Los exploradores se mueven por delante del grupo. Su cometido es perderse más allá de donde acaban los mapas, dejar huella donde nadie ha trazado ... un sendero. Los exploradores se sienten más cómodos en terrenos inestables. Avanzan en grupos pequeños orientados por indicios e intuiciones. Luchan para no dejarse guiar por sus prejuicios y observan, como si fuera la primera vez, lo que ya conocen. A los exploradores no les interesa tener razón, no dan nada por sentado, están habituados a fallar, a caerse y no dudan en acercarse un paso más al precipicio.
Antes de google la mitad del tiempo se nos iba buscando. De entonces, recuerdo que no hay motor de búsqueda más potente que la curiosidad. El ingenio se nutre de preguntas pero la curiosidad, para despertar, necesita desafíos, territorios inexplorados donde dudar.
Quien abre camino no suele llevarse las medallas. Hoy, la obsesión contemporánea por perseguir el aplauso nos apremia a tomar atajos, a encontrar antes de buscar. Se valora la filigrana, se premia la repetición ejecutada con esmero, la interpretación actualizada de lo probado y aprobado. Triunfar requiere repetir recetas de éxito aunque conlleva el riesgo de quedar atrapado en patrones de pensamiento establecidos.
Dudar cansa y la vida activa de un explorador no suele sobrepasar el lustro pero ayer abrió la temporada Mugaritz y cumple 25 años. Aún no entiendo por qué lo llaman restaurante pero es, sin duda, el campamento de exploradores donde mejor he comido.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión