«Me conmovió que todos los bailarines quisieran estar conmigo en el escenario»
Larga ovación en la despedida de Alicia Amatriain, que recibió en Stuttgart el premio Birgit Keil en su adiós a los escenarios
No fue fácil ni para el Stuttgart Ballet ni para la propia Alicia Amatriain (Donostia, 1980), 'Kammertänzerin' – 'Bailarina de Cámara'- del estado alemán de Baden-Württemberg. Despedir a la estrella indiscutible de la compañía germana durante las dos últimas décadas supuso hacer frente a una amalgama de sentimientos encontrados. La Ópera de Stuttgart acogió la noche del martes una función especial en la que la compañía interpretó 'Onegin', ballet cuyo rol protagonista aupó a Amatriain a la máxima categoría en 2002 y obra que sirvió para decirle adiós, pese a que ella no pudiera bailar por lesión.
Aún en plena resaca emocional, la ya exbailarina atendió a este diario ayer para compartir sus impresiones sobre el homenaje especial de su despedida. «Aún no tengo palabras para describirlo. Fue emocionante e increíble. Lloré durante horas, no sólo cuando estuve encima del escenario sino también detrás. Me conmovió que todos los bailarines quisieran estar conmigo en el escenario. Me hace muy feliz saber que, a lo mejor, en este tiempo sí que he podido conmover a la gente o sí he podido hacer amistades. Yo también los quiero mucho», asegura mientras intenta controlar la emoción.
Apenas han transcurrido doce horas entre el adiós y esta conversación, por lo que «es muy pronto para decir cómo me siento. Cuando se cerró el telón, por mucha adrenalina y emociones que hubiera ahí, me sentí leve, como si me hubiera quitado un peso de encima. Llevaba esperando bastante tiempo para poder pasar página y empezar mi nuevo capítulo. No olvidar, pero sí dejar atrás lo que fue y mirar a lo que será», se sincera.
«Cuando se cerró el telón, me sentí leve, como si me hubiera quitado un peso de encima»
Rosas rojas y lágrimas
Al finalizar el espectáculo, Amatriain se unió al elenco para saludar por última vez al público stuttgartense, momento en el que recibió el premio Birgit Keil, fundación de la que fue la primera artista joven becada en la temporada 1996/97. Acompañada por su hija, la intérprete donostiarra derramó muchas lágrimas mientras recibía una rosa roja de cada uno de los componentes del Stuttgart Ballet. Especialmente emotivos fueron el encuentro con el anterior director de la compañía, Reid Anderson, con quien se fundió en un largo abrazo y la reverencia a Marcia Haydée, la octogenaria musa del coreógrafo John Cranko, cuyo legado es la quintaesencia de la formación.
Quienes no pudieron desplazarse a la ciudad alemana fueron sus padres, aunque la tecnología de la videollamada ayudó a que vivieran este momento especial para su hija. «Sentí que estuvieron conmigo todo el tiempo que permanecí encima del escenario», confiesa. En su mente también hubo un recuerdo para sus maestros, Peter Brown y la desaparecida Águeda Sarasua, «a quienes echo de menos todos los días de mi vida, porque han sido una parte muy importante de todo esto. Me hubiera gustado que ellos hubieran estado conmigo, pero es imposible y los llevé y los llevaré siempre en mi corazón».
Y finaliza reiterando el mensaje que ya lanzó en estas páginas en mayo. «El telón se ha bajado y el foco se ha apagado. A partir de ahora, las decisiones que tome en mi vida serán privadas y serán para mi familia. Las cosas están en el aire y cuando se sepa dónde, qué y cuándo, pues naturalmente que los que me quieren y a los que yo quiero sabrán a dónde voy o dónde me quedo, pero será una cosa privada». Y tras una larga ovación, la estrella donostiarra se volvió a convertir en una anónima ciudadana llamada Alicia Amatriain Berdegué, apasionada madre de Haizea Adele McGowan.