París-Roubaix: Rebajas en el Carrefour de l'Arbre
Un pinchazo de Van Aert en el último gran tramo de pavés de la París-Roubaix sirve en bandeja el triunfo a Van der Poel en el 'Infierno del Norte'
Luca Corsi
Domingo, 9 de abril 2023, 20:01
Corren tiempos difíciles. La vida está cara y más en regiones como Norte-Paso de Calais, hogar de la París-Roubaix y una de las ... zonas más pobres de Francia. Hay que agudizar el ingenio, aprovechar las ofertas para llenar la cesta de la compra. Y este domingo, la París-Roubaix se fue de rebajas no al hipermercado de las afueras sino al Carrefour de l'Arbre, el último de los grandes tramos de pavés del 'Infierno del norte'. La clásica más legendaria se quedó en poco, Mathieu van der Poel (Alpecin) aprovechó la oportunidad y llenó la cesta con un monumento más, el tercero distinto, el cuarto en total.
Tras una cabalgada que prometía lo mejor iniciada por Wout van Aert (Jumbo) a 102 kilómetros de meta, anticipándose al Bosque de Arenberg –que tumbó al último ganandor en una dura caída, se tragó a Christophe Laporte por un pinchazo y dejó al Jumbo en inferioridad numérica–, un grupo de siete fenómenos avanzaba hacia el velódromo de Roubaix volando con el viento a favor. Además del belga, Van der Poel, Kung (Groupama), Ganna (Ineos), Pedersen (Trek), Degenkolb (DSM)y Philipsen (Alpecin). Pero a la entrada del Carrefour de l'Arbre, este último, pieza clave en el triunfo de Van der Poel y segundo al final, pegó un bandazo a la derecha, su compañero cambió de trayectoria y tiró a Degenkolb, que trataba de pasar a cabeza en ese momento. Primer incidente.Dentro del mismo sector de pavés, un kilómetro más adelante, la incidencia que decidió la carrera: pichazo de Van Aert, que a la salida del tramo paró a la derecha junto a los mecánicos que esperaban con ruedas. Cambió rápido, pero a 15 kilómetros de meta medio minuto de renta para Van der Poel es una ventaja inalcanzable.
Una acción para el debate
El paso por el Carrefour de l'Arbre no dejó indiferente a nadie. La acción de Van der Poel sobre Degenkolb da pie al debate, aunque los jueces la dieron por buena y eso pareció. El neerlandés reaccionó a un movimiento de su compañero y, aunque pudo frenar, sobre los adoquines de Roubaix nada es evidente ni sencillo. Quizá, tampoco el alemán debió intentar adelantar por ahí. El caso es que sin comerlo ni beberlo, el ganador de 2015 se vio en el suelo y eliminado, tras una carrera brillante de piernas y cabeza.
La carrera siguió imparable –la media final fue de 46,84 kilómetros por hora, récord histórico superando los 45,79 del año pasado– y el neerlandés se anotaba su segundo monumento de la temporada, tras la Milán-San Remo. ¡Pero qué victorias más diferentes! Lo que en Italia fue una exhibición, una obra maestra, ayer fue la optimización de las circunstancias. Un triunfo en Roubaix nunca es menor, anecdótico, pero no se cuenta entre las mejores de su repertorio. En el velódromo, pareció esperar a Van Aert y Philipsen –con una vuelta de ventaja sobre ellos– para que la foto no saliera tan desangelada y representativa de las circunstancias de la carrera. Ya suma tres monumentos distintos, con Roubaix, San Remo y sus dos Flandes. Para compeltar los cinco le quedan Lieja-Bastogne-Lieja y Giro de Lombardía. Una vez ha corrido cada una de esas carreras: fue sexto en Bélgica y décimo enItalia en 2020.
Tres monumentos distintos ha ganado Mathieu van der Poel. Ayer añadió la París-Roubaix a sus dos Tours de Flandes y la Milán-San Remo
Pese al desenlace, la magia de Roubaix volvió a estar presente. Los paisajes de la desolación postindustrial que salen al paso en cada vuelta del camino, en cada chimenea que vigila el paso de los ciclistas por unas ciudades donde el paro llama a la puerta del 30% de sus vecinos. Un total de 97 nacionalidades están censadas en Roubaix, ciudad en la metrópolis de Lille, terreno abonado para los extremismos.
El ciclismo, como deporte popular, cuenta la historia de sus gentes. La París-Roubaix habla cada año de Jan Stablinski, hijo de emigrantes polacos que llegaron para trabajar en las minas y minero él mismo antes de ser el gregario de confianza de Jacques Anquetil. Fue el instigador de que la carrera incluyese el paso por el Bosque de Arenberg en 1968, esa recta infernal cruzada por el puente para las vagonetas que transporaban el carbón de las minas. «Debo de ser el único que ha pasado por encima y por debajo», solía bromear Stablinski.
Este domingo, la 120ª edición de la carrera fue tan exigente, dura y atractiva como siempre. Falló el remate, pero la magia sigue intacta. Tadej Pocagar (UAE), ganador del Tour de Flandes, no estuvo en la salida y quizá no se arrepintió del todo. Acudirá un día y lo hará para ganar, pero hay que ser respetuoso con la carrera. Nadie está por encima de la París-Roubaix, que ayer se cobró víctimas de la talla de Van Aert,Degenkolb, Van Baarle, Laporte, Asgreen (Soudal) y Peter Sagan (TotalEnergies). Fue día de rebajas, pero ganar el adoquín más preciado nunca es barato.
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