Las autonómicas en el horizonte
Análisis ·
El PNV consolidó ayer la hegemonía que recuperó el pasado 28 de abril en las generales después de que la burbuja de Podemos -no olvidemos ... que en 2016 los de Iglesias doblegaron a los jeltzales con claridad- perdiera su efervescencia. Los jeltzales afrontaron esta última campaña cargados por la razón de haber defendido hasta la saciedad una estabilidad institucional que los principales partidos estatales -véase PSOE y Podemos- negaron tozudamente al preferir repetir las elecciones antes que buscar fórmulas factibles de gobernabilidad. La llamada al sentido común que siempre ha abanderado el PNV para Madrid, y que Sánchez -socio preferente hasta la fecha de los jeltzales- prefirió hacer oídos sordos en esta minilegislatura frustrada, ha tenido sus frutos para la formación de Ortuzar. Los peneuvistas escalan hasta los siete escaños, uno de sus techos en el Congreso, después de batirse el cobre con Vox, quienes situaron a los jeltzales en su foco de sus críticas con la estrafalaria amenaza de ilegalizar a los partidos separatistas.
Los peneuvistas, que indiscutiblemente se hacen fuertes aquí y en Madrid, volverán a estar en la zona de influencia para desatascar la gobernabilidad de España, con un Sánchez que tendrá que buscar una 'geometría variable' a prueba de sobresaltos si quiere liderar un Gobierno solvente. El líder socialista, que deberá hacer autocrítica si para este viaje que forzó se necesitaban esas alforjas -ha restado tres escaños a los que tenía-, a buen seguro que contará con la comprensión de los jeltzales para no impedir una investidura. Una actitud facilitadora a la que es posible que se sume Ciudadanos, carbonizado en las urnas porque la formación de Rivera -que deberá asumir la responsabilidad de la errática estrategia de su partido- no ejerció el papel de bisagra que los electores le otorgaron en la cita de abril. Y eso lo ha pagado.
En los partidos de la derecha, unidos por vasos comunicantes, el PP pudo levantar el vuelo, aunque no recupera su posición en Euskadi, lastrado sobre todo por el lenguaje que desde Génova -Álvarez de Toledo es una muestra- algunos dirigentes aún lanzan contra la moderación que abanderan los populares vascos. Sin duda, los votos de un Vox disparado les han restado opciones a los populares. Los partidos que forzaron también esta repetición deberán reflexionar qué parte de culpa tienen en el despegue de la ultraderecha.
En Euskadi ha pitado bien para los socios del Gobierno Vasco, ya que al margen del éxito del PNV, hay que destacar que los socialistas han mantenido la segunda plaza, por delante de EH Bildu, tercero y único que sube en votos gracias de nuevo al 'efecto Otegi', que mantiene a su parroquia y además gana adeptos.
La consolidación de la buena salud electoral de los dos partidos que sostienen el Ejecutivo de Urkullu abrillanta sin duda sus opciones para reeditar la misma coalición en las próximas autonómicas. Por este motivo en Sabin Etxea no podrán esquivar la posibilidad de adelantar a primavera las elecciones autonómicas. Es la lógica de los resultados.
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