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Un visitante ante algunas de las fotografías de Carla Van de Puttelaar.

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Un visitante ante algunas de las fotografías de Carla Van de Puttelaar. LUSA

La blanca palidez de las luces y las pieles del Norte

La nueva exposición de Artegunea, la sala de Fundación Kutxa en Tabakalera, muestra el trabajo de tres fotógrafas holandesas que reinterpretan con sus cámaras el legado de los grandes maestros flamencos del barroco

Nerea Azurmendi

San Sebastián

Jueves, 7 de marzo 2019, 13:47

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La sala Artegunea de Fundación Kutxa, situada en la primera planta de Tabakalera, ha reunido una extensa muestra de la obra de tres fotógrafas holandesas, «herederas de la tradición artística barroca», en la exposición 'A Whiter Shade of Pale', que se inaugura este viernes, 8 de marzo. Se trata, según el comisario de la misma, el fotógrafo y profesor de la UPV/EHU Ramón Esparza, de una muestra «guiada por la luz», en la que cada una de ellas ha experimentado desde su propia óptica con esa particular 'luz del Norte' que captaron con sus pinceles los maestros del barroco neerlandés.

La exposición toma su nombre de la canción más conocida de la banda británica de finales de los sesenta y principios de los setenta Procol Harum, que en castellano se tradujo como 'Con su blanca palidez'. Se abrirá al público este viernes, 8 de marzo, y podrá visitarse hasta el 2 de junio, de martes a domingo de 11:30 a 13:30 y de 17:00 a 21:00. La entrada a la sala es libre, y hay previstas actividades complementarias como visitas guiadas y talleres, así como un seminario dirigido a profesionales, que tendrá lugar este sábado, y una conferencia del comisario de la muestra, Ramón Esparza, el 9 de mayo.

La exposición puede verse desde este viernes, 8 de marzo, hasta el próximo mes de junio

Carla van de Puttelaar (Zaandam, 1967) y Hellen van Meene (Allkmaar, 1972) forman parte, como ha destacado Esparza, de la «generación que renovó» la fotografía holandesa en la decada de los 90. Recoger el trabajo de esa generación era, de hecho, «una idea pendiente hace tiempo». Sanne De Wilde (Amberes, 1987) pertenece a una generación posterior y su parte de la muestra tiene un planteamiento más radical y diferenciado. No obstante, a pesar de la diversidad estilística y de las diferentes trayectorias artisticas de las autoras, las tres coinciden en convertir la luz en el elemento principal de su trabajo. Proponen, en palabras de Esparza, «tres formas de entender el retrato y, al mismo tiempo, la revisión de la práctica fotográfica en los años de la posmodernidad».

Tres artistas, tres mundos

Entre las características que remiten a la herencia barroca holandesa, destaca el uso de la luz, esa 'luz del Norte' que han trasladado de los cuadros de la Edad de Oro de la pintura holandesa a la fotografía, logrando efectos que recuerdan a los que consiguieron en el siglo XVII maestros que destacaron en el manejo de la luz como Hals, Vermeer o Rembrandt, entre otros.

Tal vez la obra más 'pictórica' sea la de Carla van de Puttelaar, en la que se advierten «conexiones evidentes con la iconografía del Barroco». La propia fotógrafa ha relacionado su trabajo con otras artes plásticas, concretamente con la escultura, refiriéndose al mito de Pigmalión y Galatea, en el que la escultura de la segunda cobró vida, «convirtiendo la piedra en carne». Tanto por la iluminación -siempre utiliza luz natural y retoca muy poco- como por las poses cuidadosamente estudiadas y ejecutadas, sus fotografías, en las que predominan los fondos oscuros y las pieles extremadamente pálidas, tienen una textura y una calidad casi escultórica.

La fotógrafa, que recurre «a esa luz fría del Norte, que es la única que tenemos, y a los cuerpos fascinantes de las mujeres y a las flores para expresar lo que siento», presta mucha atención a detalles -ella los llama 'adornos'- como las venas, las arrugas, el cabello... No solo no oculta sino que explora y resalta las imperfecciones en los cuerpos de sus modelos: lunares, marcas que deja la ropa, granos, pequeñas verrugas... Y no solo elige para sus fotografías flores lozanas y recién cortadas, que a veces son protagonistas, a veces meros complementos, sino que también refleja a través de pétalos y hojas que han empezado a marchitarse el deterioro y lo efímero de la belleza. De esa manera, no plantea la belleza como algo alejado de la vida sino que, tal como la concebían en el Barroco, parte de «la asunción de que se trata de algo temporal y pasajero a lo que sucederá el declive y la muerte de la carne».

Además de colgar en la sala fotografías en las que predominan los formatos medianos y grandes, van de Puttelar, admiradora confesa de Zuloaga, ha creado una pequeña 'capilla' con algunos videos y una propuesta musical ideada para «vivir más a fondo la experiencia».

En la foto superior, de izquierda a derecha, Carla van de Puttelaar, Hellen van Meene y Sanne De Wilde, cuyas obras pueden verse en la foto del centro. Las de la fotografía más pequeña corresponden a van de Puttelaar. LUSA
Imagen principal - En la foto superior, de izquierda a derecha, Carla van de Puttelaar, Hellen van Meene y Sanne De Wilde, cuyas obras pueden verse en la foto del centro. Las de la fotografía más pequeña corresponden a van de Puttelaar.
Imagen secundaria 1 - En la foto superior, de izquierda a derecha, Carla van de Puttelaar, Hellen van Meene y Sanne De Wilde, cuyas obras pueden verse en la foto del centro. Las de la fotografía más pequeña corresponden a van de Puttelaar.
Imagen secundaria 2 - En la foto superior, de izquierda a derecha, Carla van de Puttelaar, Hellen van Meene y Sanne De Wilde, cuyas obras pueden verse en la foto del centro. Las de la fotografía más pequeña corresponden a van de Puttelaar.

Hellen van Meene, por su parte, durante veinte años ha centrado su carrera en el retrato de adolescentes, preferentemente niñas, «en ese momento tan trascendental de la vida de una persona en el que se ha abandonado la niñez, pero todo está aún por decidir». Las poses, en su aparente naturalidad, están cuidadosamente estudiadas y «las miradas nos acercan a la parte psicológica de la adolescencia: temores, dudas, despertar de la sexualidad y autoreconocimiento en un cuerpo en cambio».

Como ha indicado a la hora de referirse a su obra, el foco de su trabajo es la luz, «esa luz del día, que revela misterios y proporciona momentos mágicos. Ha reconocido que primero comenzó haciendo retratos muy simples, que progresivamente fue complicando, si bien todos ellos tenían a los niños y adolescentes como protagonistas principales. Hasta que, en 2010, dedició hacer frente a su terror a los perros con el arma que mejor conocía, la cámara fotográfica. A partir de ese momento empezó a fotografiar perros -y a llevarse a casa a alguno de los modelos-, y el siguiente paso fue combinar perros y niños, consiguiendo retratos en los que siempre se cuela un tercer protagonista, la luz, que dota a muchas de sus fotografías, en contraste con las de sus compañeras, de un toque vitalista y cálido.

En cuanto a la autora más joven del trío, Sanne De Wilde, es también la que plantea un estilo más diferenciado, pero que, a juicio de Ramón Esparza, «no puede separarse de la tradición fotográfica forjada desde los años noventa». 'Snow White', que ocupa toda la planta superior de la sala, es una serie sobre el albinismo y los problemas que sufren quienes tienen esa condición genética, «que, como a la película fotográfica, les hace sensibles a la luz». «Todo su trabajo está en el límite entre la luz blanca y la primera coloración de la piel«, ha hecho notar Esparza. Esa zona entre lo casi imperceptible y la imagen da lugar un efecto que apela y cautiva a quien se aproxima a los retratos -casi fantasmagóricos hasta que el ojo se habitúa a sus tenues coloraciones- que, carentes de marco y del mismo formato, emergen de las paredes blancas de la sala.

A través de los albinos, De Wilde, que con el proyecto que presenta en Artegunea ha recibido importantes premios, propone una reflexión sobre la diferencia y el rechazo que genera. El albino es 'el otro'. Pero también son personas que, confrontadas a la persecución y a la adversidad, desarrollan una tenacidad y una capacidad de supervivencia extraordinarios. Son, en el fondo, «una metáfoca, la magnificación de nuestros miedos y nuestra inseguridad, pero también de nuestra fuerza». «Trato de crear una impresión poderosa de esa fragilidad», ha afirmado en la presentación de la exposición.

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