Hace veinte mil años, nuestros tatarabuelos de Lekeitio fabricaban armas con huesos de ballenas varadas. Lo anunció la revista 'Nature Communications' y es el caso ... más antiguo que conocemos. La cueva de Santa Catalina donde hicieron el hallazgo contiene otras herramientas, collares, esculturas y un riquísimo vertedero con los restos de los animales que se zamparon sus habitantes durante miles de años: sobre todo ciervos, también renos y focas, pingüinos, patos, moluscos y 53 especies de peces. Es uno de los testimonios más antiguos de la pesca. En aquella época glacial, debían caminar cinco kilómetros hasta la orilla. Allí tendrían alguna cabaña. ¿Y luego? ¿Se aventuraban en el océano?
En los años 80, a los arqueólogos Arribas y Berganza les sorprendió encontrar restos de tantísimos bacalaos en esta cueva, porque son peces de aguas profundas. Puede que los atraparan en los estuarios, pero no descartaban que los humanos prehistóricos navegaran para pescarlos. Pienso en el primer humano que avanzó entre las olas, quizá flotando en algún tronco y remando con las manos, cruzando una frontera vertiginosa. ¿Qué lo impulsó a entrar en un medio tan hostil? ¿Qué le pasó por la cabeza al primero que dejó de ver tierra firme? ¿Y al que decidió navegar hasta una ballena para matarla? Sería el hambre, la desesperación, la diversión, la codicia, la curiosidad: los instrumentos cambian desde el hueso tallado hasta la nave espacial, los impulsos son los de siempre.
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