Aquella noche con Paris Hilton en el Velódromo
Opinión ·
El presidente de la Real no tenía ningún incentivo especial para sumergirse en aquella pocilga que el club era el 20 de diciembre de 2008alberto moyano
Domingo, 4 de abril 2021, 18:31
Si lo piensas medio segundo, el aficionado de la Real no tiene ningún motivo estrictamente racional para serlo. Finalmente, si de lo que se trata ... en esta vida es de celebrar triunfos y cuantos más mejor, existe la opción de hacerse seguidor del Madrid o del Barça. España entera está llena de incondicionales de estos dos equipos, el mundo entero rebosa de merengues y culés por sus cuatro costados.
Tampoco Jokin Aperribay tenía ningún incentivo especial para sumergirse en aquella pocilga que el club blanquiazul era el 20 de diciembre de 2008. Empresario de éxito y con la vida más que solucionada, no había razón alguna para meterse en el barrizal. De hasta qué punto lo era, da cuenta el hecho de que esa noche el actual presidente y su directiva salieron del Velódromo de Anoeta escoltados por la Ertzaintza, ante el riesgo de sufrir una agresión, no a manos de los ultrasur, del Frente Atlético o de un grupo de 'cabezas rapadas' de vete a saber qué fondo sur, sino de accionistas y socios de la propia Real Sociedad.
Todo, bajo el rocambolesco pabellón de una camiseta con el rostro de Paris Hilton. En aquella época, la Real competía en Segunda y sin embargo, el club era un invitado asiduo a los programas deportivos de noche porque, sencillamente, era todo tan esperpéntico que las estrellas del micrófono lo utilizaban a modo de espacio de humor. «Y ahora vamos con la Real Sociedad, esa comedia bufa».
Desde entonces, Aperribay ha sacado al equipo de la ruina económica, ha devuelto al equipo a Primera, lo ha colado varias veces en Europa, ha restablecido la autoestima, ha terminado con la división social y ha instaurado el respeto hacia la Real entre sus pares. Visto así, lo de la Copa casi se antoja el menor de sus méritos. Fue Aperribay –junto a algún otro a quien no mencionaré– quien se partió la cara para desalojar al elemento tóxico que se había instalado en la columna vertebral del club y que a buen seguro, hubiera terminado con él.
La aventura de meterse en semejante berenjenal podía haber salido mal y seguramente le habría pasado factura, pero el caso es que salió bien. Y si hoy no es el día de poner todo esto negro sobre blanco, nunca lo será. Ya llegarán los días malos en los que haya que pedir cuentas al presidente realista y exigirle que rueden cabezas –incluso la suya, el fútbol es así–; esperemos que nunca más bajo el pabellón de Paris Hilton.
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