Crítica de 'Una quinta portuguesa': Ver tu vida desde lejos

Comienza 'Una quinta portuguesa' con una mujer que un amanecer abandona sigilosa su casa. Escribe una nota pero la rompe. Deja un vacío que su desconcertado marido Fernando (Manolo Soto), un profesor especializado en mapas, con sus nítidas fronteras, no sabrá como encajar. Una carambola hará que Fernando suplante la identidad de Manuel, un jardinero al que esperan para que cuide los árboles frutales y el huerto de una finca en Portugal. Él y su propietaria (María de Medeiros) se contarán historias de personas que reiniciaron su existencia o que de vez en cuando necesitan escaparse para observar su vida desde lejos.

'Una quinta portuguesa' afronta esa parte de misterio que tenemos las personas no desde el suspense (aunque contenga giros que intriguen) sino desde la cotidianidad y la mirada humanista. Todo fluye en la nueva película de Avelina Prat ('Vasil'), empezando por un inteligente guion que dice certeramente lo que quiere decir, ni más ni menos, un ritmo agradablemente sin prisas, unos personajes cargados de calor humano (aquí, como en la vida, nadie es malo e incluso intentan ser buenas personas) y un reparto perfecto: Manolo Solo vuelve a bordar un papel de hombre en apariencia demasiado normal (como en 'Cerrar los ojos') y María de Medeiros une una sonrisa luminosa con un trasfondo de mujer vivida.

No se pierdan la muestra de cine maduro y con muchas capas que es 'Una quinta portuguesa', una placentera historia sobre cómo encontrar el hogar de cada cual, que deja al espectador flotando en una nube de serenidad.