Crear espacio público
Recordaba Jorge Oteiza, en uno de sus escritos, que toda escultura situada en el exterior debe atender a la naturaleza del emplazamiento y a condicionantes ... simbólicos, semánticos y topológicos, así como a «su entorno espiritual», que el escultor interpretaba como el más importante y definitorio de todos ellos.
Con esa mención a lo espiritual, el escultor estaba invocando lo que trasciende a lo meramente físico y material para aludir a nuestra vinculación con lo simbólico y a su capacidad para conformarnos como individuos, pero también como comunidad. En definitiva, estaba aludiendo a una las grandes tensiones del arte público de nuestro tiempo y de la escultura en particular que, liberada de su función conmemorativa o monumental, ha dejado de ser un objeto que se coloca en el centro del espacio público para convertir al espacio de lo común en el verdadero sujeto de toda intervención artística.
Esta condición determina el gran reto al que cualquier expresión artística situada en el exterior debe enfrentarse hoy. Porque, para dotarse de sentido, deberá evidenciar su condición de objeto contextual y ser capaz apelar a la colectividad mediante la reflexión estética y la experiencia compartida. Aludir, en definitiva, a su condición de creadora de esfera pública, en la que la sociedad pueda tomar forma y se haga posible.
La llegada de 'Hondalea', la intervención de Cristina Iglesias en el antiguo faro de la isla de Santa Clara se incorpora ahora a ese dominio de lo común y se suma al eje conformado por el Peine del Viento de Eduardo Chillida y la Construcción Vacía de Jorge Oteiza, que en el otro extremo de la ciudad se completa con la Paloma de Néstor Basterretxea. Todas ellas situadas en los límites de lo urbano, donde la ciudad cede su lugar al encuentro con el mar. Unas apelan al horizonte, a la energía de la naturaleza y al espacio; Hondalea invita a mirar hacia el fondo marino como lugar de tiempo acumulado y memoria. Nuevos argumentos para crear, desde el arte, un lugar de encuentro y de convivencia física y simbólica, en el que nuestro imaginario colectivo pueda conformarse de modo pleno.
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