Entre la tierra y el firmamento
No tiene que ser sencillo diseñar un festival que consiga el equilibrio entre intérpretes de casa y estrellas famosas, como tampoco reunir repertorios cercanos con ... obras menos conocidas. También resulta complicado ofrecer grandeza y. al mismo tiempo, ceder un espacio a lo pequeño, algo que, citando a Schumacher, «es hermoso». La Quincena parece haber logrado este difícil objetivo.
Si algo trajo de positivo la pandemia fue la atención a los artistas más próximos. La constatación de su alta calidad ha permitido que sus nombres aparezcan no sólo en los ciclos, sino también en las sedes principales. Carmen Artaza o Miren Urbieta-Vega cantarán en dos conciertos del Kursaal, en cuyo escenario también actuarán la Euskadiko Orkestra, la Sinfónica de Bilbao y la de Navarra, así como el Orfeón Donostiarra, Easo y Andra Mari Abesba-tza. Y los dos encuentros del Teatro Victoria Eugenia correrán a cargo de dos agrupaciones vascas: Euskal Barrokensemble y Landarbaso, a lo que hay que añadir la importante presencia de artistas como Andoni Mercero, Judith Jaúregui o Carlos Mena en San Telmo, entre muchos otros.
Sin embargo, esta destacada presencia de artistas vascos no impedirá disfrutar de estrellas: grandes orquestas, cinco magníficos directores y solistas como Grigory Sokolov -para no perderse su Purcell-, Mitsuko Uchida -con piezas de piano a cuatro manos-, el violoncellista Pablo Ferrández o las violinistas Anne-Sophie Mutter y Hilary Hahn. Y lo grande también estará presente con una obra como la 'Octava' de Mahler con Treviño en el podio ante 400 músicos.
El equilibrio entre ofertar obras habituales y apuestas más novedosas es también una evidencia. Destaca una maravillosa 'Missa Nelson' de Haydn, que sin duda gustará, pero resalta 'Oedipus Rex' de Stravinsky en una producción propia, a lo que hay que añadir los cinco estrenos de contemporánea y muchas 'joyitas' escondidas.
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