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Hace unos días estuve en Cartagena y fui a ver su museo naval, en el que la pieza principal es el submarino de Isaac Peral. Me llamaron mucho la atención sus dos hélices muy salientes. De repente me puse a pensar que el primer barco ... de vapor que tuvo éxito comercial, el de Robert Fulton, llevaba paletas. Esos barcos se hicieron populares en el río Misisipi y todos los hemos visto en alguna de las películas de «La vuelta al mundo en 80 días».
Lo de las paletas para avanzar es intuitivo. ¿Pero de dónde procede la idea de una hélice? Tanto los griegos como los romanos utilizaban, para subir agua, el llamado tornillo de Arquímedes que no deja de ser un tubo que lleva dentro una hélice con muchas vueltas.
Basándose en esa idea, el agricultor británico, Francis Pettit, en 1837, hizo un barquito movido por algo similar a la hélice del tornillo de Arquímedes, con dos vueltas. El barco navegó aproximadamente a cuatro nudos. Durante ese viaje, la hélice se dañó y quedó solo con una vuelta. Lo más sorprendente fue que el barco duplicó su velocidad. Sorpresivamente, el barco iba mucho más deprisa con una hélice de una sola vuelta.
Este hallazgo fortuito dio origen a las hélices de hoy en día. Fue revolucionario y gracias a él se cambió totalmente el diseño naval.
A los hallazgos casuales se los suele llamar «serendipia». La hélice propulsora de los barcos es un claro ejemplo de ese tipo de descubrimientos.
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