Deshidratados, con la ropa mojada y llenos de esperanza
Muchos de ellos creen que su aventura ha terminado, pero se encuentran con que el frío, el hambre y el hacinamiento les espera
Un día decidieron que su sociedad gastronómica iba a ser una buena plataforma para dar de comer a aquellos que socorrían a los refugiados en ... las aguas mediterráneas de Grecia y acabaron alimentando a todos los que llegaban a Chíos. Desde septiembre lo hacen en Atenas y han dado el salto a Lesbos hace tres semanas. Son las gentes de Zaporeak, que como Peio García Amiano, saben muy bien cómo llegan quienes son rescatados de las olas o quienes consiguen llegar a tierra en cualquier punto de las islas.
«En principio llegan deshidratados y es necesario darles agua y algo ligero como un bollo. En invierno, si se puede, se les da té, pero algo fundamental es que puedan quitarse la ropa que llevan, que siempre está mojada, para que se pongan ropa seca y entren en calor».
Ver llegar a los niños, «siempre van con las mujeres en el centro de las balsas, la zona que más agua tiene» resulta lo más conmovedor, porque muchas veces es necesario envolverlos en aislantes para que no pierdan temperatura.
«Te abrazan, te dan las gracias, saben que en muchos casos les han salvado la vida, pero lo más terrible es que piensan que su aventura ha terminado, que lo peor ha quedado atrás. Y tú sabes que les esperan unas condiciones terribles, frío, hacinamiento, hambre... Nosotros nos hemos volcado en la comida, pero lo que les da el ejército griego es una porquería, alimentos que pueden provocar intoxicaciones y que ha ha comenzado a provocar problemas digestivos en muchos refugiados. Europa tiene que moverse, no se puede tolerar lo que está pasando».
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