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Finaliza el año y toca hacer balance de lo visto y escuchado en nuestras salas de conciertos. 2019 arroja un saldo positivo de actuaciones ... musicales, si bien es cierto que faltó esa función multitudinaria que mueve masas y saca de su hogar incluso a quienes no acostumbran a consumir directos. No hubo sesiones en el estadio de Anoeta ni en Illunbe y en el velódromo sólo destacó la noche de los navarros Marea, a quienes les faltó un millar de personas para completar el aforo de 5.000. Su victoria, sin embargo, fue por K.O. gracias al rock abrasivo de los temas contenidos en 'El azogue' (2019) y de los clásicos de sus seis discos anteriores.
Como ya es habitual, los conciertos más multitudinarios fueron los del Jazzaldia, nuevamente mediatizado por la presencia de Jamie Cullum en la Zurriola. El británico, sospechoso habitual del festival, superó su propio récord y congregó a 53.000 personas en su cuarta visita, en la que volvió a haber jazz vocal clásico, swing huracanado, mucho pop y algún eco latino, sin faltar los habituales saltos desde lo alto del piano ni las pullas hacia Boris Johnson. En términos de poder de convocatoria le siguió la estadounidense Joan Baez, que como canta en 'No nos moverán', sigue «como un árbol firme junto al río» tras más de medio siglo en la brecha: su inextinguible garganta recordó a Dylan, Joplin, a Guthrie, Violeta Parra, Lennon e incluso a Laboa, cuyo 'Txoria txori' sonó un tanto atropellado y poco ensayado.
Fue un Jazzaldia especialmente lluvioso que obligó a suspender alguna actuación al aire libre y que amenazó o perturbó las de Donny McCaslin, Zahara, Belako, Diana Krall, Silvia Pérez Cruz y Toquinho, Maria Schneider y Neneh Cherry. Esta última ofreció, con chubasquero, uno de los mejores conciertos del festival -y, por extensión, del año- con una propuesta original y bailable que dio lugar a un nuevo capítulo de 'Cantando (y danzando) bajo la lluvia', una 'serie' muy habitual en un festival a cuyo público no le importa mojarse si es por una buena causa. A cubierto destacaron el veterano Joe Jackson, que ofreció una enérgica sesión de rock and roll sin levantarse del piano, y las dos sesiones del 'Bagatelles Marathon' auspiciado por el sin par John Zorn.
El Mojo Workin' celebró diez años de soul y R&B con las actuaciones de leyendas como Winfield Parker, The Cookies, Thelma Jones y The Dixie Cups, mientras que el Andoaingo Rock Jaialdia sirvió raciones tan enérgicas como las ofrecidas por The Llamps, Tropical Fuck Storm y Thurston Moore, que noqueó a la audiencia con un único tema instrumental de una hora de duración. Por su parte, el Glad is The Day de Cristina Enea volvió a confirmar su condición de cita consolidada con nombres como Potato, The Limboos y una larga ristra de artistas urbanos. Éstos fueron mayoría en el Donostia Festibala, que batió su récord con 18.000 asistentes que bailaron y gozaron al ritmo de Mala Rodríguez, IRA, Bad Gyal y los gemelos Ayax y Prok, quienes ofrecieron el concierto más contundente de un cartel en el que figuraban propuestas más discutibles como Beret o La Pegatina. Por último, en el año en el que han desaparecido o se han despedido citas como Jazpana, Usopop o el Hondarribia Blues Festival, la comarca del Bidasoa acogió un nuevo festival al aire libre, Irun Zuzenean, en el que actuaron, entre otros, Javier Mena, Derby Motoreta's Burrito Kachimba y Kokoshca.
El escenario principal del Victoria Eugenia recibió con pocos días de diferencia a clásicos propios y foráneos: aunque la reunión puntual de Hertzainak no ha pasado por Donostia, Gari se mostró sobrado de tablas y fuerza con Maldanbera, mientras que los regresos de Yo La Tengo y Echo & The Bunnymen sirvieron para rememorar algunas de las páginas del mejor rock independiente de las últimas décadas. Sin banda, con un sencillo pero original montaje escénico, Ismael Serrano convenció incluso más que en su anterior visita de 2018, y Pedro Guerra conmemoró los casi 25 años de su debut en solitario, 'Golosinas'.
Otras propuestas estimulantes fueron las de Ute Lemper y su homenaje a Marlene Dietrich; el flamenco euskaldun de Sonakay; el 'revival' nostálgico de Deacon Blue y Lisa Stansfield; la genial mezcla de música y teatro del espectáculo 'Miedo' de Albert Pla; el emotivo llenazo de Eñaut Elorrieta, que presentó su segundo disco en solitario, y, por supuesto, la única función donostiarra de la gira de despedida de Berri Txarrak, que agradecieron con energía la concesión del Adarra Saria. Por las catacumbas del teatro, su Sala Club, hubo jazz de altura con la refrescante batería de Allison Miller y la serena guitarra de Ralph Towner, además de actuaciones estupendas como la de Jabier Muguruza, que despedía su disco 'Leiho bat zabalik' (2017), o el singular homenaje a Chavela Vargas del estadounidense de origen costarricense Dorian Wood.
Entre quienes más tirón demostraron sobresalen Antonio Orozco, cuyo pop llenó las 1.800 butacas del Kursaal en medio de una gran conexión con el público, y en el ámbito opuesto, el veterano Paco Ibáñez, que también abarrotó el auditorio con sus himnos contestatarios, sin olvidar a Ana Belén, que puso su voz inmortal al servicio de los enfermos de esclerosis y sus familias. En el año en que los cubos de Moneo cumplían su vigésimo aniversario, también pasaron por allí Raphael, que ofreció una insólita pero efectiva mezcla de música sinfónica y electrónica; Andrés Calamaro, que protagonizó más de dos horas de espectáculo ante un auditorio enfervorecido; José Mercé y Tomatito, que sellaron la alianza de dos grandes iconos del flamenco, o grupos y artistas como Sweet California y Vanesa Martín.
Intxaurrondo fue uno de los pocos escenarios en el que los zarauztarras Delorean oficiaron su despedida tras casi dos décadas de influyente trayectoria. Por su parte, Gatibu realizó la proeza de actuar tres noches consecutivas en dicho centro cultural, por el que también pasaron, atronadores como siempre, los irundarras Lisabö, que presentaron el disco lanzado por sorpresa a finales de 2018, y el portugués The Legendary Tigerman, que compareció con banda. En el Teatro Principal descolló la actuación del donostiarra Rafael Berrio, que confirmó su falta de rival en el ámbito del rock en castellano, y en Lugaritz brindó una emocionante función la hernaniarra Maite Larburu, autora de uno de los discos del año: 'Hezurren azpian'.
Como suele ocurrir con este tipo de listados subjetivos, no están todos los que son, pero sí son todos los que están, y también cabe citar conciertos como los dos ofrecidos por Javier Sun en la Taberna de Egia, donde el héroe local celebró 30 años de carrera en solitario, o la sesión especial de otros vecinos del barrio, Pelax, que hace escasas semanas llevaron a Gazteszena su mezcla de rock y arte. Además, el polvorín de Igeldo fue el escenario del regreso de Musika Parkean, un ciclo que tras dos años en barbecho revivió gracias a Dr. Maha's Miracle Tonic, Kokoshca y Álex del Toro. Y a propósito de entornos naturales con encanto, está por ver si Basoka, que en los últimos años ha ofrecido actuaciones en el bosque de Miramón, tiene continuidad al margen de Olatu Talka, festival que en 2019 ha anunciado su despedida.
En el año que ahora termina la sala de conciertos más activa de Gipuzkoa sopló sus cinco velas. Lo hizo a su frenético ritmo habitual, con una media de entre cuatro y cinco conciertos cada siete días y dos o tres pinchadas nocturnas durante los fines de semana. Este periódico ha recurrido al irundarra Verano González, uno de los espectadores más fieles del Dabadaba, para recabar su opinión sobre los mejores conciertos, siempre según su personal criterio.
De entre lo visto y escuchado el primer cuatrimestre del año destaca a Preoccupations, «por las melodías maravillosas y atronadoras» que casi le «agujerean los oídos»; a Donny Benét, «por su italo-disco revisado, el horterismo y el antiglamour»; a Downtown Boys, porque en pleno marzo puso «el listón muy alto» a los artistas que debían actuar hasta diciembre; a Vulk, «por todo»; a Cupido, «por ser un grupo de pop perfecto con actitud punk y tocar durante la fiesta del quinto aniversario»; a Jungle By Night, «por ser lo más original» que Verano ha visto este año en el Dabadaba, y a Jean Jean, «por mezclar la épica y el desenfado de manera tan contundente».
Del segundo cuatrimestre destaca a Molly Nilsson, «porque su electro-pop no puede contener mejores melodías ni tener mejor presencia escénica»; a Glam Skanks, «por ser las putas amas del rock and roll»; a Aldous RH, «por toda la elegancia de su funk & quiet», y a Joe Crepúsculo, «por la fiesta». Los conciertos del último cuatrimestre de 2019 que más ha disfrutado Verano González son los de Black Midi, «porque es imposible sonar así siendo menores de edad»; Crudo Pimento, «por eclipsar con las canciones el hecho de estar tocando con instrumentos fabricados con palos y latas»; Las Ligas Menores, «porque sólo en dos discos tienen más himnos que muchos grupos en toda su carrera»; Sean Nicholas Savage, «por estiloso, virtuoso y romántico, tanto en la forma como en el fondo»; Los Punsetes, «por el pop bestia y por su deslumbrante último disco»; Sinkane, «porque todo apunta a que se va a hacer muy grande», y Airbag, «porque 20 años no son nada si después de su concierto tienes que cambiarte de pantalones y camiseta antes de salir de la sala».
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