracia en ... las semanas previas a las citas con las urnas se llenaban las calles de carteles y más carteles. Sin espacios fijos asignados, los distintos partidos tiraban con entusiasmo de engrudo y papel, ocupando fachadas e incluso tapando los carteles que poco antes habían colocado otras formaciones políticas.
En aquel contexto nos encontramos con la siguiente pregunta, lanzada al aire desde la crónica de Tolosa en EL DIARIO VASCO…
El 9 de marzo de 1980 se habían celebrado las primeras elecciones al Parlamento Vasco. Una semana después, los carteles seguían allí, en muchas fachadas de las localidades guipuzcoanas, en este caso las de Tolosa. La villa papelera estaba empapelada.
Como escribía el corresponsal, «quedó atrás la jornada de elecciones, pero la villa continúa 'empapelada' a base de propaganda electoral. Como en anteriores ocasiones, quienes se ocuparon de pegar los carteles no han demostrado la misma actividad a la hora de 'despegarlos'…».
«Tampoco el Ayuntamiento ha tomado una decisión en orden a tan necesaria labor de limpieza. Al parecer, la inhibición corporativa se motiva fundamentalmente en la falta de dinero».
Por ello, el Ayuntamiento tolosarra, como todos los guipuzcoanos, acogió con agrado la decisión de la Diputación Foral de Gipuzkoa de ayudar cubriendo el cincuenta por ciento del costo de la limpieza, quedando a cuenta de cada municipio la otra mitad.
Añadían: «Por cierto, la Diputación sugiere también la conveniencia de que particulares y comerciantes colaboren en la cuestión. La verdad es que los comerciantes están bastante 'quemados'».
Y reproducían el 16 de marzo de 1980 la carta de «un comerciante amargado» de la villa, en la que se lamentaba con desengaño…
«Ya está bien de cartelitos. En cada campaña de elecciones, las fachadas de mi establecimiento y hasta los escaparates se cubren de carteles. Yo y otros comerciantes como yo tenemos que aguantarnos y esperar a que pase la campaña. Pero cuando pasa, ni uno solo de esos partidos políticos que tanto prometen para ganarse los votos tiene la pequeña delicadeza de retirar los carteles que les han servido para su propaganda».
«A lo peor –consideraba– es porque los que más carteles utilizan son los que menos votos consiguen, y por eso se les quitan las ganas de trabajar después de las elecciones. Total, que al final los que pagamos el pato somos los comerciantes, rompiéndonos las uñas en quitar papeles y en gastar detergentes y otros productos de limpieza».
El «comerciante amargado» extendía su crítica a todo tipo de carteles, no solo los políticos, que recuerden que en la Transición se pegaban alegremente por todas partes.
«Aunque no esté bien precisamente, se podría admitir lo de los carteles de las elecciones. Pero ¿qué hace el Ayuntamiento con todos esos carteles que nos pegan anunciando fiestas, actuaciones de conjuntos musicales y demás, que ni se celebran en Tolosa? ¿Es que no hay sanciones para quienes los pegan»?».
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