Iñaki Galarraga: «La arquitectura desaparecerá para siempre el día que se considere arte, y va camino de ello»
El veterano arquitecto, implicado en algunos de los proyectos más emblemáticos de Donostia, repasa 50 años de pensamiento y trabajo
'Algunos escritos... y otras labores de arquitectura (1969-2019)' es el libro que Iñaki Galarraga acaba de publicar, editado por la UPV/EHU, donde ... se recogen varios de sus proyectos, análisis de temas urbanísticos y artículos publicados en prensa sobre temas relacionados con la cultura y la política.
– ¿Se puede contemplar este libro como una especie de autobiografía?
– Al menos algunos retazos que se vinculan con mi profesión. Se puede ver la pequeña historia de este país desde la perspectiva de un arquitecto. Aparece la Transición, los años preautonómicos y la Autonomía, la elección de la capital, y también hay textos que he publicado en periódicos sobre asuntos relacionados con la historia de este país.
– ¿Y como un reflejo de la sociedad vasca de las últimas cinco décadas?
– En parte. Sería muy presuntuoso por mi parte. La sociedad es más que un solo individuo, pero he pretendido compartir inquietudes de un entorno cultural y familiar.
– ¿Lo ha escrito pensando en sus colegas arquitectos o en todo tipo de público?
– Quisiera que se viera de fácil lectura y para todos los públicos. Si no lo consiguiera tendría que corregirme y aprender más. No puede ser que los arquitectos hablemos de forma críptica solo para nosotros, los políticos utilicen un lenguaje electoral solo para ellos y la ciudadanía hable lo que pueda.
– Uno de los apartados más amplios está dedicado al Palacio Miramar, cuya rehabilitación es uno de sus trabajos más representativos.
– Es uno de los símbolos más profundos de San Sebastián por el sitio que ocupa y por todo lo que ha ocurrido en él –desde la Monja Alférez hasta las guerras carlistas, pasando por la reina regente María Cristina–. Loreto (en referencia a la ermita que estaba en esa zona y que llegaba hasta el actual Pico del Loro) es San Sebastián y San Sebastián es Loreto, que así también se incluyen episodios brillantes como el de la Segunda República y los Cursos de Verano
– ¿Cree que está infrautilizado?
– Sí, porque creo que todavía no se ha suturado la herida de un siglo XIX entre liberales y carlistas. La gente de origen carlista desprecia el palacio y los de origen liberal y signatura monárquica creen que es suyo.
«En el libro se puede ver la pequeña historia de este país desde la perspectiva de un arquitecto»
«El comportamiento de Kutxa respecto a la arquitectura no ha sido modélico ni en el Kursaal ni en Tabakalera»
– También habla del Kursaal de Rafael Moneo. ¿Ese edificio ha supuesto un punto de inflexión en la dinámica de la ciudad?
– Siempre he hecho una encendida defensa de este edificio. Ha marcado una especie de diálogo de diván para la sociedad donostiarra. El edificio que había, además de privado, no era bueno. La idea de Moneo fue muy brillante en un concurso en el que salió cara cuando podía haber salido cruz. Los concursos públicos los carga el diablo. La arquitectura nace de la relación fructífera entre el arquitecto y el cliente. Ni uno ni otro pueden ser abstractos. El Kursaal fue la llamada de modernidad que necesitaba San Sebastián. Una de las cosas que conllevó es que se pudo soslayar la brutal presencia de los que se creen propietarios de la ciudad. Pensábamos que el Kursaal era el último solar urbano de Donostia y Moneo nos demostró que era el primer lugar de la naturaleza bañado por las olas, y en esa diferencia está la impronta cultural y el éxito de la obra.
– En cambio, casi no toca el tema de la rehabilitación de Tabakalera donde estuvo implicado y de donde se marchó por discrepancias con la dirección porque consideraba que se primaba el contenido sobre el edificio.
– No ha habido ninguna intencionalidad. Probablemente ahora escriba otro libro sobre ella. Es un edificio extraordinario y me tocó articular el concurso de arquitectura, el concurso del control de la arquitectura por parte de la ingeniería. Cuando estuvieron protocolizados en la notaria pude decir adiós a Tabakalera. Creo que cuando me marché no me expliqué bien. Contenedor y contenido tienen que ser lo mismo. Mis hipótesis se van cumpliendo. Todavía le quedan cincuenta años para ir mejorando. Dentro de diez años estará mucho mejor y ahora está mejor que en 2011, cuando se inauguró. Los edificios viven y hay que entender su sentido de la vida y aplicarla. Intenté trasladar eso a la ciudadanía. Tabakalera es un regalo que hizo el Estado a la ciudad, que ha permanecido cien años calladito y ahora comienza a hablar. Provoca diálogos y promueve culturas de las que Donostia estará muy contenta,
– ¿Hay elementos mejorables?
– Por ejemplo que se utilicen todos los halls. También que no se tenga el criterio jerárquico de colocarse en el mejor sitio como ha hecho Kutxa desde el primer día y también lo quiso hacer en el Kursaal. Siempre llegan los últimos, pero como son los que tienen el dinero son los que cambian las cosas, obviamente sin preguntar a nadie. No es una crítica a Kutxa, pero debería primar la igualdad de condiciones entre los que tienen el dinero y los que se lo tienen que pedir. Ni su comportamiento en el Kursaal ni en Tabakalera han sido modélicos respecto a la arquitectura.
– ¿Qué opinión le merece el 'caso Bellas Artes'?
– El Bellas Artes es una vergüenza para la ciudad. Lo quieren hacer pasar por cine a pesar de que se llamaba teatro, aunque hubiera proyecciones. Los edificios no son sus apariencias; son, sobre todo, su edificatoria y su vida interior. Quizá pase más a la historia como una obra de arte del escultor Christo por las veladuras que no permiten verlo, que por lo que se pretende meter: una arquitectura fósil y que nunca pasará de ser un cadáver bien embalsamado. No sé si se han dado cuenta de que el Bellas Artes es propiedad privada y la ciudad en 30 años no ha sido capaz de comprarlo.
– Ahora hay casos de arquitectos que son verdaderas estrellas. ¿La arquitectura es una disciplina artística?
– El día que la arquitectura se considere un arte, y va camino de ellos, desaparecerá para siempre. Como dice Moneo: la arquitectura es demasiado importante para que sea un arte propiedad del artista. Es propiedad de la sociedad. Ahora hay una evolución a la trivialización mediática, a un arquitecto se le encumbra un día y al siguiente desaparece. Estamos en una efervescencia del 'star system' que confiemos que pasará, si no pasará la arquitectura.
– Su carrera está vinculada a la Escuela de Arquitectura. ¿Qué papel juega esta institución?
– Es prematuro hablar del papel que juega. Es absolutamente necesaria, pero muy joven, apenas cuarenta años. La ciudad necesita la escuela, aunque las relaciones no son directas, ni fáciles. Tiene que ser una especie de conciencia crítica. Hoy está viviendo una efervescencia con un importante cambio generacional. Me gustaría que el Ayuntamiento nos preguntara más.
– El colofón del libro contiene un recuerdo a su hijo Haritz, que fue el encargado de trasladar en helicóptero las piezas de 'Hondalea' a la isla (por eso pide que la fotografía que ilustra esta entrevista tenga de fondo el faro de Santa Clara) y que falleció en un accidente en Lérida. ¿Qué le parece la obra?
– Es interesante. Ha tenido una gran proyección mediática y eso es un arma de doble filo. La intervención está cargada de interés. Da un significado a una obra emblemática como es el faro de Santa Clara. Hay que darle un voto de confianza porque San Sebastián siempre ha sabido maridar su costa con la escultura.
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