José Esquinas | Ingeniero agrónomo y genetista
«Debemos transformar nuestro carro de la compra en un carro de combate»Presidió durante una década el Comité de Ética de la FAO. Aboga por una agricultura de cercaníay un cambio en nuestros hábitos de consumo
El genetista, ingeniero agrónomo y humanista José Esquinas (Ciudad Real, 1945) ha trabajado para la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de la ... ONU, donde fue responsable del desarrollo de acuerdos internacionales sobre biodiversidad y presidió durante una década el Comité de Ética de la FAO. Esquinas ha participado recientemente en las Jornadas del planeta Gipuzkoa 2024, organizadas en San Sebastián por el departamento foral de Sostenibilidad.
– Usted es de familia de agricultores, ¿no?
– Mis abuelos y mis padres han sido siempre agricultores. Yo mismo he trabajado en el campo durante muchos años. Cuando fuimos al colegio y después a la universidad, mi padre siempre nos decía que los veranos teníamos que ir a trabajar con él. Eso nunca se lo agradeceré lo suficiente. Yo digo muchas veces que mi mejor universidad ha sido el campo y mi mejor maestro, mi padre.
– ¿Qué cultivaba?
– Eran tierras manchegas. Teníamos sobre todo cereales, trigo, cebada y maíz. Después había un trozo pequeño de huerta para nuestro consumo con tomates, pimientos, patatas, y en algún año se sembró remolacha. Había algún olivar pequeño y una viña. Era un poco de todo y todo se aprovechaba.
– Para hacer su tesis usted recolectó 380 semillas de melón en España.
– Colecté 380 y hoy tú no encuentras en el mercado más de diez.
– ¿Y las otras?
– Muchas se han perdido. Hablo de 380, pero eso no es más que una mínima parte de lo que había, porque cada familia, cada pueblo, tenía sus propias variedades. Había distintos colores, sabores, formas y resistencias a enfermedades. Cuando era niño mi padre me decía que guardara las semillas de un tomate muy bueno o de una sandía muy dulce. No solo eran variedades adaptadas a las condiciones locales a lo largo de 10.000 años de agricultura, sino también a los gustos de la familia o de la comunidad donde crecían.
«Quien piense que es tan pequeño que no puede tener un impacto en la sociedad es que nunca ha dormido con un mosquito»
– ¿Se están perdiendo muchas variedades de cultivos en el mundo?
– Muchísimas. Hemos reducido la diversidad enormemente y eso tiene influencias en la dieta alimenticia. Pero hay una cosa más grave de la que se habla mucho menos.
– ¿Qué cosa?
– En las variedades locales tradicionales había una enorme diversidad y dentro de esa variedad cada planta era un poco distinta a la otra, sobre todo en la resistencia a enfermedades, al frío o al calor. Esta diversidad dentro de cada variedad local es la que le permitía adaptarse a los cambios impredecibles del medio ambiente. Sin embargo, ahora por ley, y esto es lo más grave, para ser comercializadas, intercambiadas y sembradas. Las semillas tienen que ser uniformes y estables.
– ¿Tienen que ser iguales?
– Claro. Una planta es idéntica a la otra, por eso ves en el mercado que todos los frutos son iguales. Esto tiene una implicación muy fuerte porque si todas las plantas son iguales, todas mueren si viene una nueva enfermedad. La selección natural y la del ser humano no pueden actuar. Estamos rompiendo las leyes más elementales de la naturaleza.
– ¿Acabaremos comiendo todos lo mismo y con el mismo sabor?
– Depende en gran parte de lo que compremos en el mercado. El alimento medio que hoy estamos consumiendo en España ha recorrido previamente casi 4.000 kilómetros. Si nosotros compramos esos productos, eso es lo que va a prosperar y si sus sabores no son los de antes y si además son variedades uniformes, eso es lo que vamos a comer. Para mí, comprar no es un acto inocuo, es un acto político porque, dependiendo de lo que compre, yo incentivo o desincentivo determinado sistema de producción. Creo que es imprescindible que seamos capaces de transformar pacíficamente nuestro carro de la compra en un carro de combate por un mundo mejor y más sostenible.
– No creo que un solo carro de la compra pueda detener la destrucción del planeta.
– Cada uno tenemos que hacer nuestra parte. Quien piense que es tan pequeñito que no puede tener un impacto en la sociedad es que nunca ha dormido con un mosquito en su habitación. Tenemos un arma poderosísima que es el consumo. Es preciso actuar como un mosquito en beneficio de la humanidad.
«El homo sapiens se está comportando con el planeta como un virus, y cuando un cuerpo tiene un virus trata de expulsarlo»
– ¿Estamos caminando hacia el abismo?
– Ese es del alguna manera el título del libro que Mónica García y yo hemos publicado hace poco, que se llama 'Rumbo al ecocidio', aunque luego tiene un subtítulo positivo, que es 'Cómo frenar la amenaza a nuestra supervivencia', porque no podemos ser tan negativos. El ecocidio sería matar al ecosistema Tierra, pero eso no quiere decir que el planeta está en peligro, porque va a seguir, no se preocupe; tiene 5.000 millones de años y va a continuar. Lo que sí puede ocurrir es que el cambio climático se lleve por delante al 90% de las especies y entre ellas, y seguramente en primer lugar, la nuestra.
– Ha habido más cambios climáticos.
– Pero mucho antes de la existencia del hombre sobre la Tierra. En este caso somos los que estamos provocando el cambio climático, que sí es consecuencia de la acción humana. El homo sapiens se está comportando con el planeta como un virus, y cuando el cuerpo humano tiene un virus trata de expulsarlo, que es lo que hará el planeta con nosotros. Lo que está en peligro no es el planeta, sino la supervivencia de la humanidad.
– ¿Hay alguna buena noticia?
– Tenemos la ciencia y la tecnología extraordinariamente desarrolladas, lo cual es una buena noticia si las utilizamos para hacer cosas buenas. Si nosotros las usamos para transformar la Tierra en un lugar donde haya armonía entre todas las especies, conscientes de que el ser humano no tiene que dominar a la naturaleza, sino que es parte de ella, podemos hacer un paraíso, pero si las empleamos para el enriquecimiento de unos pocos, para matar a la gallina de los huevos de oro, haremos un infierno.
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