Ya tocaba 'poner el cuerpo'
Con permiso del resto de invitados, mucho tendrá que revolucionarse el Festival para que Angelina Jolie no sea la imagen que quede de esta edición
1De repente, se anuncia la visita de Angelina Jolie y todo cambia. Lo mate cobra brillo, lo apagado reluce y el fulgor que desprende la superestrella hollywoodiense se derrama sobre todos los demás invitados. Con permiso de las dos Premios Donostia, Jennifer Lawrence y Esther García, y del resto de invitados, deberá suceder lo impensable para que la imagen que pase a la historia de esta 73ª edición no sea la de una Angelina Jolie que no requiere de explicaciones –«es la que hacía de tal en cual película»–. Dices «Angelina Jolie» y del adolescente al nonagenario sabe de quién hablas. Es la diferencia entre un famoso, una estrella y una superestrella.
2Sí que habrá un elemento que igualará a todos los invitados: tendrán que pronunciarse sobre lo que está pasando. Estamos en el año en el que «Gaza» será la pregunta y «genocidio», la respuesta. El llamado 'conflicto vasco' era «muy complejo y difícil de entender si no vives aquí»; por fortuna, el de Oriente Medio se puede despachar en una frase. En los términos actuales, tampoco es que quede mucho margen para los matices, pero en plena hegemonía cultural del omnipresente término «disidencias», se desaconseja su ejercicio. En Venecia, parte de la crítica y del público no terminó de asumir la autonomía del jurado y se sublevó contra su decisión de coronar la película de Jim Jarmush por encima de la tunecina 'La voz de Hind', sobre una niña palestina tiroteada por el Ejército israelí.
3Llegamos a esta 73ª edición con ese aroma crepuscular a fin de época –a «fin de raza», por citar a los Panero en 'El desencanto'–, porque es la penúltima edición con José Luis Rebordinos al frente. Y vamos con los deberes sin hacer, según el calendario previsto por el propio certamen y que pasaba por presentar en público a su futuro director estos días. Los tiempos de las instituciones han sido, sin embargo, otros.
4Aunque tampoco conviene que las instituciones se demoren mucho: además de aprender el juego del 'quién es quién' en la industria festivalera, el nuevo rector del certamen deberá aprender a manejarse en ese pandemónium conformado por películas a competición en la Sección Oficial, películas en la Sección Oficial, pero fuera de concurso y películas de la Sección Oficial en proyecciones especiales. Por no hablar de un Zabaltegi-Tabakalera que al igual que Perlak, incluye títulos de otros certámenes o de las óperas primas que desbordan New Directors para repartirse por diversas secciones. Y a ver qué pasa con las series de las plataformas. Seguro que todo esto responde a una lógica macerada a lo largo de los años, pero alguien tendrá que aprendérsela.
5Decir «festival» es decir «Kursaal», un auditorio cuyo número de localidades –1.800–, igual no se corresponde al tamaño de su superficie –1.780 metros cuadrados de sala– . Menos de un metro cuadrado por butaca o incluso bastante menos, si restamos pasillos y escaleras. El resultado es que no hay sesión en la que no te duermas, si no de cuerpo entero, al menos sí de cintura para abajo. O el cálculo del número de butacas fue excesivamente optimista en su momento o el tamaño medio del espectador ha aumentado en los últimos veinticinco años. No importa: un año más, el público «pondrá el cuerpo».
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