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Los daneses establecieron colonias en Groenlandia occidental desde 1721. Pero no alcanzaron la costa oriental, bloqueada por una banquisa permanente, hasta casi el siglo XX. ... Llegaron en botes de cuero, en una expedición formada por cuatro exploradores daneses, veinte remeras nativas y siete cazadores nativos, y se encontraron con cuatrocientos inuits orientales: llevaban siglos aislados, se creían solos en el mundo. Los daneses fundaron una colonia, al chamán Mitsivarnianga lo bautizaron Andreas y le enseñaron a rezar el Padre Nuestro y a pedir «la foca nuestra de cada día» (porque allí nadie sabía qué era el pan). Pocas décadas después, dos mil estadounidenses instalaron una base militar y abrieron una pista en el hielo: el aeropuerto de Kulusuk, donde aterrizamos en 2008 porque Josu Iztueta quería repartir unas fotos que había sacado a los alumnos de la escuela local veinte años antes (!). Tocando puertas, buscando a aquellos niños ya treintañeros, conocimos también a sus abuelos. Habían nacido sobre el hielo durante las migraciones anuales de sus familias cazadoras, los obligaron a asentarse en pueblos prefabricados y cayeron en el abismo de tantos indígenas: desaparición de su modo de vida, esterilización forzosa de mujeres, alcoholismo, violencia, maltratos sexuales, epidemia de suicidios juveniles. Ahora un megalómano quiere comprarles el país, sin descartar una invasión, para perforarlo y exprimirlo «por el bien de la seguridad mundial».
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