El beso de Inés
Albert Rivera no tenía más salida ayer que dimitir y abandonar el barco de Ciudadanos, que situó en lo alto de la nueva política y ... que también él mismo llevó casi al naufragio tras un rosario de decisiones erráticas que internamente tuvieron una respuesta con portazos sonoros de destacados dirigentes al devenir del partido naranja. El rosario de dimisiones que se han registrado en los últimos meses dentro de la formación liberal telegrafiaba con nitidez el resquebrajamiento paulatino que se vivía dentro del partido por muchas cuestiones, pero sobre todo por el desaforado 'no es no' que machaconamente pronunciaba un Rivera que se empecinaba en embarrar el tablero político para que no hubiera partido. Y así fue. Los liberales que dejaron la formación lo hicieron con sonoros portazos y su marcha era tan traumática que algunos de ellos renunciaron a sus actas de diputados y se esfumaron de la vida política. Rivera, que no ejerció de bisagra y de partido facilitador con el bloqueo en el que se sumió Sánchez, y siguió el mismo camino que Rajoy, a quien por lo bajinis puso alfombra roja para que desalojara el Gobierno por medio de una moción, aunque a última hora le apoyó. Su facilidad para la prestidigitación política ha sido castigada como no se recordaba en los anales de la politica española, salvo el cacharrazo que se dio la UCD de Suárez en 1982 al perder 157 escaños. En eso también ha querido 'emular' a su siempre venerado referente político.
Albert Rivera tuvo una despedida entusiástica, pero no exenta de amargura. Minutos después de encajar el batacazo amagó en la misma noche del domingo con irse pero se guareció en un congreso extraordinario. Se quedó durante unas horas en la nebulosa. En algún momento dio la sensación de que confiaba en que su ejecutiva le iba a pedir que aguantara y fuera fuerte. Pero no hubo nada de eso. Rivera se enfrentó a la cruda cara de la política, que no es otra que los resultados.
Ciudadanos abre una nueva etapa con un futuro más que incierto. Inés Arrimadas, que se situó a la derecha de Rivera en el Congreso -hay quien dice que el líder liberal no quería que fuese a Madrid-, tiene muchas papeletas de situarse en primera línea de sucesión. Los dos debates televisivos los saldó con buena nota y, sin duda, es la gran favorita para dirigir un partido herido de muerte. En la despedida de Rivera resultó curioso cómo Villacís fue la primera en abrazar al dimitido líder tras su discurso, mientras una aparentemente afligida Arrimadas fue la tercera en besar con cierta frialdad a Rivera.
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