Miguel Zugaza
«A veces proyectamos que somos como un parque de atracciones», asegura el exresponsable del Prado en víspera del Día de estos centros culturales
Pocos nombres más cualificados para reflexionar sobre los museos que el de Miguel Zugaza (Durango, 1964), exresponsable de El Prado y actualmente al frente del ... Bellas Artes bilbaíno. En víspera del Día Internacional del Museo, Zugaza reflexiona aquí sobre el presente y el futuro de estos centros, a la vez que ofrece una mirada externa sobre el ecosistema vasco y guipuzcoano. «Muchas veces queremos proyectar la idea de que los museos somos como un parque de atracciones para vivir sensaciones muy fuertes, pero las formas de relacionarte con Igeldo y con San Telmo son muy diefrentes», señala el historiador de arte y museógrafo.
-Lo primero, a modo de introducción, la pregunta sería para qué sirve actualmente el Día de los Museos.
– Creo que es un día de naturaleza universal para visibilizar la misión publica, social y educativa de los museos, en un evento de naturaleza universal. Es muy importante. Si no existiera, estaría bien que se inventara. Sirve para hablemos de otros museos al margen de los que hablamos constantemente. Cuando hablamos de cifras de visitantes, citamos el Louvre, el Prado y estos centros con mucha audiencia, pero al lado hay otras instituciones que también merecen su minuto de protagonismo y a los que hay que rescatar del anonimato. También tiene algo festivo de abrir las puertas y generar una accesibilidad total de la sociedad al museo.
– ¿Ayudan a que el público pierda esa actitud reverencial que adopta al entrar en ellos?
– Algo ha heredado el museo de la idea de 'templo' en una sociedad desacralizada, pero sí hay algo de temor reverencial. Es algo que tiene que ver con el arte que, como comentaba Antonio López, es el último rastro de la idea de lo sagrado. Sí hay una relación prudente del público hacia lo que el museo te ofrece.
– Y eso, ¿es bueno o malo?
– No hay que tener temor al arte ni a los museos, pero tampoco hay que perderles respeto. Me quedaría con un término medio: no es un lugar para divertirse, sino para aprender y para ser consciente de tu propia posición como visitante delante del mundo. Eso no es algo que forme parte simplemente de ese divertimento. Muchas veces queremos proyectar la idea de que los museos somos como un parque de atracciones para vivir sensaciones muy fuertes, pero las formas de relacionarte con Igeldo y con San Telmo son muy diferentes. El arte, si lo es verdaderamente, lo que provoca a cualquier persona es una interrogación. Y da igual si es arte del pasado que contemporáneo, porque siempre tiene una bomba de relojería lista para activarse delante del visitante y provocarle preguntas.
«Miquel Barceló me dijo que si se encontraba con un visitante en un museo observando un cuadro más de un minuto, le daban ganas de abrazarle»
– A veces, parece que los propios museos se dejan llevar por esa búsqueda de la atención a cualquier precio...
– Lo que tenemos es poco tiempo.
– ¿Y déficit de atención?
– Claro, y la experiencia del arte no requiere tanto una formación como una atención. Es un idioma universal que se descifra con la mirada. En cualquier caso, requiere de un tiempo. Miquel Barceló me dijo en cierta ocasión que si se encontraba con un visitante en un museo observando un cuadro más de un minuto, le daban ganas de abrazarle. Tenemos que dejar fuera los ruidos y las tecnologías que nos acompañan en el día a día para tratar de vivir una experiencia sensitiva muy directa.
– ¿Pero han sucumbido a determinadas prácticas extrañas?
– Los museos deben saber seguir el ritmo de la sociedad y diagnosticar también sus necesidades. De hecho, la sociedad ha cambiado mucho desde que se inventó el museo como institución contemporánea a finales del siglo XVIII y el museo no tanto. Cuida material e intelectualmente del arte y lo pone a disposición de la sociedad. La misión es la misma, pero cambia el contexto social y cultural y ahora más recientemente la tecnología de la comunicación.
«El arte, contemporáneoo no, siempre tiene una bomba de relojería lista para activarse delante del visitante y provocarle preguntas»
– El hábito de hacerse un selfie frente a una obra emblemática parece que ha llegado para quedarse...
– En el Prado tomamos la decisión de prohibir no ya los selfies, sino las fotografías de las obras. Lo hicimos por respeto a esa experiencia que, además, es compartida junto a mucha gente, delante de obras maestras como 'Las Meninas' o 'El jardín de las delicias'. Imagínese con el enjambre de cámaras. En el Bellas Artes no hemos puesto esa limitación porque no tenemos ese problema de aforo.
– Parece que en determinados museos algunas obras eclipsan al resto de obras expuestas.
– No sé si la gente identifica los selfies delante de 'La Gioconda' como el éxito del Louvre: son más bien el éxito del fracaso del museo.
«No sé si la gente identifica los selfies delante de 'La Gioconda' como el éxito del Louvre: son más bien el éxito del fracaso del museo»
– Habrá incluso quien renuncie a visitar el museo si no puede acreditarlo con una foto en las redes...
– Claro, claro... Para mucha gente será frustrantes porque no van al museo a ver una colección de obras de arte, sino a localizar una en concreto. Tenemos que reflexionar sobre la relación que tiene el Louvre en términos de secuestro por parte de una de sus obras maestras para que la sociedad no identifique ese comportamiento como el esperable en un museo.
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– ¿Son víctimas de la tiranía del número de visitantes? Quizás deberían rebelarse contra esta medición del éxito y el fracaso.
– No quito importancia a las cifras de visitantes, pero no creo que sean la clave del éxito, ni el principal indicador. Hay otros no mensurables igual o más importantes. Esas tiranías de la métrica de la audiencia son unas, pero hay otras tiranías, como la de las obras maestras que secuestran la experiencia completa de un museo. La tiranía de que el éxito de la institución es sintonizar con los jóvenes frente al valor de la experiencia adulta. Le aseguro que los museos hacemos muchas concesiones para llamar la atención de los jóvenes. Abrimos los museos a las noches, les ponemos DJ's… cuando abren más de diez horas al día. Son iniciativas tomadas con un exceso de ansiedad. Es el público adulto el que debemos aprender a cuidar.
«No sabemos cómo se va a comportar delante de las obras un público educado a través de un consumo masivo de imágenes en el ámbito digital»
– ¿Qué opina de las propuestas de inteligencia artificial que acompañan a determinadas exposiciones, para dotar de movimiento a pinturas, por ejemplo?
–No conozco mucho el tema, pero personalmente todavía me sigo sorprendiendo con la inteligencia artificial de Velázquez cuando concibe sus cuadros, 'Las Meninas', y pienso que el arte, si lo es, es imperfecto, y ante todo no atiende tan solo a lo sabido, a lo aprendido. Esas experiencias inmersivas están relacionadas con el ocio más que con el conocimiento, pero eso nos distancia del arte real. La tecnología nos tiene que servir para ser rigurosos. Creo que con la IA se pueden hacer cuadros, esculturas, instalaciones… pero arte, no. Todavía, no.
–¿Y qué dependencia tienen del público cautivo de visitas escolares, de los grupos de turistas?
– Si concebimos desde el museo al público como cautivo nos equivocamos radicalmente. Da igual un colegio del Antiguo que un grupo de japoneses, el museo debe de estar preparad para ofrecerles la mejor experiencia del arte con los mejores instrumentos de interpretación que tenga. Esa es la misión educativa y comunicativa del museo, y creo que en general lo hacemos muy bien.
– Desde los años de la crisis, los museos han restringido sus compras de obras, aunque han empezado a retomarla en los últimos tiempos.
– Los museos debemos de enriquecer nuestras colecciones con adquisiciones, pero también promocionando las donaciones y legados. El presupuesto público es limitado y debemos coligar el esfuerzo de los coleccionistas y los amigos del museo. Recientemente hemos podido adquirir el fondo de Antonio Guezala gracias a las aportaciones de los amigos del museo. También es muy interesante coaligar esfuerzos entre varias instituciones como es la iniciativa de la colección compartida en la que colaboramos Artium, Tabakalera y nosotros, tres instituciones del arte de diferente perfil que se tienen que poner de acuerdo para adquirir obras de artistas de nuestro contexto.
–¿Qué hacer frente a modas que invitan a reordenar o reorganizar las colecciones permanentes?
– Si es una moda, me encanta. Llevo haciendo esto desde hace años en diferentes museos. La colección permanente es la exposición temporal más importante de un museo y debe ser interrogada constantemente con nuevos argumentos y no solo de los historiadores del arte. En Bilbao hemos realizado el Alfabeto del museo con Kirmen Uribe. También hemos creado en BBKateak 100 encuentros cara a cara entre nombres propios de la colección. La lectura de la colección que fue la exposición 'That Time' en Tabakalera de Donostia también fue toda una enseñanza. No dudo que en los próximos meses seguiremos ensayando nuevas propuestas.
– ¿Qué función cumplen los museos de arte en 2025? ¿Y sobre todo, la están cumpliendo?
– El arte es de los artistas y los museos son de la sociedad. La misión del museo es poner en relación la sociedad con el arte y da igual que estemos hablado del arte retrospectivo como el de hoy. Lo que creo que es una equivocación es tratar de sacar pronto balance de esa mediación. Creo que lo que pasa diariamente puertas a dentro tiene efecto retardado. Tiene algo de santuario y de colegio, en los dos casos los caminos que toma la sensibilidad son inescrutables.
– ¿Cómo imagina los museos en 2035?
– «Muy largo me lo fiais querido Sancho». El museo, si sigue existiendo, responderá al mismo patrón de siempre, lo que habrá cambiado es la sociedad. No sabemos muy bien cómo se va a comportar delante de las obras de arte un público que se ha educado a través de un consumo masivo de imágenes en el ámbito digital. Puede que les resulte aburrido incluso ponerse delante del 'Jardín de las delicias' y que no se mueva nada, o realmente se van a quedar asombrados de la capacidad de provocación que tienen las obras de arte de verdad. No sabemos si los visitantes van a sentirse concernidos o no.
– ¿Cómo va la ampliación del Bellas Artes?
– Suelo decir que la ampliación no la hacemos para los que estamos convencidos de la capacidad de transformación del arte sino que será el espacio para los que se inician en esa relación. Esta es la razón de que el nuevo departamento de educación tendrá una posición central en el nuevo edifico Agravitas. Cuando lo abramos dentro de un año, empezara a producir nuevas experiencias con nuevos públicos.
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