«Estamos felices por poder dormir en una cama»
Los migrantes malienses que llevaban más de cuatro meses viviendo en la calle en Donostia fueron trasladados ayer al albergue del Santuario de Arantzazu, en Oñati
Más de cuatro meses, más de 120 días con sus noches viviendo en las calles del barrio donostiarra de Amara Berri. Esta ha sido la ... situación de decenas de malienses que recalaron el pasado mes de abril en Donostia tras ser expulsados de Francia al serles denegada la solicitud de asilo –según el Tratado de Dublín, las peticiones de asilo en la UE deben hacerse en el país de entrada a Europa, en este caso España–. Los movimientos de acogida en diferentes centros guipuzcoanos se iniciaron hace un mes y ayer, finalmente, todos los subsaharianos –medio centenar– que vivían en la plaza Cofradías fueron trasladados a la hospedería del Santuario de Arantzazu, en Oñati.
Las caras de felicidad de los migrantes reflejaban esperanza. Este nuevo paso por parte de las instituciones guipuzcoanas supone ver algo de luz al final del túnel. «Estoy muy contento de poder dormir en una cama». Así resumía Diarra, maliense de 24 años, el sentir de todos los compañeros con los que ha compartido calle en Donostia. Todos ellos se reunieron sobre las 10.30 horas con representantes de la Diputación de Gipuzkoa, el Ayuntamiento de Donostia, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y la Cruz Roja en el colegio público de Amara Berri. Ahí informaron de primera mano a los migrantes sobre cómo se iba a desarrollar el traslado a su 'nuevo hogar' temporal.
El procedimiento fue sencillo. Entregaron un papel con un número a cada uno de ellos que especificaba el orden de acceso a los vehículos en los que serían trasladados al centro de Oñati. El transporte corrió a cargo de la Cruz Roja –a petición del consistorio donostiarra–, que habilitó seis furgonetas. Los más rezagados llegaban a la sala, documentos en mano y con una sonrisa de oreja a oreja, y otros recorrían el camino de vuelta con el ticket de acceso a los vehículos.
«Llevo más de cuatro meses en la calle y volveré a Donostia para saludar a los vecinos y agradecerles su ayuda»
Telly
Guinea-Bisáu, 25 años
Una vez concluida la reunión, a eso de las 11.30 horas, los malienses volvieron a la plaza Cofradías a recoger las escasas pertenencias con las que han subsistido durante más de cuatro meses. Allí los recibieron los vecinos de Amara Berri, visiblemente emocionados primero por el paso adelante que supone el traslado, y segundo por despedirse de personas con las que han tratado día tras día, construyendo lazos que «jamás vamos a olvidar», aseguraba uno de los migrantes.
Después de recoger mochilas, ropa y demás utensilios todos partieron hacia la calle Olaeta, donde aguardaban los vehículos de la Cruz Roja. Veinte voluntarios se encargaron de organizar el acceso a las furgonetas. «Están que no se lo creen», afirmaban los vecinos de la zona. «Estoy muy contento de ir allí, llevo cuatro meses en la calle. Dentro de un mes tengo la segunda cita con la policía, en la que les contaré mi situación para iniciar los trámites del asilo», contaba Telly, joven guineano de 25 años que lleva «desde el primer día» en la plaza Cofradías. Se mostró «muy agradecido» con los vecinos de Amara Berri, que no paraban de acercarse a él para desearle «buena suerte en la vida». Él correspondía los gestos de amabilidad prometiendo que «volveré para saludaros».
La implicación de asociaciones vecinales y residentes en el barrio de Amara Berri ha sido total durante estos cuatro meses. Ayer, «como todos los días», dieron desayunos a todos los solicitantes de asilo, el último antes de marchar hacia Oñati. Un grupo de vecinos acompañó al medio centenar de malienses hasta que llegó el momento de la despedida.
«Es positivo que nos trasladen, pero yo no puedo dormir por las noches por miedo a que hagan daño a mi familia»
Issa
Mali, 35 años
Poco a poco y de manera ordenada fueron accediendo a los vehículos de la Cruz Roja, un día antes del comienzo de la Semana Grande donostiarra. Los últimos abrazos y gestos de cariño retrasaron la salida de las furgonetas. La emoción en las caras de migrantes y vecinos era evidente. «Esto es un paso adelante para ellos. No sabemos lo que pasará ahora pero es una buena señal. Después de cuatro meses les han escuchado y han tomado decisiones», expresaba Nerea Albisu, que reside en el barrio y que junto con varios vecinos de la zona se ha volcado totalmente con estas personas.
Las lágrimas no tardaron en brotar de los ojos de los presentes, y los vehículos de la Cruz Roja se fueron llenando progresivamente hasta albergar a todos los malienses que todavía vivían en situación de calle en Donostia. Una despedida «muy emotiva», a la altura del grado de cooperación y solidaridad que han mostrado los vecinos de la zona, y de la complicidad de los migrantes que, a pesar de su delicada situación, «nunca han creado problemas ni han puesto malas caras». Todavía tienen un largo trámite por delante hasta conseguir los permisos de asilo, pero está claro que este último traslado es un paso esperanzador para todos ellos.
Duras historias de vida
Dejan atrás infinidad de relatos, historias y experiencias que han salido a la luz en su estancia en las calles donostiarras. Periplos por una larga lista de países, viajes en patera, conflictos con autoridades locales pero siempre con el mismo resultado. Un sentimiento de «vulnerabilidad y abandono» que ha quedado representado con los más de cuatro meses que han pasado en situación de calle en Donostia.
«Esto es un paso adelante para ellos, no sabemos lo que pasará ahora pero es una buena señal porque se han tomado decisiones»
Nerea Albisu
Vecina de Amara Berri
Issa (Mali, 35 años) es uno de los que ayer se subió a las furgonetas de la Cruz Roja camino a Oñati. Antes de acceder al vehículo, narraba su conmovedora historia. «No puedo dormir por las noches. Tengo cuatro hijos en Mali y no estoy seguro de que mi mujer esté viva. Tengo miedo de que puedan hacer daño a mi familia», exclamaba con preocupación en el rostro. «Salí del país para conseguir una vida mejor para ellos. Llegué a París pero como no tenía papeles, me deportaron». No obstante, esta expulsión no fue a su país de origen, sino que lo enviaron a Libia. «De allí pasé a Guinea-Bisáu y tuve que volver a hacer el camino de vuelta». El traslado mejorará las condiciones de vida de Issa, pero su cabeza sigue estando lejos de Gipuzkoa.
Ingresado en el hospital
Otra de las tantas historias que quedarán en la memoria de muchos vecinos de Amara Berri es la del joven Kandé. Hace tres semanas tuvo que ingresar en el Hospital Donostia por «unos dolores en el brazo» que finalmente derivaron en «un pequeño ictus» que lo ha mantenido en observación desde entonces. Varios vecinos de Amara Berri que han visitado al joven en múltiples ocasiones durante su estancia en el hospital agradecen «el buen trato» recibido por el personal.
«Los médicos, enfermeras, auxiliares, trabajadores de limpieza y demás se han portado extraordinariamente con Kandé. Lo han cuidado muy bien y él ha estado muy cómodo a pesar de su situación», resalta Nerea Albisu. El joven Kandé ya se ha recuperado de su dolencia y abandonó ayer el Hospital Donostia para ser trasladado a un recurso de acogida en Tolosa. «Le ofrecieron pasar a un centro de acogida y él dijo que prefería volver a la calle porque tenía amigos allí. No los quería dejar solos».
El traslado que se llevó a cabo ayer da por concluida, en principio, la situación de personas sin techo asentadas en Amara Berri. Sin embargo, es inevitable hacerse una pregunta. ¿Y si llegan más? Los representantes institucionales presentes ayer en la reunión informativa con los migrantes dejaron entrever que no han descartado esa opción. «Si llegan más, volveremos a valorar la situación y trataremos de agilizar al máximo los trámites para su acogida». Pase lo que pase, aquellos que lleguen en situación de calle encontrarán cooperación y solidaridad en los vecinos de Amara Berri.
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