«El bar es el corazón social de un pueblo»
Vecinos de localidades pequeñas de Gipuzkoa sin tabernas se movilizan para reabrirlas | Orexa, Bidania-Goiatz y el barrio oñatiarra de Araotz son algunos de los lugares que trabajan por mantener abierto el herri ostatu municipal
«Bares, qué lugares tan gratos para conversar», cantaba Gabinete Caligari en su mítico éxito ochentero. Tres décadas después, para muchos, los bares continúan siendo ... espacios donde encontrarse con amigos o vecinos. Esta función es más importante si cabe en los pueblos pequeños y se echa de menos cuando hace años ya que el último bar echó la persiana. Con el objetivo de reabrir estos locales y dar «más vida al pueblo», vecinos de localidades pequeñas de Gipuzkoa se están movilizando para recuperar los bares municipales. Algunos lo han conseguido.
«El bar es el punto de encuentro en el que te ves con tus vecinos y charlas, te pones al día y donde surgen cenas, se organizan actividades, festejos o planes de todo tipo», afirma Leire Retegi, una bergarrara afincada en Goiatz que tiene claro que «en pueblos pequeños como el nuestro, el bar es el corazón del pueblo. Si no hay o está cerrado parece que no hay vida».
Para que eso no ocurra, 25 vecinos de Goiatz llevan meses trabajando para que el bar municipal se reabra y tener dónde reunirse. «Es algo prioritario para nosotros. Nos permite socializar». Después de hablar de esa necesidad entre los vecinos, acudieron al Ayuntamiento de Bidania-Goiatz. El objetivo era «plantearle sus inquietudes en torno a este tema y la necesidad de enfocar de otra manera el alquiler o la adjudicación del herri ostatu (bar municipal)», que en casi todas las localidades guipuzcoanas existen.
«En un pueblo como el nuestro, e l compromiso de los vecinos hace que salgan adelante los proyectos»
El consistorio de Bidania-Goiatz aceptó de buena gana la propuesta de sus vecinos. Según cuenta Retegi, «por aquel entonces preparaba el pliego de adjudicación del bar municipal». Por lo tanto, los vecinos se pusieron manos a la obra y lo primero que hicieron fue estudiar las condiciones. «Nos supuso mucho trabajo», reconoce, pero los goiaztarras tenían claro cuál era su objetivo; continuaron trabajando y se enfrentaron a la ardua tarea de preparar un cuestionario para realizar una consulta. «Enviamos a cada casa un modelo de pliego con las condiciones y obligaciones para arrendar el bar municipal. Cada uno aportó sus ideas, criticó lo que no le gustaba o señaló aquello que se podía mejorar».
Implicación, muchas horas de trabajo y ganas de que tener un lugar de encuentro en Goiatz son las razones que movían a los vecinos para lograr su objetivo. «Nosotros queremos que el bar permanezca abierto porque nos aporta mucha vida, pero creemos que no es solo un puesto de trabajo para quién lo alquila. Somos conscientes de que no es fácil que funcione un negocio en un pueblo pequeño y por eso queremos que su responsable cuente con nosotros para lo que haga falta».
Retegi y el resto de los vecinos de Goiatz «somos compañeros de viaje del proyecto de contar con un bar. Sabemos que debemos respetar el criterio y forma de trabajo de quien lo alquile, pero también que sea partícipe de nuestra apuesta como pueblo para promover las actividades culturales, las relaciones sociales... y contará con nuestro apoyo para que sea rentable a quién se ponga al frente del bar». Y lo han conseguido, Goiatz tiene desde hace tres semanas el herri ostatu abierto
Reto y compromiso
Esa misma filosofía hizo que en Orexa, el pueblo más pequeño de Gipuzkoa con 123 habitantes, se plantearan seriamente dar salida al problema como contar con un lugar de encuentro. Durante generaciones el bar municipal había ofrecido un servicio de hostelería a los vecinos que acudían a diario hasta el mismo. Era un lugar donde charlaban y trataban aquellos temas que surgían a nivel vecinal. Esa frecuencia cambió por numerosos motivos como el cambio de hábitos o de horarios de trabajo, lo que hizo que un negocio que permitía sacar un sueldo a quien estaba al frente del bar fuese cada vez más costoso.
Los orexarras también abordaron el tema del arrendamiento del bar municipal. Tras varios intentos fallidos con arrendatarios que se interesaban por el negocio, que incluía un lugar donde poder vivir, pero que no acababan de asentarse en el pueblo, eran conscientes de que tenían que dar salida a un tema que para ellos consideraban «vital». Eneko Maioz, alcalde de Orexa, destaca la importancia del buen funcionamiento del «único bar del pueblo. Nosotros no lo vemos como un establecimiento hostelero. Para nosotros es lugar donde socializar, donde participar en actividades culturales...»
Eneko reconoce que «durante años apostamos por buscar un cocinero que se encargara de la explotación de la taberna y después asumiera el trabajo de dinamizador cultural y del bar. Fue clave darnos cuenta de que debíamos apostar a la inversa». Asegura que desde entonces «el ostatu ha comenzado a tener muy buenos resultados y la mejor señal de ello es que el bar de Orexa cuenta con un prestigio. Viene gente de fuera a comer expresamente porque hablan bien de su servicio y la calidad de la cocina. Además, muchos repiten».
Joxeluis lturrioz y Onintza Zubeldia son los encargados de su explotación. Iturrioz reconoce que «es muy duro y muy atado», pero que le «merece la pena». El orexarra junto a su mujer se situaron al frente del bar municipal hace un año y están logrando buenos resultados tras apostar por «la calidad del producto». Ya han conseguido buena fama en toda la comarca por sus postres.
Reconocimiento que ha atraído gente al ostatu y el pueblo. Su alcalde lo considera «muy beneficioso para todos». Además, cree que ha sido clave que unos vecinos hayan sido quienes se encarguen del bar. «Nos ha facilitado mucho el trabajo a la hora de coordinar ciertos temas y de tratar numerosas cuestiones como horarios, filosofía de trabajo, compromiso...», insiste Maioz. «En un pueblo como el nuestro el compromiso de los vecinos hace que salgan adelante los proyectos. De otra manera serían inviables». De hecho, los orexarras diseñaron Orexa Bizirik, un plan que recogía las necesidades, objetivos y retos que plantearon sus vecinos. «Es el compendio de muchas ideas incluso sueños de los orexarras».
Muchos recursos naturales
Ese es el propósito de los vecinos de Araotz. En este barrio de Oñati, han rehabilitado en 'auzolan' la antigua escuela de niñas. Hace unos años comenzaron con el proyecto de convertir el centro escolar en un espacio común, explica Koldo Zumalde, alcalde del barrio. Son muchos los senderistas, escaladores, montañeros, espeleólogos, que se acercan hasta este zona oñatiarra porque cuenta con numerosos atractivos naturales.
La antigua escuela se construyó en 1934 y estuvo en marcha hasta 1971. Debido al estado de abandono que presentaba en 2015, vaciaron el interior en auzolan y construyeron un nuevo tejado para dinamizar un barrio que ha pasado de los 560 vecinos que tenía hace siglo a los 80 censados que tiene en la actualidad. «Necesitamos revitalizar el barrio , en el que los últimos años han nacido varios niños».
Además, «afortunadamente muchos araoztarras que se trasladaron a la calle (Oñati) a vivir, siguen muy apegados al barrio y mantienen los caseríos y el entorno y los disfrutan como punto de encuentro, descanso o recreo festivo», cuenta Zumalde, «pero para ello es fundamental contar con un espacio donde poder llevar a cabo actividades sociales y culturales y para ello, la antigua 'nesken eskola' es clave». La cuestión económica es la clave de peso en este proyecto, «porque reformar el edificio y convertirlo en un hostal o apartamentos turísticos es una inversión importante para nosotros». Según comenta el alcalde, ya cuentan con el apoyo económico de distintas instituciones y entidades, como el Ayuntamiento de Oñati y el Gobierno Vasco.
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