Entrevista: Un deporte de contacto
Es un espectáculo no exento del patetismo de una camisa hawaina en pleno invierno, pero que se repite cada año: en las entrevistas a cuatro, ... cinco, seis, siete o incluso ocho bandas que se cierran en el Zinemaldia con un tiempo tasado, siempre hay algún periodista que invierte un buen rato en conseguir que el artista recuerde aquel lejano y breve encuentro que mantuvieron en otra edición del certamen o incluso en otro festival. Un encuentro que resultó tan inolvidable para el plumilla como irrelevante para la estrella, obligado a comerse rondas de promoción interminables allá por donde pasa. Normalmente, la escena se desarrolla en términos poco edificantes y no es extraño que vaya acompañado de una batería de preguntas sobre las cuestiones más peregrinas, una forma como otra cualquiera de desplegar el plumaje multicolor. Y estamos hablando de adultos, algunos incluso padres de familia.
Un paso más allá se sitúa la por lo visto creciente tendencia de pedir un selfie al entrevistado y la cosa ha debido llegar a tal punto que en el Festival de Cannes, los representantes de Quentin Tarantino han obligado a los periodistas a firmar un papel en el que renunciaban a solicitar una foto con el ídolo. Cabe preguntarse dónde quedó el orgullo, si no profesional, al menos personal del solicitante, hasta qué punto el irrefrenable anhelo condiciona el cuestionario, si ese soñado autorretrato se traducirá en halagos –sinceros o impostados, públicos o privados– que derriben las resistencias del artista o incluso si algún peticionario es consciente de la imagen que proyecta entre los profesionales de la industria del cine, que –y esto que nadie lo dude– actuarán en consecuencia en su trato con la prensa. Ítem más: uno se pregunta qué poso habrán dejado esos personajes indómitos habituales en el cine, en este caso, de Tarantino en los selfie-adictos en cuestión –en ocasiones, soberbios y displicentes en su trato con los trabajadores de a pie de los festivales–
Algunos conceptos terribles son a la vez los más bellos, por ejemplo, la distancia. En el amor puede resultar devastadora; en el boxeo, salvífico, sobre todo cuando estás contra las cuerdas. Y no lo olvidemos: el periodismo aún es un deporte de contacto.
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