El Sorolla «nuclear e íntimo», en el Bellas Artes
El museo abre la muestra 'Cazando impresiones' con 186 obras en pequeño formato del pintor, incluidas las realizadas en Zarautz, San Sebastián y Biarritz
Joaquín Sorolla (Valencia, 1863- Cercedilla, Madrid, 1923) no paraba. Si estaba con su mujer en un restaurante, sacaba papel y lápiz y dibujaba el sombrero ... de la comensal de enfrente o el plato que había pedido. Cuando viajaba o estaba de vacaciones -en Zarautz, San Sebastián o Biarritz-, paseaba con su caja de pinturas y sus tablillas, y con toques de pincel rápidos y espontáneos perfilaba paisajes y ambientes. También utilizaba estos formatos pequeños para pensar en sus cuadros grandes, en perspectivas, posiciones de las figuras, composiciones de color y entradas de luz.
De los casi 2.000 «apuntes», «manchas» y «notas de color» realizadas por el artista, que así las llamaba, el Bellas Artes de Bilbao acoge desde hoy 186 piezas procedentes del Museo Sorolla de Madrid con el título de 'Cazando impresiones'. También se incluye una vitrina que reúne los utensilios que el artista llevaba consigo en sus paseos, como una paleta que le cabía en la mano.
La muestra
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'Cazando impresiones Sorolla en pequeño formato'. 186 pinturas en pequeño formato de las casi 2.000 que realizó. Hasy el 23 de febrero de 2020.
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Comisarias Consuelo Luca de Tena, María López Fernández y Blanca Pons-Sorolla.
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Procedencia De la colección del Museo Sorolla en Madrid, ubicado en un palacete del paseo General Martínez Campos.
En esas obras se muestra un Sorolla más libre y próximo a los impresionistas y los fauvistas que el habitual. Quizá también más cercano a la mirada actual, la que tiene en cuenta la historia de las vanguardias, que los cuadros costumbristas con dimensiones de pantalla de cinemascope como los que se vieron en el museo en 2008, procedentes de la Hispanic Society de Nueva York.
Algo más que un ejercicio
Más que la perfección de un pintor muy dotado y adicto al trabajo, lo que ahora llega es el creador que disfrutaba y experimentaba. Al ver la muestra surge la pregunta de cuál habría sido el destino de Sorolla de haber seguido esta vía más arriesgada y no la más realista y provechosa que le pedía su enorme clientela internacional.
Es el Sorolla «nuclear e íntimo», según una de las comisarias de la muestra, Consuelo Luca de Tena, el que aparece en Bilbao. «Utilizaba las tablillas como ejercicio para cuadros posteriores y para 'hacer mano', como él lo llamaba», agregó la en presencia del director del museo, Miguel Zugaza, que subrayó el diseño de la exposición llevado a cabo por los artistas Ana Isabel Román y Edu López.
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'Cazando impresiones Sorolla en pequeño formato'. 186 pinturas en pequeño formato de las casi 2.000 que realizó. Hasy el 23 de febrero de 2020.
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Comisarias Consuelo Luca de Tena, María López Fernández y Blanca Pons-Sorolla.
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Procedencia De la colección del Museo Sorolla en Madrid, ubicado en un palacete del paseo General Martínez Campos.
Con el tiempo, el artista se dio cuenta de que aquellas pequeñas grandes obras también podían comercializarse porque tenían calidad y atractivo a raudales. «Alta pintura en miniatura», definió el actual director del museo dedicado en Madrid a la obra de Sorolla, Enrique Varela, que acaba de suceder a Luca de Tena -recién jubilada- en el puesto.
La muestra ofrece un recorrido cronológico que empieza por sus años de formación y por su estancia en Roma. Es la época en que el pintor utiliza estos apuntes como ejercicio y como preparación para obras de mayor tamaño, aunque con el tiempo irían tomando una mayor independencia respecto a estas.
En su época de madurez, entre 1904 y 1911, encontró en Biarritz el ambiente moderno y elegante que tanto le gustaba. Su paleta se aclara y sus encuadres se acercan a los fotográficos. En la última etapa se ve a un pintor que hace más con menos, capaz de retratar un paisaje complejo y sus figuras en unas pocas y esquemáticas pinceladas.
El secreto de su pincelada
Según la también comisaria de la muestra María López Fernández, junto con Luca de Tena y Blanca Pons-Sorolla, esos apuntes prefiguraron un cambio en la pintura de Sorolla que no se llegó a concretar debido a su fallecimiento en 1923.
«Recomendaba a sus alumnos que utilizaran el pequeño formato antes de pasar a otro tipo de realización y tenía todas las paredes de su taller cubiertas de estas obras, el testimonio de las ideas que siempre estaban bullendo en su cabeza», resaltó la experta. El público comprador las consideró como «un talismán que encerraba el secreto de su pincelada». Tuvieron una gran demanda en sus giras americanas de 1909 y 1911, pero también las regalaba a sus admiradores, las donaba para causas benéficas o las cambiaba con otros artistas por obra de estos.
A Sorolla le gustaba el País Vasco por su tiempo inestable y sus efectos en la luz y las formas del oleaje, lo que le permitía experimentar con esos cambios incluso en el mismo día: para él, un paraíso, un campo de pruebas y un desafío. «Hay que pintar deprisa, porque ¡cuánto se pierde, fugaz, que no vuelve a encontrarse», decía el artista.
Ahora Sorolla vuelve a Bilbao, después de la exposición de 1998 en la que compartió espacio en el museo con Zuloaga, en la primera etapa como director de Zugaza. A ella le siguieron diez años después la muestra de los murales realizados para la Hispanic Society, con escenas típicas de las diferentes regiones españolas, y la presentación de una sala con obras del artista de la colección, entre ellas las escenas de tabernas de Zarautz y Lekeitio.
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