«Aunque yo no fuera donostiarra, también consideraría ésta mi obra más importante»
Cristina Iglesias, Artista ·
La creadora donostiarra afirma que en estos cinco años «ha habido muchos momentos difíciles, pero ninguno como para decir que no íbamos a seguir» adelante con el proyectoA una semana de que 'Hondalea' se abra al público, Cristina Iglesias (Donostia, 1956) se reafirma en la idea que ha repetido a lo largo de estos cinco años de gestación: «La considero mi obra más importante». Una afirmación que, asegura, mantendría aún en el caso de que no se ubicara en su ciudad natal debido a «las condiciones que la rodean: la isla y la bahía son materiales que estaban en la naturaleza y he podido utilizarlos. Eso no se da con frecuencia. Es una oportunidad increíble para mí y soy consciente». La artista donostiarra, que aguarda con expectación la reacción de los visitantes, reconoce que el proyecto ha sido ya de por sí complejo y más en este último año a causa de la pandemia.
- Cinco años después de su presentación, ¿diría que el resultado es el que usted soñó?
- Sí... Vamos a ver, una obra como ésta nunca la sueñas en su totalidad, tal y como es hoy. Cuando estoy trabajando, reacciono a lo que hago y hay partes de 'Hondalea' que han crecido mientras la hacía. Está viva mientras voy haciéndola, hay cosas que en mi sueño no habían aparecido todavía, ni había soluciones que he tenido que dar a problemas que no habían surgido aún.
- ¿Se ha ido transformando durante su gestación?
- No tanto en su gestación como en su construcción porque yo trabajo de una manera que es única, en el sentido de que en el caso de 'Hondalea', yo quería que tuviese esa inspiración en las costas donostiarras. Es una ficción total pero tiene memoria del tiempo y de la formación del planeta. Eso estaba en mi sueño, pero la manera de componer y moldear fue registrando texturas a las que luego dimos forma. En esa composición, hay cambios.
- Y el espacio, en este caso, la casa del faro, ¿también manda?
- Por supuesto. Ya la conocía y me ayudaron ingenieros para ver si la podíamos reforzar porque estaba en muy mal estado. A esa casa, que era de un piso, se le añadió posteriormente el segundo, así que los muros de la parte de arriba eran más débiles y el techo estaba destrozado. Todo eso me mandaba, pero por otro lado, la obra es todo, también el edificio. Me he apoderado de la casa, por decirlo de alguna manera. La casa te va mandando cosas, pero enseguida supe que quería que fuera una experiencia interior con una comunicación hacia el mar. Cuando acometes un proyecto así tienes que planear muchísimo.
- Cuando eligió la ubicación le dijo al alcalde: «Vas a pensar que estoy loca, pero quiero el faro». ¿Pensó que se lo negarían?
- Lo dije de una manera muy natural. Y el alcalde lo vio clarísimo y me dijo que sí.
«En su contrucción, la obra se fue transformando porque yo trabajo de una manera que es única»
- ¿Pero temió que no fuera posible o que no quisieran?
- Por supuesto. Que no fuera posible o que tuviesen otra idea para ese lugar, pero yo también le quería convencer de que podía hacerlo y pensé en razonamientos de mantenimiento y de control. Si lo hubiera hecho en el monte Urgull, algo que en algún momento se barajó, hubiera habido problemas en ese sentido.
- ¿Le ha causado muchos quebraderos de cabeza cómo lograr que el público pudiera ver una obra que ocupa toda la superficie del edificio? Me refiero a la cuestión de la pasarela...
- Ése es un tema que no ha supuesto un trastorno, sino una solución porque si no pones nada y al entrar ves el vacío, no rodeas la pieza. Conceptualmente es importante que se entra a nivel de suelo y la pasarela te eleva hasta el del primer piso original de la casa. Esa visión hacia abajo te altera los sentidos y te puede provocar cierto vértigo: son siete metros de ascenso, más los cinco de profundidad que tiene la escultura.
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- Hizo hincapié en la importancia de que 'Hondalea' preservara el aspecto exterior de la casa del faro.
- Mucho. Primero, por respeto a la naturaleza y a la conservación porque creo que la escultura pública, la intervención en el paisaje tiene una responsabilidad que yo tengo asumida y de la que quiero participar.
- Las inscripciones para visitar 'Hondalea' en junio ya se han agotado. ¿Le genera presión esa expectación que ha despertado el proyecto?
- Totalmente, pero como la que sentiría cualquier creador.
«La obra es todo, también el edificio. Me he apoderado de la casa, por decirlo de alguna manera»
- Igual ya está acostumbrada...
- No se crea, nunca te acostumbras a eso. Tienes interlocutores en los que confías y me he tranquilizado hablando con algunos de ellos, pero siempre te queda esa cosa. También me parece muy interesante poner en valor algo que ya era bonito, pero que muchos no conocen. Se basa en la experiencia que ya tienes y en crear memoria. El tiempo es fundamental, crea una secuencia.
- A diferencia de obras públicas que uno se puede encontrar en sus paseos, aquí hay que ir específicamente. ¿Afecta eso a la percepción final de la obra?
- Creo que mucho en el sentido de que desde que tomas esa decisión, te montas en el barco y vas hasta la isla, todo ya es parte de la obra. 'Hondalea' es un viaje, pero no sólo literal.
- Pero también literal...
- Sí. La obra también es el viaje en el barco a la isla, la subida hasta la casa del faro, entrar y tener esa experiencia. Y la vuelta al puerto también es parte de ella. En el arte es así siempre, pero en este caso hay elementos que lo vuelven más evidente.
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- ¿Ha habido algún momento a lo largo de este tiempo en el que pensara: «Esto no va a poder ser»?
- Sí, ha habido varios. Tengo que añadir que el alcalde siempre ha dicho que esto tenía que salir para adelante, pero fue una actitud de todos. Cuando se empieza una obra que implica la conservación de la casa del faro también resulta caro parar. Suben los precios cuando se alarga la obra. La climatología es aquí tan cambiante que no siempre hemos podido ir a la isla y eso nos ha dificultado el trabajo. Ha habido muchos momentos difíciles, pero nunca uno como para decir que no íbamos a seguir. Toda la gente implicada estaba entusiasmada de hacer este proyecto y ha querido seguir trabjando.
«Le dije al alcalde de una manera muy natural dónde quería hacer la escultura y me dijo que sí»
«Yo trabajo en abrir la percepción, en que la gente se acerque a una obra y se coma el coco»
- Ha reiterado que es la obra más importante de su carrera.
- Desde luego, ahora lo siento así, de verdad.
- ¿Por qué?
- Aunque no hubiera nacido en Donostia, también la consideraría mi obra más importante por las condiciones que la rodean: la isla y la bahía son materiales que estaban en la naturaleza y he podido utilizarlos. Eso no se da con frecuencia. Es una oportunidad increíble para mí y soy consciente.
- Si ésta es la obra más importante, ¿qué les va a decir a los siguientes encargos?
- Tengo retos por delante y a cada uno me enfrento con toda la intensidad. La verdad es que 'Hondalea' siempre va a ser muy especial, pero reitero que no porque yo sea donostiarra, sino por las condiciones en las que he podido trabajar. Y también por las restricciones y las dificultades que he encontrado. Dar con las soluciones siempre va a ser para mí muy especial.
- El color de la pieza de bronce y la iluminación también tienen su importancia...
- Ha sido importantísimo. La cubierta del edificio estaba deshecha y hemos hecho una nueva, de placas solares traslúcidas, que acumulan energía y a la vez, pasa una luz tamizada para que el visitante tenga una experiencia interior. Las ventanas las he tamizado con alabastro, aunque desde fuera no se aprecia, su aspecto es el que tenía antes.
- Hablemos del sonido que produce el agua en la obra. Ha replicado el ruido del oleaje cantábrico...
- Además del tiempo de mirar, de escuchar y de espera, el sonido es otro elemento en ese juego de percepción. La secuencia contiene sonidos, diferentes intensidades y ritmos del agua que afectan a tus sentidos.
«'Hondalea' es muy especial, pero tengo otros retos y a todos me enfrento con toda la intensidad»
- La gente que ha visto la obra comenta que cuando sale el agua de los depósitos se crea un gran silencio en torno a la escultura.
- Sí, creo que tiene algo de sorpresivo. Es una ilusión lo que ves y no pretende ser reflejo de la realidad, sino una ficción. Es un paisaje que te lleva al interior de ti mismo.
- Al margen de generar un espacio para la reflexión, la escultura también es bella en sí misma.
- La belleza es subjetiva. La experiencia de percepción de aquello que miras es también muy psicológico. La luz, las formas y brillos dorados de la gruta son bellos y misteriosos. En 'Hondalea' era importante crear una luz hacia el interior. Una podría imaginar que todo el interior de la isla es de bronce, cuevas que se comunican. La naturaleza con sus tormentas, la niebla y las condiciones climáticas afectan a la experiencia. Eso también es bello.
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- Aunque en principio se barajó media hora, parece ser que la visita se va a quedar en veinte minutos. ¿Suficiente?
- La verdad es que yo preferiría que fuera un poco más porque también me parece importante que puedas quedarte un rato tranquilo o verlo otra vez. Creo que todo eso se va a estabilizar con el tiempo y que eso cambiará de forma natural. Será el propio ciudadano el que lo cambie. Como es una secuencia, es probable que el visitante quiera quedarse a ver si se repite otra vez. Pero sí que me gustaría que durara más tiempo.
«Siempre hay escépticos, gente enfurruñada que no quiere mirar. Les diría que se acerquen y lo vean»
«Me gustaría que la visita durara un poco más, pero creo que el propio ciudadano cambiará eso»
- 'Hondalea' es un regalo que usted hace a la ciudad, pero cuyos costes de ejecución superan los cuatro millones de euros. En su opinión, ¿es un precio caro o cree que la ciudad recibe mucho más?
- Todo me parece caro... Todo ese dinero ha sido para pagar a las empresas vascas que han participado en el proyecto. Yo no voy a justificar, ni a justificarme por ese dinero porque yo no me he llevado nada. Tengo el privilegio de haber podido soñar y que ese sueño esté ahí para los ciudadanos.
- En todo caso, ¿le da vértigo el coste?
- No me da vértigo porque el arte es educativo. Decir que el arte es caro y que luego podamos pagar una fiesta de otro tipo... Yo trabajo en abrir la percepción y en que la gente pueda acercarse a una obra y comerse el coco, y volver a mirar.
- ¿Qué les diría a los que se mantienen escépticos respecto al proyecto?
- Siempre y en todas partes hay escépticos, gente enfurruñada que no quiere mirar. No sé qué les diría... Que se acerquen y vean.
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