Recuerdos de un norte paradisíaco
El libro 'Veraneo en el Cantábrico' se adentra en el álbum familiar de la aristocracia y alta burguesía que pasaba las vacaciones en Euskadi, Cantabria y Asturias
isabel urrutia cabrera
Lunes, 4 de enero 2021, 07:00
Es un libro que se ha cocido a fuego lento en tiempos de pandemia y confinamiento. Tranquilamente, con cariño y paciencia. «He recogido testimonios de ... hombres y mujeres de entre 30 y 90 años, que no han tenido inconveniente en abrir el baúl de los recuerdos y facilitarme sus álbumes familiares», apunta Mariana Gasset, impulsora de 'Veraneo en el Cantábrico', que la editorial Turner acaba de poner a la venta. Es un volumen de 312 páginas con 450 fotos en blanco y negro, la mayoría inéditas, todas ellas con información pormenorizada sobre el lugar y las personas que aparecen. «Los pies de las imágenes son fundamentales en este tipo de trabajos. Le dan rigor. A los lectores hay que proporcionarles todas las claves».
Hasta ahora nunca se habían mostrado con tanto lujo de detalles las vacaciones de la aristocracia y alta burguesía en Euskadi, Cantabria y Asturias. Se documentan 60 años, entre 1885 y 1945, cuando el norte de España se convertía durante los tres meses de estío en el centro del poder, la diversión y la intriga. «La Familia Real contribuyó en gran medida a revalorizar la zona. Iban y venían de San Sebastián a Santander, siempre hacían parada en Bilbao y Getxo, y les seguía toda la corte, además de escritores, artistas y personajes muy variopintos. Las agendas echaban humo, con compromisos de todo tipo. En esas fechas el centro de poder se trasladaba al norte».
'Veraneo en el Cantábrico' depara un sinfín de sorpresas. Se descubre, entre otras cosas, que Comillas llegó a ser la capital del país el 5 de septiembre de 1881 al celebrarse allí un consejo de ministros. Y pasma la capacidad de convocatoria de la marquesa de Argüelles, que hizo traer nada menos que a Antonio Machín desde Cuba para amenizar en Ribadesella el bautizo de un nieto.
No faltan tampoco anécdotas y escenas a medio camino entre el surrealismo y el sobrecogimiento. Como la instantánea del general Primo de Rivera y el conde de Romanones, en el hotel María Cristina de San Sebastián. Se les ve en animada charla de sobremesa, cuando todavía hacían buenas migas.
El libro
Título: 'Veranos en el Cantábrico'
Editorial: Turner
Páginas 312
Precio: 80 euros
La guinda la ponen las casetas tiradas por bueyes que se ven en la playa de La Concha. ¿Para qué servían? Para llevar a las mujeres hasta el agua. Así se evitaba que nadie las viera en bañador. Ver para creer.
Fiestas de Neguri
El libro incluye 55 textos sobre las mansiones y palacios de los veraneantes, así como 6 introducciones sobre las localidades estivales más concurridas en la época (desde San Sebastián a Ribadesella). El prólogo lo firma el periodista Ramón Pérez Maura, descendiente de Antonio Maura, presidente del Consejo de Ministros en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII. Su ilustre antepasado tenía casa en Santander, igual que Eduardo Dato, otro político muy influyente, contaba con la suya en San Sebastián. La cornisa cantábrica era una franja en la que se 'cocía' mucho. No solo marmitako.
Las fiestas de Neguri alcanzaban su apogeo con los bailes que se organizaban en Arriluce y Artaza para agasajar a Alfonso XIII y Victoria Eugenia. La pareja solía disfrutar todos los años en agosto, durante una semana, de la hospitalidad de los condes de Heredia-Spinola que les abrían las puertas de Villa Mena. Durante la Guerra Civil cumplió pasajeramente con la función de sede del Departamento de Agricultura del Gobierno Vasco y en 1938 los dueños lo cedieron al colegio Jesuitinas. Finalmente el edificio fue derribado en 1960.
Aun así, los sucesores de los condes de Heredia-Spinola no han dejado nunca de cultivar «una estrecha relación sentimental y patrimonial en Bilbao», certifica Juan Alfonso Martos Azlor de Aragón, duque de Granada de Ega. Imposible romper los lazos. Son muchos los buenos recuerdos de la 'belle époque' de Getxo, que bullía de actividad sin necesidad de atraer a demasiada población foránea. Casi todo quedaba en casa. Apenas existía en el municipio un establecimiento hotelero, Fonda Zavala: «Más que veraneo se podría hablar de una mudanza general. Se repetía todos los años y poco tenía que ver con el 'turismo' que podían recibir Santander o San Sebastián», señala Iñigo Zubiria Azaola, biznieto de Pedro Mac Mahon, consejero de la Constructora Naval de Bilbao, que en 1920 recibió el título de marqués de manos de Alfonso XIII.
Las fotos en blanco y negro contribuyen a mantener viva la memoria. Son estampas que evocan las regatas de balandros en el Abra, las carreras de caballos en las campas de Fadura y los campeonatos de polo y tiro al pichón en las marismas y arenales de Lamiako.
Emperatriz austro-húngara
En aquellos tiempos a nadie le desesperaba la lluvia. Eran tres los meses de veraneo y muy mala suerte había que tener para no gozar, al menos, de un par de semanas de sol. Con eso bastaba. No existía todavía la adicción a los rayos uva. Y menos todavía en el caso de la última emperatriz austro-húngara, Zita de Borbón Parma (1892-1989). Era una mujer a la que le fascinaba el mar pero no el bronceado.
Apenas pisó la playa durante los siete años, entre 1923 y 1929, que vivió con sus ocho hijos en el magnífico Palacio de Uribarren de Lekeitio. Vino a España por invitación de Alfonso XIII y aceptó encantada la oferta de asentarse en la localidad. El alojamiento se resolvió gracias a Adolfo Urquijo y su mujer, María Martínez Rivas, hija del fundador de la Naval de Sestao.
«Pese a su belleza y juventud, no se le conoció pretendiente alguno, trató muy poco con la aristocracia local o veraneante y se mantuvo distante de la burguesía, que era anglófila», explica el bibliófilo José María Arriola Arana, que atesora en su colección las fotos de la familia imperial.
El aristócrata donostiarra que mejor encuadró a Sorolla
Manuel Carvajal (1865-1936), duque de la Vega y marqués de Aguilafuente, no se despegaba de la cámara. Una de sus instantáneas más logradas es el retrato que realizó del pintor valenciano Joaquín Sorolla en la playa de Zarautz, con el Cantábrico en el horizonte y un lienzo todavía fresco. El cuadro se titula 'Bajo el toldo, Zarautz' y se exhibe en el Museo de Arte de San Luis, uno de los más reputados de Estados Unidos. Junto a la obra del artista valenciano, se exhibe una copia de la foto de Carvajal. Su familia lo recuerda con mucho afecto. Se encuentra enterrado en Zarautz. Murió a los 70 años, asesinado junto a su cuñado, el duque de Veragua, en Paracuellos.
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