«El Biarritz actual tiene más de impostura que de realidad: es un escenario algo falso»
literatura ·
El autor madrileño realiza en 'Memoria de Biarritz' un acercamiento personal a siglo y medio de historia de esta antigua capital del cosmopolitismo europeoComo ya hiciera en 'Un cierto Tánger' con la ciudad marroquí, el historiador y escritor Fernando Castillo (Madrid, 1953) aborda en 'Memoria de Biarritz' (Ed. ... Confluencias) el auge, esplendor y caída de la ciudad vascofrancesa. Un relato apasionantes en un doble sentido: por sus calles y villas pasaron nobles, artistas, espías, exiliados –ricos y pobres–, y hasta terroristas y por otro lado, Castillo no firma una guía de viajes clásica o un libro de Historia convencional, sino que entreteje el relato con su propio periplo vital.
– Ha optado por mezclar la historia de Biarritz con su propia biografía.
– Sí y además ha sido intencionadamente. Es una fórmula en la que he tratado de combinar géneros: la narrativa, el ensayo, el libro de viajes, aunque de una manera muy personal, y he procurado trascenderlos.
– ¿Cómo se convirtió esta ciudad en destino, vacacional o no, de zares, espías, artistas o exiliados?
– Es una ciudad cosmopolita y europea, pegando a España, algo que la define también y que no tienen Niza, ni Deauville. Ese carácter fronterizo más el cosmopolitismo es capaz de atraer cualquier cosa.
– En su caso, ¿qué fue lo que le sedujo?
– Lo que quedaba del pasado. A Biarritz no se puede ir a encontrar, sino a buscar, porque es muy difícil hallar vivo nada de lo que era. Quedan restos, tanto arqueológicos como vivos de lo que fue Biarritz, no sólo en el siglo XIX o en los años treinta o en la II Guerra Mundial, sino del de los años ochenta y noventa, en los que también tuvo su personalidad.
«A Biarritz no se puede ir a encontrar, sino a buscar, porque es muy difícil hallar vivo nada de lo que la ciudad era»
– Afirma usted que hay más vestigios del pasado en Tánger que en el actual Biarritz, con el que se muestra muy crítico.
– Así es porque lo que queda de Tánger es a su pesar y además, la ciudad tiene conciencia de estar deshaciéndose, así que lo que queda es real, está vivo, mientras que en Biarritz hay un elemento de escenario. Todas las entidades e instituciones vinculadas al turismo han intentado convertirla en una 'ciudad Potemkin', es decir, un escenario un tanto falso. Lo malo de estas ciudades no es que se hagan, sino que se note esa impostura. En Biarritz yo tengo la sensación de que hay más impostura que realidad, y desde luego, mucha más que en Tánger, en donde no la hay, excepto por parte de los que van y se empeñan en buscar algo que ya no existe: la 'generación beat', el rastro de Paul Bowles, etcétera.
'Memoria de Biarritz'
Autor: Fernando Castillo.
Editorial: Confluencias.
Páginas: 306.
Precio: 17,90.
– Es curioso cómo una ciudad tan idílica se convirtió en los sesenta y setenta en ciudad de refugiados y en los ochenta, en escenario de atentados de los GAL.
– Volvemos a lo de siempre: en Biarritz se dan cita un cosmopolitismo desarrollado desde la presencia de Napoléon III y Eugenia, junto con toda la nobleza que se va incrementando desde mediados del siglo XIX, y el carácter fronterizo. Esto último define a las ciudades, igual que las define el carácter portuario o de interior, su situación geográfica, política y cultural. Biarritz no se entiende sin la sombra del País Vasco y de la frontera española, y hay gente que llega a Biarritz en su huida a Europa, mientras que otros lo hacen sabiendo que se mantenían cerca de España. Es una ciudad ideal para aquello que Francia toleró de manera intolerable, que fue el 'santuario' del terrorismo etarra. Luego, es evidente que la 'guerra sucia' no es cómoda hacer en territorio ajeno, es más fácil hacer en el propio País Vasco, como también se hizo.
– Los GAL se centraron en el País Vasco francés.
– Y Biarritz fue uno de los escenarios de sus actividades, junto con Baiona, Hendaia y San Juan de Luz. No fue el lugar en el que más atentados cometieron, pero sí actuaron.
Todas las entidades e instituciones vinculadas al turismo han intentado convertirla en una 'ciudad Potemkin'»
– ¿Cómo encajaron habitantes y turistas que en un destino como Biarritz comenzaran a estallar bombas?
– Yo viví esa época porque yo empecé a veranear allí a finales de los setenta y existía una actitud muy francesa respecto a los problemas de España, esto es, una indiferencia absoluta. Era un silencio absoluto, un hablar en tercera persona y una situación en la que se procuraba evitar que aquello trascendiera y afectara a un lugar que vivía esencialmente de la tranquilidad y el turismo. Fue una especie de cinismo histórico que, en un primer momento, causaba un gran escándalo sobre el que inmediatamente se procuraba que cayera un manto de olvido. Era como si ocurriera en otra dimensión, en otra ciudad.
– ¿Qué busca hoy en día en Biarritz el turista español?
– Hay muchos tipos de turistas. Desgraciadamente, la mayor parte va porque es un destino turístico y ya está. Luego hay otro tipo de turista presuntuoso, que es el peor y el que suele tener más dinero, que se cree que le van a recibir Eugenia Errázuriz y Eugenia de Montijo. Ese turista busca andar por los pasillos del Hôtel du Palais, tomarse algo en su terraza, y eso sostiene a Biarritz. Hay que reconocer que gracias a este tipo de turistas muchos locales se mantienen porque el mundo de Biarritz y esa Europa ya no existen. Existe el escenario, el marco. Basta recordar cómo era hace cuarenta años para ver que ha cambiado, pero porque ha cambiado Europa como también lo ha hecho el mundo.
– Asegura que el día que cierren ese hotel y el salón de té Miremont ese mundo se habrá acabado definitivamente.
– Ya no quedará ningún vestigio vivo. Probablemente, conservarán las fachadas, pero desaparecerá esa posibilidad de tocar con la yema de los dedos y de intuir el Biarritz que fue. El Miremont conserva las mismas teselas del mosaico que pisaban Alfonso XIII y Eduardo VII, y en activo, no musealizado. Uno puede tomarse el mismo 'baba au rhum' que Alfonso XIII en la misma mesa y le estarán viendo los mismos grutescos de la pared. El día que eso desaparezca se cierra un Biarritz y comenzará otra cosa.
«Se procuraba evitar que aquello trascendiera y afectara a un lugar que vivía esencialmente de la tranquilidad y el turismo»
– ¿Es el libro su adiós a la ciudad?
– Me sigo considerando biarrot. He escrito sobre la Guerra Civil y sobre el París ocupado y ya tengo la sensación de repetirme, así que no creo que escriba más de Biarritz. Tampoco creo que se pueda decir mucho más porque la localidad es lo que es y da para lo que da.
– Me refería a si volverá periódicamente de visita.
–Me temo que sí, aunque se está desvirtuando muchísimo, por ejemplo, la comida. La comida es peor que en San Sebastián porque intenta imitarla. En Biarritz, la gastronomía vasca se ha comido a la francesa. ¡Pero si sirven tapas! Es algo asombroso. Se demuestra cómo las fronteras son de ida y vuelta. Antes íbamos a Biarritz y culturalmente era otro mundo. En España no se vendían las latas de paté, las cajas de Camembert o el Remy Martin. Y ahora mismo, el habitante de Biarritz se ha llevado del País Vasco lo que le asombra y lo que muchos buscan. Ahora uno puede sentarse en las gastrotecas de al lado del mercado y es como estar en San Sebastián, pero en malo.
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