El Tour es como la vida: injusto
Egan Bernal es el nuevo líder después de que una tormenta de granizo obligase a detener la etapa del Iseran
Una tormenta maltrató este viernes al Tour de Francia más vibrante, más creativo y más estimulante del siglo XXI. El Tour se ve a ... sí mismo tan grande que solo se mide con la naturaleza. Pero no es un duelo entre iguales. Y la naturaleza, de vez en cuando, se lo recuerda y le da un baño de humildad a la carrera.
Una tremenda tromba de granizo en Val d'Isere, al pie de la última subida a Tignes, se llevó por delante la carretera por la que debía pasar la carrera. Donde quedó el asfalto en su sitio, la carretera era una mezcla de pista de hielo y torrente de aguas bravas. No se podía pasar y, con buen criterio, los organizadores tomaron la decisión de parar la carrera en la bajada del Iseran -a treinta kilómetros de meta- y tomar los tiempos en la cima del puerto más alto del Tour de Francia , en unos inimaginables 2.770 metros de altitud. En el Giro, la negativa de la naturaleza tuvo el nombre del Gavia, a 2.621. Hubo que suspender su ascensión.
El resultado de la neutralización es que no hay ganador de la etapa y que Egan Bernal (Ineos) se convierte en el nuevo líder ya que Julian Alaphilippe (Deceuninck) coronó el Iseran a poco más de dos minutos del colombiano, cuando cedía 1:30 en la general.
El Tour de Francia es como la vida: injusto. El desenlace de la etapa de este viernes fue muy injusto con casi todo el mundo, pero sobre todo con dos hombres: Bernal y Alaphilippe. El fenomenal colombiano, de 22 años, no se merecía conquistar el maillot amarillo así. El Tour le quitó grandeza a su gesta. Bernal merecía poder seguir su cabalgada hacia la meta de Tignes y demostrar su verdadero valor en una última subida en solitario, como los grandes de todos los tiempos. La naturaleza eligió justo este viernes para recordar al Tour de Francia su pequeñez, y fue cruel con Bernal. Merecía entrar en la historia por la puerta grande, y lo hizo, pero también protagonizar de una imagen para la posteridad, y no pudo.
Cuando el coche de Christian Prudhomme, el director general del Tour de Francia, se acercó al colombiano y a Simon Yates (Mitchelton), que rodaba con él en el descenso del Iseran, y les comunicó que la carrera estaba parada, ambos reaccionaron con flema británica. Y no porque hubiera poca cosa en juego, precisamente. Yates, inglés, en efecto, pensó que le birlaban la tercera victoria de etapa. Bernal, colombiano de Bogotá, la opción de meter una minutada y ganar el Tour de Francia a lo grande. Los dos aceptaron la decisión de los organizadores sin rechistar.
Bernal merecía una entrada triunfal en la historia y Alaphilippe, morir con las botas puestas
La naturaleza doblegó al Tour en la inmensidad del Iseran, como el Gavia hizo con el Giro en primavera
Por detrás, la indicación de los comisarios fue acogida con diversidad de opiniones. Hubo casos de sordera, como el de Kruijswijk (Jumbo), que siguió para adelante, y de calor meridional, como la discusión entre Nibali (Bahrain) y Urán (Education First). Hublo flema, como Thomas (Ineos) y picaresca española, cuando Valverde (Movistar) le dijo a Alaphilippe tú tira, por si acaso.
Un amarillo inolvidable
El Tour de Francia fue injusto con Bernal y fue muy injusto con Alaphilippe, al que arrebató su derecho, ganado en la carretera, de pelear hasta el último milímetros de la carrera, hasta el último gramo de su fuerza, por el maillot amarillo.
El francés no ganará el Tour de Francia pero ha ensanchado las fronteras de este deporte, una aportación colosal al ciclismo. Ha desafiado a todo lo conocido, ha hecho creer a todo el mundo que se podía ganar el Tour de otra manera que la tradicional, en suma, ha generado esperanza.
Su reacción a la neutralización fue un lamento en forma de eses todo lo ancho de la carretera, a 70 por hora, Iseran abajo. Había coronado a dos minutos de Bernal y a uno del grupo de Thomas, Kruijswijk y Buchmann (Bora). Totalmente convencido, un equilibrista de la bici como él, de enlanzar con ellos en la interminable bajada de 16 kilómetros hasta Val d'Isere. Y una vez en el grupo de los favoritos, con muchos intereses para trabajar, una subida a rueda a Tignes tras Bernal, con un minuto y medio de ventaja en la general. Ese era el escenario en la cabeza de Alaphilippe.
Pinot, obligado a retirarsepor un problema muscular
Thibaut Pinot (Groupama), quinto de la general a 1:50 del líder, su compatriota Julian Alaphilippe, abandonó ayer camino de Tignes, con un problema muscular en la pierna izquierda. El francés acudió al coche médico a falta de 93 kilómetros para la meta, donde le practicaron un vendaje, lo que le distanció del pelotón de los favoritos. Trató de seguir en carrera, pero finalmente, entre lágrimas, acabó por abandonar cuando restaban 88 kilómetros.
El equipo confirmó que el corredor había sentido los dolores al término de la etapa del jueves en Valloire y que durante la noche apenas podía andar. El director deportivo del equipo, Philippe Mauduit, aseguró que el dolor apareció tras haber golpeado el manillar de la bicicleta cuando trataba de esquivar una caída hace dos días. «En el terreno llano la cosa iba bien, pero en estas etapas de montaña tan duras se le hacía imposible continuar».
«Podía ganar el Tour»
Pinot aseguró que se sentía con fuerzas para ganar el Tour. «Siempre lucho y pensaba que podía superarlo. Pensaba que podía tener un poco de suerte y que, después de lo que hice en los Pirineos era capaz de ganar el Tour. Ahora nunca lo sabremos. Me va a costar mucho recuperarme de esto. Pero el Tour es así».
Pinot indicó que sufrió un pequeño golpe en la meta de Nimes el martes, aunque ni siquiera está convencido de que fuera la causa del desgarro muscular que sufrió.
«El jueves me dolía mucho en los puertos y también en una bajada. Se ha ido agravando poco a poco».
No hay forma de entender que la neutralización le favoreció. Quizá no habría enlazado con Thomas y compañía. Pero quizá sí. El Tour que ha hecho le avala. Por eso lloró, porque no se merecía perder así. Merecía caer con las botas puestas. No recuperará el amarillo, pero su figura sale agigantada de este Tour, al que llegó como número uno del mundo. Ha sido un líder inolvidable, que ha hecho que un sector muy amplio de la afición haya recuperado la ilusión por el ciclismo.
Pero la etapa también dejó otros perjudicados, como Geraint Thomas. El campeón en ejercicio iba a rueda del Jumbo, cómodo, y con la ventaja táctica de llevar a Bernal por delante sus expectativas para la última subida eran lógicas. Su cara de decepción cuando Prudhomme le explicó los motivos de la suspensión era un poema. Lo mismo para Kruijswijk, que prefirió seguir a la rueda de su compañero De Plus a quemar las naves, aún a 30 kilómetros de meta, a la espera de la última subida.
Bernal debería confirmar este sábado la primera victoria de un colombiano en París. Alaphilippe saldrá segundo, a 45 segundos, pero lo perderá todo, en un gesto de elegancia sublime a la altura de su Tour. Bello. Cruel. Como la vida misma. Un gigante.
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