En medio de este ruido, captar la atención es el objetivo principal de cualquier vendedor de objetos, ideas o creencias. A propósito de las estadísticas, ... la necesidad de destacar y convencer ha provocado una producción descontrolada de datos. Los números son más fáciles de creer que las palabras. Son objetivos, tan verdad como que dos y dos son cuatro. En cambio, su análisis e interpretación acostumbran a ser más subjetivos.
Cuestionamos las opiniones pero nos plegamos ante el primer porcentaje. Los manipuladores han comprobado que, decorado con gracia, un diagrama puede soportar la tesis más débil, lo que ha provocado esta avalancha de propaganda disfrazada de estadística.
En una jungla de diagramas, curvas y porcentajes nos vemos obligados a juzgar y distinguir lo falso de lo relevante. Como no sabemos interpretar los números reaccionamos de dos formas. Por un lado, prestamos más atención a los datos más llamativos y alarmantes. Por otro, primamos la empatía sobre el análisis, aceptamos las cifras de quien piensa como nosotros y nos enrocamos, así, en nuestras opiniones.
Si estiras los datos se puede defender cualquier cosa. Cuentan que el dueño de la carnicería búlgara de Liberty Street fue acusado, hace un siglo, de añadir carne de caballo a sus albóndigas de pollo. Durante el juicio, cuando el fiscal le preguntó qué porcentaje de caballo contenían las albóndigas, el carnicero confesó que un 50%. Y aclaró, «por cada pollo añado un caballo».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión