El descubrimiento póstumo de la escritora donostiarra Teresa Uriarte
La editorial Tránsito publica el mes que viene 'El juez Aurelio', una de las obras que la abogada y periodista dejó inédita a su muerte el pasado año
Cuando Teresa Uriarte (San Sebastián, 1947) falleció el 13 de octubre del año pasado en Burdeos a consecuencia de un repentino infarto, su hija ... Joana Abrisketa Uriarte volvió al domicilio bilbaíno de su madre, abrió el ordenador y encontró decenas y decenas de relatos escritos por su madre. Su entorno sabía que Teresa, lectora compulsiva, también dedicaba tiempo a escribir, pero no que su producción literaria fuera tan extensa. El próximo día 2, la editorial Tránsito publicará 'El juez Aurelio', el primer libro de esta abogada y periodista donostiarra, un libro póstumo, que siempre suena a emperador romano, como dejó dicho Roberto Bolaño.
«Tenía en su ordenador relatos como para publicar otros tres libros, pero al revisarlos, decidí empezar por los que escribió en 2013 y que ya conocíamos sus próximos, los del 'El juez Aurelio'», explica su hija Joana Abrisketa, profesora de Derecho Internacional. En el libro, que puede leerse como una novela o como una recopilación de relatos con el juez Aurelio como protagonista y varios personajes que aparecen una y otra vez, hay varias circunstancias recurrentes: una, la omnipresencia del alcohol. Otra, los infartos. De hecho, Joana no pasa por alto una macabra casualidad: la novela arranca con el descubrimiento del cuerpo del juez Aurelio, muerto por fallo cardíaco, en la soledad de su habitación una tarde octubre. «Y es lo que le pasó a ella. Fuimos a Burdeos para que mi padre recibiera un tratamiento médico, le llevé a la clínica y a la vuelta, me encontré a mi madre muerta en la habitación del hotel».
-
El juez Aurelio Teresa Uriarte
-
Editorial: Tránsito
-
Páginas: 148
-
Precio: 16,90 euros
-
A la venta: El próximo 2 de noviembre
A través de unos relatos de corte costumbrista, ambientados en el Bilbao ochenteropor el que desfila buena parte de la fauna humana habitual en los tribunales –de yonkis a pequeños delincuentes habituales, de señoras con secretos inconfesables a abogados de causas perdidas y forenses con escrúpulos. Ahí teje la autora una visión panorámica del sistema judicial, y por extensión de la sociedad, que sólo se puede contemplar con irónica distancia.
«Teresa escribía porque se lo pasaba bien, sin más. No tenía interés en publicar. Escribir era su yoga», afirma su hija
Teresa Uriarte nació en Donostia en 1947. «Era la típica niña niña bien de San Sebastián –explica su hija–. A los siete años le regalaron una máquina de escribir y decidió que quería hacer Periodismo, pero mis abuelos eran conservadores y lo mismo que a sus dos hermanos sí les dejaron estudiar donde quisieron, a ella no le dejaron ir a Pamplona». Así las cosas, Teresa se quedó en San Sebastián, en donde estudió Secretariado «en una academia de chicas y obligada». Posteriormente, conoció a quien fue su marido, el abogado Patxuko Abrisketa, y «embarazada de mí y de mí hermana –continúa Joana–, estudió Derecho a distancia».
Al terminar la carrera y ya en Bilbao, trabajó a partir de mediados de los setenta y durante diez años en el despacho de su marido, «pero aquello no le gustaba». Así que se empeñó en dar el salto a la prensa, su vocación original, y tras pasar por Deia, llegó a El Correo para continuar con sus crónicas judiciales. Fue en esa época cuando empezó a gestarse en su imaginación el personaje del juez Aurelio «porque a la mañana iba a los juzgados y mientras comía con nosotros, antes de ir a redacción, nos contaba historias de los tribunales», evoca Joana. También dirigió el espacio 'Vista Oral' en Radio Euskadi.
Apuntes a vuela pluma
De esa época proceden los más antiguos de las decenas de cuadernos con ideas anotadas a mano y que conservaba en su casa. De hecho, el volumen publicado por Tránsito recoge a modo de epílogo diversos apuntes a vuela pluma que Teresa anotó a su paso por los juzgados. Incluso el periódico la envió un mes a Madrid para cubrir el juicio contra los policías Amedo y Domínguez por los GAL. Además, tal y como recordaba su amiga María Bengoa en el obituario que escribió el pasado año, «también, y sobre todo, fue pionera en defender los derechos de las mujeres maltratadas. Siempre fue feminista. Recuerdo que estuvo con el grupo de mujeres que hicimos el periódico Andra y obtuvo el Premio Emakunde de Medios de Comunicación en 1992, en su primera convocatoria».
Teresa Uriarte se volcó aparentemente más en escribir que en publicar. Ya jubilada, asistió al taller literario impartido por Jon Bilbao, pero «no tenía interés en publicar, ni en nada de eso. Escribía porque se lo pasaba bien, sin más. Era su yoga». Sí es cierto que a finales de 2019 y principios de 2020 hizo algún tanteo editorial que la llegada de la pandemia frustró.
En las historias reunidas en 'El juez Aurelio' hay costumbrismo, humor, pero sobre un fondo de tristeza y melacolía
Fue precisamente el escritor Jon Bilbao la persona a la que se dirigió Joana con los originales de su madre ya fallecida, en la confianza de que el autor de 'Basilisco' le orientara en el proceloso mundo editorial. «En un primer momento, pensé en la autoedición, pero mi marido me animó a intentar buscar una editorial». Y así lo hizo: «Jon Bilbao me dijo que era su alumna favorita y que se encargaría de buscar un sello que lo publicara, y Sol Salama, responsable de Tránsito Editorial, aceptó de inmediato».
En las historias recopiladas en 'El juez Aurelio' hay un tono costumbrista, desenfado y hasta humor, pero todo sobre un fondo triste o melancólico. Aquí Joana Abrisketa apunta: «Mi madre le dijo a su amiga María Bengoa que el juez Aurelio era su 'alter ego' porque tenía también ese poso que deja ver la tragedia humana y, a la vez, su comedia. Era algo que captaba a los cinco minutos de estar con una persona». Y también hay una innegable habilidad literaria para filtrar datos y episodios sobre el periplo vital del protagonista en medio de unas tramas pobladas de pequeñas historias. Como los mejores maestros del relato, Uriarte ocultaba la profundidad de su historia bajo una escritura diáfana. «Siempre me decía que escribiera pensando en que lo iba a leer un agricultor de Navarra. Y cuando yo escribía algo para el periódico, ella me lo 'limpiaba'».
«A la altura de Iñaki»
Hermana de Iñaki Uriarte, Teresa sentía un cierto «complejo», reconoce Joana. «Iñaki era el hermano mayor, el 'listo', el favorito de mi abuela. Hasta su muerte, vivió acomplejada por Iñaki, con el que hablaba a diario». De hecho, continúa la hija de la escritora, Teresa pasó a alguna vez alguno de sus relatos a Iñaki, quizás en busca de su aprobación. «Le contestó: 'He visto cosas mejores'. Iñaki está de vuelta de todo y eso la acomplejó».
Curiosamente, cuando en la Editorial Tránsito cayó el original de 'El juez Aurelio', lo editó Raquel Vicedo, que ya había hecho lo propio con los 'Diarios' de Iñaki Uriarte en el sello Pepitas de Calabaza. «Me dijo que mi madre no tenía nada que envidiar a Iñaki como escritora. Y es verdad que tuvo el mérito de haber creado un personaje, mientras que en el caso de Iñaki el personaje era él mismo».
Además de la historia del juez Aurelio y de los relatos que Teresa Uriarte escribió a lo largo de los años, Joana también encontró en el ordenador de su madre numerosas suscripciones a medios de comunicación y el rastro de sus compras de libros. «Era una obsesa de las noticias, estaba al corriente de todo lo que pasaba». Y además de una gran lectora, una compradora de libros «compulsiva. Si no sé si se los leía todos, pero cada semana se compraba cinco». Entre sus autores favoritos... muchos, pero con especial predilección por Chéjov –tan presente en sus relatos–, Kafka, Natalia Ginzburg y Vivian Gornick, cuyo libro 'Apegos feroces compartíó con su hija. «Es verdad que nos teníamos un apego feroz».
Ahora, en vísperas de la publicación de 'El juez Aurelio', Joana Abrisketa comienza a recibir los primeros comentarios de quienes han podido leer el original y sólo lamenta que su madre ya no esté aquí para compartirlos con ella. «Ha sido terrible para mí. No es que se haya muerto mi madre, sino que se ha muerto una conversación, una interlocutora de la vida, audaz y muy especial. Y muy divertida porque tenía mucho sentido del humor. Es como si con su muerte, me hubiera muerto yo».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión