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La constitución de los nuevos ayuntamientos vascos ha afianzado el pacto de hierro PNV-PSE, que ha cerrado filas en los principales municipios, y ha ... contado con el apoyo del PP en algunos de ellos como Vitoria. No obstante, la izquierda independentista, tras su notable ascenso en las urnas el 28 de mayo, con el apoyo de Elkarrekin Podemos y de algunas plataformas independientes, ha escenificado un claro avance que ha permitido la recuperación de parte de su poder local ganado en 2011 y perdido en 2015.
Apenas ha habido sorpresa en la jornada. Los jeltzales se aseguraron Bilbao y San Sebastián para José María Aburto y Eneko Goia, respectivamente, pese al desgaste que han sufrido en ambas capitales, donde EH Bildu ha subido y se ha afianzado como segunda fuerza política. En Vitoria, la socialista Maider Etxebarria fue elegida la primera alcaldesa de su historia gracias al respaldo del PSE, del PNV y del PP, que garantizaba la mayoría absoluta y evitaba así la llegada de EH Bildu al frente del consistorio.
En los dos municipios en los que el desenlace era más incierto, en la Rioja alavesa, el balance fue salomónico. En Labastida, el PNV finalmente no ha presentado candidato y ha salido elegido el aspirante de la fuerza más votada, el PP. Sin embargo, en Laguardia, los jeltzales al final sí han presentado aspirante y han obtenido el respaldo de EH Bildu, lo que dejaba sin posibilidades al PP. Los populares -dolidos hace cuatro años por perder ambos enclaves- han criticado que el PNV ponga esta vez «una vela a Dios y otra al diablo».
En Gipuzkoa, el pacto PNV-PSE se practicó de forma especialmente disciplinada porque el empuje de EH Bildu es mayor y las dos formaciones aliadas tienen la obligación de cerrar el paso a una oposición emergente y fuerte que quiere convertir a Gipuzkoa en la locomotora del cambio político en Euskadi. Con este acuerdo, ambas fuerzas se garantizan el gobierno sobre el 53,10% de la población del territorio, sobre todo los municipios grandes más poblados.
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Según este compromiso, el PNV gobernará en Beasain, Urnieta, Urretxu y Zarautz, además de en la capital donostiarra en coalición con los socialistas. El PSE mantiene las alcaldías de Irun, Eibar, Lasarte-Oria y Zumarraga. A su vez, EH Bildu recupera Tolosa, Arrasate, Andoain y Pasaia, y conserva Oiartzun, Hernani, Astigarraga, Bergara, Errenteria y Zumaia.
La mayor duda planeaba sobre Azkoitia, donde al final el distanciamiento entre los independientes y EH Bildu, que era la segunda fuerza, ha facilitado la elección del candidato jeltzale. Las conversaciones de los últimos días no han fructiferado en un acercamiento de posiciones. En Deba, por contra, la plataforma de independientes Orain Deba se ha decantado por el aspirante jeltzale, que había quedado segundo en las elecciones del 28 de mayo por detrás de EH Bildu. La votación se ha desarrollado en un pleno sin incidentes al que han acudido numerosos simpatizantes de la izquierda abertzale. En Legazpi, el PNV, que era segunda fuerza, ha sacado la alcaldía con el apoyo del PSE.
En el conjunto de Euskadi, el pacto PSE-PNV ha obtenido el apoyo clave del PP en Vitoria, y ha logrado la alcaldía para la socialista Maider Etxebarria, la primera mujer en la historia en estar al frente de la Corporación de la capital alavesa. En Durango, el PNV ha recuperado la alcaldía que tenía EH Bildu con el apoyo de Elkarrekin Podemos, al recibir los jeltzales el respaldo expreso de los socialistas y del PP. El PSE ha retenido el bastón de mando en dos de sus bastiones tradicionales, Ermua y Portugalete, este último con mayoría absoluta, y ha obtenido las alcaldías en Muskiz y Trapagaran. Mientras, los candidatos del PNV han sido elegidos al frente de los consistorios de Basauri y Barakaldo. Sopela fue a manos de EH Bildu, apoyado por los independientes. La mayor sorpresa se ha producido en Gernika, donde fue elegido el independiente y exalcalde José María Gorroño, con los votos del PNV, que ha desbancado así a EH Bildu, que era la primera fuerza. Gorroño se ha comprometido a dejar la alcaldía en uno o dos meses y dar paso a su hermano, que también figura en su lista municipal.
En Pamplona, la candidata más votada el pasado 28-M, Cristina Ibarrola, de UPN, ha sido proclamada nueva alcaldesa al votar en blanco el PSN y empatar a 11 concejales con Joseba Asiron, de EH Bildu. La regionalista ha recibido los sufragios de UPN, PP y Vox, mientras Asiron ha recibido las papeletas de EH Bildu, Geroa Bai y Contigo-Zurekin. El resultado estaba cantado, aunque en las últimas semanas se especulaba con la posibilidad de una 'tercera vía' en torno a un candidato minoritario que concitara el respaldo de toda la oposición. Desde un primer momento, EH Bildu ha asegurado que mantendría su candidatura por entender que obedecía a un mandato del electorado progresista de Pamplona, que ha encargado el liderazgo de la ciudad a Joseba Asiron.
En todo caso, tanto en Euskadi como en Navarra el factor EH Bildu se ha convertido en el verdadero 'hecho diferencial' del polarizado pulso político que comienza a marcar la vida política española, con el trasfondo de las elecciones el 23 de julio próximo. En el País Vasco, porque el pacto PNV-PSE pretende frenar su conversión en alternativa de gobierno al frente de las principales instituciones, y de paso cortocircuitar la posible confirmación de un frente de izquierdas entre EH Bildu, el PSE y Elkarrekin Podemos.
Pero el 'factor EH Bildu' sigue siendo una cuestión sensible que escuece a los partidos de ámbito estatal. En esa perspectiva cabe entender la decisión del PP de apoyar, sin aparentes contrapartidas, al pacto entre jeltzales y socialistas en determinadas instituciones como la Alcaldía de Vitoria o la de Durango. Una decisión que tendrá su continuación en las próximas semanas con la elección de la jeltzale Eider Mendoza como nueva diputada general de Gipuzkoa con 27 votos, los 17 del PNV, los siete del PSE y los tres del PP, frente a los 24 del eje EH Bildu-Elkarrekin Podemos.
Pero la situación de Navarra también proyecta su sombra sobre el 23 de julio. La negativa del PSN a apoyar los candidatos de EH Bildu, que abre la puerta a la elección de los aspirantes de UPN, revela también hasta qué punto las relaciones con la izquierda independentista constituyen un material inflamable para la dirección del Partido Socialista. No tanto para frustrar la posibilidad de un Gobierno de coalición 'progresista' entre el PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin presidido por María Chivite. Pero sí para marcar los territorios de juego a la hora de explorar la futura políticas de alianzas.
Cuando el PP ha apoyado la elección de alcaldes socialistas en Vitoria -y, por sorpresa a última hora, en Barcelona al apoyar a Jaume Collboni- no está pensando en el pulso feroz que se avecina entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en los próximos días, sino en una estrategia más a largo plazo para desgastar el juego de mayorías que impulsan los independentismos y, de paso, desestabilizarlos. Una maniobra que, de paso, puede también condicionar a la larga a Sánchez, que sólo puede llegar a La Moncloa con la complicidad de los soberanistas.
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