Crítica de 'El reino de Terracota': Guerreros chinos

De hecho, lo que más puede atraer al público juvenil y adulto a 'El reino de terracota' son sus matices de sensibilidad diferente, ese estilo asiático: la ambigüedad de personajes que parecen malos y son buenos, y viceversa, y ambas cosas a la vez; la agresividad masculina en las relaciones entre varones; o lo que ahora es imposible ver en ninguna película de animación occidental, que un personaje importante fallezca de verdad, no que parezca morir para emocionarnos y resucite a los treinta segundos.

Claro que aspectos como estos y guiños diversos a la cultura y mitología chinas quedan en un segundo plano ante el objetivo de Fantawild Animation de ofrecer un producto homologable y consumible en todo el mundo. O sea, sin salirse demasiado de los usos internacionales e incluyendo su puñado de canciones en inglés, con lo bien que suena el chino...

Como supondrán, juega con la historia de los impresionantes guerreros de terracota, esas más de 8.000 figuras de soldados halladas en Xian, en el mausoleo del emperador Qin Shi Huang. La película imagina un mundo subterráneo en que las figuras cobrasen vida sin perder su textura de arcilla endurecida (un poco como 'Gnomeo y Julieta') y estuviesen en guerra con unos monstruitos, los Tiranos.

'El reino de terracota' ofrece un protagonista juvenil valiente, una historia de amor, muchas peleas con espadas o de artes marciales y guiños a los mitos chinos. Nada especialmente memorable pero suficiente para dedicarle una tarde de verano.