Norman Foster 'conduce' los coches más caros del mundo en el Guggenheim

La especialización terminó con el ideal del sabiduría renacentista, capaz de tocar varios palos con soltura, pero el espíritu de una cultura que traspasa fronteras y profesiones se mantiene vivo y muy presente en la exposición.

«Desde las cavernas, todas las cosas han tenido un diseño. No se trata de estilo o de moda, sino de cómo el ser humano se las ha ingeniado para vivir mejor. Sacarnos del atolladero medioambiental y alcanzar un mundo más limpio también será una cuestión de diseño», avanzó Foster, el arquitecto del metro de Bilbao y de la ampliación del Bellas Artes.

Significativamente, lo dijo con «optimismo» antes de subir a las salas del museo, donde se exponen 38 coches desde 1900, empezando en el espacio dedicado a los inicios de la automoción, con un carruaje sin caballos que recuerda la época anterior y un Porsche Phaeton de 1900, con motores eléctricos en los cubos de las ruedas, un concepto considerado como revolucionario cuando se incluyó en el primer vehículo eléctrico de la NASA que recorrió la superficie de la Luna.

Acompañaron a Foster en la presentación el director general del museo, Juan Ignacio Vidarte; el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, compañía que patrocina la muestra; y el consejero delegado del grupo Volkswagen, Herbert Diess, también patrocinador del evento.

Además de los ejemplares de carrocería brillante en colores vivos, cada una de las secciones –comienzos, esculturas, popularización, deporte, visionarios, 'americana' y futuro– acoge en sus paredes cuadros y dibujos y esculturas sobre el suelo referidos a la cultura del automóvil o en sintonía formal con el diseño curvilíneo de las piezas.

Así, en la primera sala, las dos piezas del escultor Constantin Brancusi, 'El pez' y 'Pájaro en el espacio', se reflejan sobre la superficie de los automóviles, y viceversa. En los laterales, se muestra al Warhol del 'Benz Motor Car' de 1986 –no el de los icónicos accidentes de coche de principios de los sesenta con imágenes de los periódicos– y joyas nunca vistas como el 'Choque de tranvías en el Arena' (1922) de Antonio Guezala.

En la sección que propone una lectura de los automóviles como esculturas, cuelga del techo un enorme móvil de Alexander Calder y una figura recostada de Henry Moore, al lado de una de las piezas automovilísticas estrella de la exposición, el Bugatti Atlantic de 1953 y Hispano Suiza H6B Dubonnet Xenia de 1938, de una belleza basada en la pureza y dinamismo de sus líneas. «La exposición reivindica a los automóviles como objetos de arte por derecho propio, con sinergias con otros artefactos culturales, y lucha por tanto con la mentalidad que todo lo encajona en apartados», expresó Foster.

El primer coche que condujo fue un Morris de 1935, propiedad de su familia. El auto del futuro será más seguro y autonómo. Se podrá dormir, trabajar o ver una película, pero podría ser vulnerable a un ciberataque. Entre sus favoritos de la muestra está el Dymaxion diseñado por el arquitecto Buckminister Fuller, su mentor y maestro, con el que trabajó en los últimos doce años de su vida. La selección de las piezas, continuó Foster, se ha realizado con un criterio «absolutamente subjetivo» y en base a dos temas centrales, «la belleza y la tecnología». «Hay una belleza utilitaria en el jeep y en el Dos Caballos», remachó, y la exposición ofrece la posibilidad de poder entenderla.