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Oskar Ortiz de Guinea
San Sebastián
Martes, 4 de marzo 2025, 12:50
«No sé lo que hago aquí, porque ni le he proporcionado ningún tipo de droga a esa muchacha ni la he agredido». Su intervención ... en su derecho a la última palabra resume el contenido de la declaración realizada este martes, en la Audiencia Provincial de Gipuzkoa, por un hombre acusado de haber violado a una niña de 14 años tras haberle facilitado cocaína en un domicilio de Irun. Tras escuchar el relato de este hombre, que tenía 43 años cuando presuntamente sucedieron los hechos, en abril de 2020, y también el de la presunta víctima, que testificó el pasado 8 de enero, la Fiscalía de Gipuzkoa ha mantenido su petición de 21 años de cárcel para él: 9 años por un delito contra la salud pública, agravado por la dispensa de sustancias a una menor, y otros 12 años por otro de abuso sexual con penetración. La abogada del procesado, por su parte, ha reclamado su libre absolución.
Las partes, por tanto, han mantenido las posturas con las que afrontaron la vista oral, que ha tenido lugar en dos días: el 8 de enero y este martes, cuando han comparecido dos forenses y el encausado, que no lo pudieron hacer el primer día por falta de tiempo al haberse dilatado en exceso la sesión, celebrada en la Sección Primera de la Audiencia.
Los hechos juzgados se remontan a una tarde-noche no definida de abril de 2020, aunque la joven no lo compartió con nadie hasta septiembre de 2021. Habría sucedido en una vivienda de Irun donde residían una mujer con su hija de 14 años y un hijo más pequeño, así como un amigo de la madre que convivió con la familia durante el confinamiento por la pandemia, porque no tenía un domicilio donde dormir y la mujer le cobijó en su casa.
La menor, según explicó ante el tribunal, calló durante año y medio hasta que un día, estando acogida en un recurso foral para menores, oyó a una residente relatar un hecho similar que «desbloqueó» el recuerdo de lo que ella habría vivido. Fue una noche en la que su madre compró una botella de una conocida bebida de ron y coco, que mezcló con piña, «mucha piña», según la madre. La chica, que solía fumar tabaco y hachís, aseguró que el varón fumaba cocaína en pipa, y que ese día le dio los restos de la cocaína que había fumado, haciéndole ver que era hachís. Según dijo, cuando la 'coca' es fumada adquiere un tono marrón, por lo que la confundió con hachís. Al fumar un porro con esta sustancia, se sintió «muy mal» y se fue a dormir. Durante la noche, notó cómo «alguien» se coló en su cama, presuntamente el procesado porque el otro varón en casa era su hermano pequeño «y no teníamos perro». Ella entró «en shock. Intenté abrir la boca y no me salían las palabras».
Al suponer que su madre no la iba a creer ni apoyar –«mi madre siempre me llamaba ligona y sé lo que me iba a decir», contó la chica–, la joven no verbalizó aquel episodio hasta año y medio después, cuando tenía 16 años y llevaba dos meses en un centro tutelado por la Diputación de Gipuzkoa. Según contó, un día que las compañeras estaban relatando el motivo que les había llevado a ingresar en el recurso, una de ellas contó una experiencia vivida con su abuelo, y ella se percató de que aquella noche en su casa había vivido «lo mismo». «Me dio un ataque de ansiedad, y salí de la habitación», añadió. Esa noche relató lo que recordaba a un educador y un día después denunciaron ante la Ertzaintza. El monitor confirmó la versión que la menor le contó «muy nerviosa», «se arañaba las piernas».
Por su parte, el acusado ha negado la acusación. Así, en respuestas a preguntas de la fiscal y de su abogada, ha asegurado que nunca le dio un porro a la menor, ni tampoco ningún tipo de estupefaciente. Y que la cocaína y el cannabis que él poseía, era para consumo propio procedente del stock que le quedó antes de que comenzara el confinamiento domiciliario por la covid. Según el informe toxicológico, era consumidor «crónico» de cocaína, cannabis y anfetaminas, pero el propio hombre ha rechazado que la noche de autos estuviera afectado por algún tipo de consumo.
En el turno de conclusiones finales, la Fiscalía de Gipuzkoa ha considerado que la declaración de la denunciante reúne «todas las condiciones» para ser validada como principal prueba de cargo, al considerarla consistente, precisa y carente de elementos de confabulación, algo que apoyó en su testimonio la psicóloga que la trató en su día. Además, pese a que no denunció el supuesto incidente hasta año y medio después, supo acotarlo en «una noche no determinada de abril», el día que su madre compró la referida botella de licor. Y ha razonado que no lo contó hasta el momento en el que se sintió «en un entorno seguro», acogida por Diputación.
La defensa, por su parte, ha hecho valer el testimonio negacioonista del procesado sobre unos hechos de los que «no hay testigos» y que, según ha manifestado, ha encontrado «contradicciones» en detalles aportados por la menor en los relatos que ofreció cuando puso la denuncia y después en instrucción y en la vista oral, tras la que el juicio ha quedado visto para sentencia.
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