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«El balonmano de chicas tiene ahora más repercusión»

«El balonmano de chicas tiene ahora más repercusión»

Eli Pinedo hizo un amago de retirarse, pero sigue siendo la gran estrella de un deporte en el que los hombres continúan como protagonistas

Ana Vozmediano

Domingo, 8 de julio 2018, 11:01

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Ha sido internacional con la Selección femenina de balonmano de España en 184 ocasiones y ha anotado 408 goles, lo que la ha convertido en la octava jugadora más veces internacional en la historia de la selección y la décima máxima goleadora. El impresionante palmarés de Eli Pinedo incluye un quinto puesto en el Campeonato Mundial de Balonmano Femenino de 2003, disputado en Croacia en el que fueron quintas. Cinco mundiales, cinco europeos y como colofón la Medalla de Bronce de los Juegos Olímpicos de 2012. Su carrera en el balonmano solo puede compararse con la de otro vasco, Julen Aginagalde, aunque como es habitual en tantos deportes, los sueldos de hombres y mujeres no son los mismos.

«La Federación nos paga a todos las mismas dietas, pero está claro que lo que se cobra en los clubes no se puede comparar. Es verdad también que nos dedican menos recursos, que tenemos menos visibilidad, pero también lo es que las desigualdades se van reduciendo, aunque todavía hay mucho terreno que debemos ganar. Yo he tenido suerte porque he jugado en la selección y eso tiene más repercusión. Pero los principios no son fáciles».

Eli Pinedo empezó a jugar al balonmano con once años en la ikastola de Amurrio, su pueblo natal, porque aunque siempre se le identifica con el Bera Bera donostiarra, ella nació en la localidad alavesa. No lo tuvo fácil, pese a que era el deporte que compartía con sus hermanos y sus vecinos, pero era lo que le gustaba practicar, el deporte que le atraía y se enfrentara o no a un mundo de hombres, se veía muy capaz de meter goles y de disfrutar.

Además, cree que ha tenido suerte, que no le ha tocado vivir la época más dura, esa que describía Ana Karrere, ahora alcaldesa de Andoain. No ha conocido esos momentos en los que el chófer del autobús en el que viajaban era el único hombre y por tanto recibía todas las facturas de la comida. «No me ha tocado eso, por suerte, pero nosotras tenemos que seguir peleando más que ellos para poder salir adelante y siempre cobrando menos».

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