«La mayoría de quienes me amenazan de muerte por las redes, en la calle me pedirían una foto»
El músico español de ascendencia británica interpreta este jueves en el Victoria Eugenia un monográfico sobre Chopin a piano solo
Dice que está lidiando entre los conciertos, la prensa, su nueva fundación, el matrimonio, el piano, las redes sociales y su perro, pero reconoce que «por fin» se encuentra «en una buena racha». El pianista y escritor James Rhodes (Londres, 1975) ha abierto en numerosas ocasiones el descarnado relato de una infancia marcada por los abusos sexuales, las parejas tóxicas y las secuelas de todo aquello que cicatrizó a través de la música. Desligado de su nacionalidad británica, el pianista español llega este jueves al Teatro Victoria Eugenia de Donostia (19.30 horas) para interpretar por primera vez un programa dedicado a un solo compositor: Frédéric Chopin.
– ¿Qué tal es la convivencia con Bowie? Hace poco publicó una foto con uno de sus destrozos...
– Ay, sí... bueno, es normal, pero la vida con un perro es maravillosa, dan un amor incondicional y mucha luz. Tiene un añito y es puro amor. Es la primera mascota que he tenido en toda mi vida y ahora entiendo perfectamente ese vínculo, de hecho, prefiero los animales a los seres humanos (ríe). Soy un poco gruñón.
– Pero está en un momento dulce, ¿no? Por cierto, enhorabuena por su reciente matrimonio.
– ¡Qué delicia! De verdad, después de tantos años de mierda en relaciones de pareja, he encontrado mi media naranja y está todo bien. Me siento por las nubes, como un adolescente, y es una sensación un poco rara pero me da igual, estoy enamorado. Que les den.
– Un chico de Londres, una chica de Argentina y no saltan chispas.
– Porque nunca hablamos ni de Maradona, ni de las Malvinas (ríe).
«Pensar diferente es que uno prefiera un café solo a un café con leche, no que uno desee la muerte a los homosexuales y otro no»
– Llega el jueves al Teatro Victoria Eugenia. Ha declarado su amor a Madrid, Galicia, Barcelona... ¿Qué dice de Donostia?
– Sí, por fin. He venido muchas veces a tocar, a comer, a pasear junto al mar... es un sitio tremendo. Es súper raro porque siento que es como un pueblito, no tanto en cuanto a tamaño, sino por el sentido de pertenencia y esa sensación de estar como escondido entre el mar y las montañas. Tocar en ese teatro, con ese sonido, es una maravilla.
– Y esta vez interpretará un monográfico sobre Chopin.
– Es la primera vez en mi vida que toco un programa entero con solo un compositor pero, si había uno sobre el que merecía la pena hacerlo, ese es Chopin. El puto amo, nadie mejor al piano.
– Su música es nostalgia y romanticismo. Su persona... ya tal.
– Como persona es complicado definirle, quizá un poco gilipollas, la verdad. Solo quería rodearse de gente con dinero, duques, aristócratas y chicas guapas. De hecho, cobraba mil pavos por una hora de clase de piano y solo elegía a chicas jóvenes como alumnas. Todo es un poco feo pero, cuando escuchas lo que compuso, es otro mundo. Posee un universo entero. Tocaré unas piezas que compuso en su etapa en Mallorca y cada una tiene su propia historia de amor, de rabia, de patriotismo...
«Me odian. El jefe de Ibermúsica dijo que soy peligroso para la música clásica. ¡Peligroso! Esa fue la palabra que usó»
– ...de abstracción.
– Mira, hoy existen tan pocos sitios a los que podemos escapar para salir de este mundo de mierda de redes sociales, realities, prensa (con perdón), que cerrar los ojos y sumergirse una hora y media en la música es algo muy necesario. El 90% del tiempo toco con los ojos cerrados.
Las redes sociales
– ¿También lo hace con los 'haters'? ¿Cómo es su relación ahora con las redes?
– Hay cosas muy chungas y hay cosas muy bonitas pero, en cualquier caso, son un espejismo. Hay veces que comparto algo de música o una foto —porque estoy obsesionado con la fotografía, esa es otra razón para visitar San Sebastián con mi cámara—, pero procuro no tomarme las redes en serio. La mayoría de la gente que me escribe «vete a tu puto país, rojo de mierda» y amenazas de muerte, si me vieran por la calle me pedirían una foto. Son pequeños gamberros, nada más.
– Significarse políticamente ¿le ha podido perjudicar? Parece que ni los artistas ni los futbolistas tienen permitido hablar de política.
– Cuando menciono un poquito sobre algún tema político un montón de gente me dice que me enfoque en el piano y que deje de opinar sobre política. ¿Perdona? Hablo de mi país, donde vivo y donde voto. Además, no soy tan político. Pero si veo a un facha negando la violencia de género y rechazando a los inmigrantes, lo siento, pero tengo que decir algo en voz alta. Y la respuesta automática suele ser: «solo criticas a los que piensan diferente a ti». Pero no. Pensar diferente es que uno prefiera un café solo a un café con leche, no que uno desee la muerte a los homosexuales y otro no.
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– Y usted tiene un potente altavoz delante.
– Eso es verdad pero, te lo juro, en este país todo se politiza, aunque publique un tweet con una foto de una tortilla de patatas. De hecho el otro día puse una foto de alguien comiendo y una chica comentó: «Cada 20 segundos en este mundo un niño se muere de hambre, y tú publicando fotos de comida, sinvergüenza». Llegué al punto de decir no puedo más, ¿cómo todo es tan ridículo? Esa rabia, esa falsa indignación, los 'ofendiditos'... francamente, que les den. Tengo cosas más importantes que hacer. Eso sí, ahora estoy aprendiendo a ponerme límites, y si me equivoco, pediré disculpas.
– Quizá se peca de exceso de compromiso y uno acaba por ofenderse por todo. Hay que saber elegir qué batallas pelear.
– Por supuesto, ¿Cuándo hemos decidido que está mal sentirse ofendido? Te ofendes y todo sigue, tranquilo, hay cosas por las que vale la pena ofenderse, pero la inmensa mayoría de quienes se ofenden en redes es por chorradas.
El concierto
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Programa. Frédéric Chopin: 'Impromptu nº 2, Op. 36', 'Scherzo nº 3, Op. 39', 'Nocturno nª 20, Op. posth', 'Sonata para piano nª 3, Op. 58'.
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Dónde. Teatro Victoria Eugenia.
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Cuándo. Este jueves, a las 19.30 horas.
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Entradas. Entre 27 y 30 euros, a través de la página web de Donostia Kultura y en las taquillas del teatro.
La 'sensación' de estar en misa
– Por la parte profesional, el ser un músico clásico tan mediático, le ha convertido también en carne para la crítica.
– Tío, me odian. El otro día el jefe de Ibermúsica dijo en una entrevista cosas como que nunca he tocado nada bueno en toda mi vida, como si el tipo hubiera escuchado todo lo que he grabado. Además dijo que soy peligroso para la música clásica. ¡Peligroso! Esa fue la palabra que usó. Pero, curiosamente, estoy agotando salas como el Liceo, el Victoria Eugenia o el Teatro Real. Por supuesto que hay muchos pianistas mucho mejores técnicamente que yo pero, ¿qué hago? ¿Me mato? Hago lo que puedo y, para mí, toco lo suficientemente bien como para subir al escenario y sentir que estoy haciendo justicia a quienes han pagado por sentarse en las butacas.
– ¿Y qué es eso que no gusta?
– Me pone muy triste que artistas 'top' de este país no llenen auditorios y, mientras tanto, tengamos a gente en la música clásica queriendo mantener las cosas como hace 300 años. La música nunca va a cambiar, pero la presentación, la conversación con el público sobre las piezas o el apagar las luces del escenario puede convertir el espectáculo en una experiencia mucho más rica, lejos de esa sensación de estar en misa. Y eso es lo que pretendo hacer.
– La pandemia ha remarcado la necesidad de acercarse a nuevos públicos. ¿Necesita más Rhodes la música clásica?
– Y también la televisión. He tocado Brahms, Chopin o Rachmaninoff en 'prime time' con Buenafuente, con Risto y en La Ser, pero todo comienza con la educación musical. No puede ser que si tu familia tiene pasta puedas ir a la Filarmónica y aprender a tocar el violoncello, y si no la tiene no. Claro que si tienes que decidir entre comer o poner la calefacción, ¿cómo vas a gastar 50 pavos por semana en una clase de música para tus hijos? Debería haber una orquesta en cada escuela de este país y que ese acceso a la formación musical fuera un derecho y no un lujo exclusivo para los ricos.
«Debería haber una orquesta en cada escuela de este país y que la formación musical fuera un derecho y no un lujo»
– Nunca se ha mordido la lengua, su libro 'Instrumental' es su retrato más desnudo. ¿Le resultó difícil abrir todas esas heridas?
– Fue muy difícil, cada vez que hablo de este tema me da un jamacuco, pero tenía dos opciones: esconderme y centrarme en el piano, o hacer algo que durante décadas las oenegés han intentado conseguir. Después de reunirme con Pedro Sánchez, Manuela Carmena y Marlaska y ver que poníamos la Ley de Protección Infantil sobre la mesa, pensaba que la reacción iba a ser de ayuda y ánimo, pero la realidad fue una lluvia de improperios e insultos xenófobos hacia «la ley del pianista que hay que deportar». Quizá fui un ingenuo. Pero bueno, la sacamos adelante y ahora somos un referente mundial en este tema.
– ¿Prepara algún nuevo libro?
– No, tengo muchas cosas por delante. Nunca he admitido esto, pero mi sueño sería tomarme seis meses para viajar por todo España con mi cámara y luego publicar un libro de fotografía. Sin la presión de los conciertos ni nada, escapar estilo Forrest Gump (ríe).
«Tenía dos opciones: esconderme y centrarme en el piano, o hacer algo que durante décadas las ONG han intentado conseguir»
– ¡Pero son seis meses lejos del piano! ¿Sería capaz?
– Ah, ¡eso es otra cosa! No sé. Pero una de las cosas de las que estoy convencido es que si estoy en un pueblo perdido y pongo un tweet diciendo que necesito un piano para tocar cuatro horas, está solucionado. Seguro que alguien se presta a ello y eso es España. En Inglaterra me gritarían «get the fuck away from my property!».